Que los Oscars han cambiado es un hecho. De primeras, y de una forma significativa, las películas que ahora vemos nominadas a los premios Oscar no son las mismas que veíamos hace una década. O al menos no todas. Ahora hay más diversidad en cuanto a razas representadas, historias contadas y hasta países de los que vienen estas películas, algo que vimos con ‘Parásitos’ cuando se convertía en la primera producción de habla no inglesa que ganaba el premio a Mejor Película.
También ha cambiado la manera de consumir los Oscars porque las audiencias han bajado en la última década. Y parece que ahora también está cambiando la forma de hacer campaña de los que están nominados a los premios porque por si no lo sabes, detrás de un Oscar no solo hay una buena película, también una gran campaña de marketing. Y es que aunque no nos guste admitirlo, los Oscars son, y siempre han sido, un negocio.
Cómo se ganaba un Oscar de forma tradicional
Tradicionalmente el camino a los Oscar estaba lleno de campañas promocionales y gastos millonarios. Por ejemplo, en 1929 y después de protagonizar ‘Coquette’, Mary Pickford ansiaba un Oscar y decidió promocionarse preparando una fiesta para aquellos que votaban. Solo eran cinco, pero logró convencerles porque se llevó la estatuilla a casa. Algo ayudó que ella fuera una de las fundadoras originales de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, en 1927. Desde entonces ha surgido la duda de si los premios se los dan a quien hace mejor su trabajo durante el rodaje, o a quién hace más ruido después. Para ganar un Oscar hay que hacer una campaña similar a que se harían en unas elecciones políticas. Los nominados deben estar en todas partes y a todas horas.
Como bien apuntaba Esther Zuckerman en Vanity Fair, “los premios de la Academia siempre han estado influidos por las estrellas y sus poderosos amigos”, como vimos con el escándalo de Harvey Weinstein y su forma de fabricar una victoria a base de poder, dinero y extorsiones. Aunque se siguen manteniendo las fiestas, los bolos y las entrevistas en los programas más tradicionales, ahora las técnicas de campaña parecen estar cambiando a juzgar por los movimientos de uno de los nominados: Timothée Chalamet.
Cómo se gana un Oscar en 2025 si eres Timothée Chalamet
“Los anuncios en revistas y carteles publicitarios en la época dorada de Hollywood han dado paso a estrategias digitales, el uso intenso de redes sociales y las colaboraciones con influencers”, afirmaban desde este medio especializado en marketing. Timothée Chalamet se ha pasado el juego y ha cambiado la forma de promocionar su trabajo y, por lo tanto, su nominación a Mejor Actor.
El actor neoyorkino nos ha regalado la campaña más extraña de la historia. Pero, ¿por qué lo ha hecho? Para entender por qué, vamos a hablarte primero de cómo. Timothée Chalamet es el protagonista de 'Un completo desconocido', el biopic de Bob Dylan. Durante las diferentes premieres de las películas y entregas de premios hemos visto a un Chalamet preocupado por los detalles, por ejemplo de su vestuario. En él ha colaborado con Taylor McNeill que le ha preparado una serie de looks que equilibran el saber estar con un toque que siempre hace referencia a Dylan, en forma y fondo. En Londres, incluso, llegó en bicicleta a la alfombra roja y recibió una multa de 79 dólares por aparcar mal. Vistiéndose como Dylan, Chalamet nos recuerda que él puede ser más Bob Dylan que el propio Bob Dylan y que por eso, merece el Oscar.
En octubre, antes incluso de que se desvelara su nominación pero ya postulándose en ella, Timothée Chalamet irrumpió en un concurso de imitadores de Timothée Chalamet en la ciudad de Nueva York provocando sonrisas en todos los que lo vimos en TikTok, por ejemplo. Y es que el objetivo no parece salir en la televisión (que también salió) sino viralizarse en las redes sociales. Ese sería el primer paso en una de las campañas más raras de los Oscar que hemos vivido, aunque si me preguntan, es también una de las más maravillosas.
En lugar de ir al programa de Jimmy Kimmel, él se coló en el programa College GameDay de ESPN como invitado y comentando lo que veía en lugar de hablar de su película. Además, se mostró como un verdadero experto de fútbol universitario, sorprendiendo incluso al resto de colaboradores. Por si eso fuera poco, usó sus redes sociales para hacer una performance en la que estuvo 14 minutos bailando en directo y partiéndose la camisa como Camarón. Si tuviéramos que describir esto en una palabra sería bizarro.
También hizo una doble aparición en Saturday Night Live como presentador e invitado musical en la que cantó una canción de Dylan poco conocida, ‘Tomorrow Is a Long Time’, que al día siguiente ocupaba un sitio en el top 30 de iTunes. El crítico Johnny Oleksinski decía en el NY Post que lo absurdo lo ha mantenido en el ojo público, y lo ha hecho “sin las habituales entrevistas superficiales que provocan bostezos y las sesiones de fotos comatosas que hacen que la temporada de premios parezca una morgue de gala”.
Lo último ha sido su discurso al ganar el premio a Mejor Actor del Sindicato de Actores (SAG), un preludio de lo que podríamos ver en la próxima gala de los Oscar, es una declaración de intenciones que puede ser interpretada como pura honestidad o como un egocentrismo exacerbado. Para mí es una demostración de que todo lo que habíamos visto antes no era una broma, sino una de las campañas promocionales más y mejor trabajadas de los últimos años.
“No puedo restarle importancia a este premio porque es lo más importante para mí y sé que estamos en un negocio subjetivo, pero la verdad es que realmente estoy en busca de la grandeza. Sé que la gente no suele hablar así, pero quiero ser uno de los grandes. Me inspiran los grandes. Me inspiran los grandes aquí esta noche. Me inspiran tanto Daniel Day-Lewis, Marlon Brando y Viola Davis como Michael Jordan y Michael Phelps, y quiero estar ahí arriba. Así que estoy profundamente agradecido. Esto no significa eso, pero es un poco más de combustible. Es un poco más de munición para seguir adelante. Muchas gracias”.
Chalamet demostró con ese discurso que todo lo que le hemos visto hacer estos meses no es casualidad, ni una estrategia loca y no pensada. Al contrario. Es algo meditado y el actor ha demostrado que su trabajo se lo toma muy en serio y que esto no es solo para ganar, sino para mantenerse en el tiempo. Después de su victoria y cuando le dijeron que había sido el más joven en ganarlo, aseguró "¿El más joven de la historia? Me gusta cómo suena eso. Vaya... Quiero ser el más joven y el más viejo".
La pregunta que nos hacemos es si esta nueva forma de campaña, este camino completamente diferente hacia un premio tendrá sus frutos. Pero también nos preguntamos si la intención de esta campaña no es recuperar la desencantada atención de la Generación Z con los Oscar. Si lo piensas bien verás que Chalamet es un genzer de 29 años así que no hay mejor representación que la suya de la generación a la que pertenece.
Quizá ocurre otra cosa y esto que hace Chalamet es un mensaje subliminal a la Academia para que se tengan en cuenta nuevas voces. O puede que el actor sea el único que está conectando de verdad con el futuro del cine que no es otro que los jóvenes, porque aunque le pese a los boomers, en algún momento tendrán que dar el testigo. Y cuando eso ocurra es cuando las cosas cambiarán de verdad.
Tal vez Timothée Chalamet solo quiere romper con la tradición aburrida y manida de campaña que hasta ahora habíamos visto. Que funcione o no para que gané el Oscar a Mejor Actor, tendremos que esperar a la madrugada del domingo para saberlo.
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