La Semana de la Moda de Paris ha confirmado esta temporada porqué siempre es y será la capital de la moda. Mientras que la crisis (económica y de ideas) ha afectado a otras pasarelas, en Paris hemos visto unos desfiles maravillosos, como el desfile de Chanel, y por supuesto, éste de Lanvin que año tras año va mejorando y creando prendas cada vez más sensuales, sofisticadas y perfectas. Sólo él hace sublime lo sencillo.
Las telas son preciosas y Alber Elbaz las sabe trabajar para crear volúmenes, fruncidos, drapeados deliciosos que feminizan el cuerpo en vez de desdibujarlo. Los colores son vibrantes, únicos, se mezclan entre ellos en combinaciones inusuales y se alternan con el negro para ganar en elegancia. Además de los habituales minivestidos, faldas y tops, en Lanvin apuntan a los pantalones cigarro que se acortan hasta el tobillo como una de las prendas imprescindibles de la próxima primavera verano.
Tampoco han faltado el clásico entre los clásicos, el little black dress que Alber Elbaz sabe modernizar y quitar rigidez de mil formas distintas.
Según transcurría el desfile los vestidos se iban haciendo más y más complejos, hasta terminar en una apoteosis de vestidos decorados con aplicaciones de pedrería sobre telas de colores brillantes.
Sólo un genio como Alber Elbaz podría hacer elegante uno de los estampados con menos gusto, el estampado animal.
La colección de zapatos es igualmente espectacular. Stilettos que terminan en punta y que van desde el tono natural de la piel a los tonos más llamativos.
Las joyas también han tenido un gran protagonismo durante el desfile, al igual que ocurrió en su colección para este otoño-invierno.
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