Giambattista Valli apuesta normalmente por las siluetas subidas de tono y por formas arriesgadas pero siempre con un toque de glamurosa femme fatale, vestidos globo, abullonados, y cocoon, sin ir más lejos, su colección para el invierno que viene es un claro homenaje al cine de Ingmar Bergman: un alegato en favor de una mujer fría y calculadora que cede a la pasión (y digo yo que estaría pensando en Liv Ullman y no en Victoria Beckham).
Para su colección recupera ese espíritu cinematográfico y el chic de los cuarenta y cincuenta y saca todo su armamento de sofisticación, diseños que aglutinan lo mejor de los grandes, sus propuestas nos traen a la mente enseguida a Oscar de la Renta, con un homenaje al cóctel, Prada, a través del encaje, Chanel, y los abrigos de noche, y Lanvin y los strapless dress con volantes.
Pero todo ello pasado por un colador genuinamente Valli.
El diseñador de origen italiano y que viste a Mischa Barton o las hermanas Olsen, y que se educó en un colegio Vaticano bajo la más estricta fe cristiana, nos da una buena lección de protocolo de tarde y demuestra que cuando mejor se defiende, es al caer la noche; todo son gowns y vestidos de cóctel.
La paleta de colores, pastel y negro, dos básicos imprescindibles que parecen ser el comodín de las colecciones resort, sobre todo el color melocotón, coral y el rosa empolvado, que no han faltado en ni una sola pasarela crucero en ningún lado del charco.
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