No cabe duda de que Stella McCartney es una de mis diseñadoras favoritas. No sólo porque su obra a favor de los animales me encanta; sino porque su estilo se mantiene, pero a la vez nos regala gratas sorpresas con cada nueva colección. Ultrafemenina como siempre, muy romántica, tal vez puede que sea resultado de estar a punto de dar a luz; muy etérea y muy ready-to-wear.
Comenzó con un vestido muy boho chic y floral como los que han sido tendencia en este año, me recordó mucho al que lucío Lilly Cole de Jovovich-Hawk en los colores, pero el corte era más setentas que sesentas. En realidad el show estuvo lleno de colores tierras y amarillos con las flores como protagonistas. Ya se los dije muy étereo, un poco como "sueño de una noche de verano".
El azul puso la nota de color, pero en un tono tan pálido que me recordó las nubes de primavera. Hasta la escenificación parecía susurrarnos el murmullo de las hojas de los árboles. Como siempre aparecieron los vestidos sueltos y voluptuosos que son característicos de Stella, pero también en sus clásicos trajes de dos piezas de corte límpido y pulcro.
Los volantes estuvieron presentes en vestidos y escotes, así como en algunos ruedos y mangas. Eso acrecentaba la sensación de relajamiento y pureza de la colección. El blanco no pudo estar ausente, porque era el punto esencial para llenar de mayor limpieza a una colección volátil, fluctuante y comodísima.
Las telas que imperaron fueron el chifón, el satín y la seda. Cortes limpios para los trajes de dos piezas y lo que podía lucir como un camisón, dió paso a una soltura en el ambiente.
Especialmente notorio fue el muro de hiedra realizado por el botánico Patrock Blanc, el cual será donado a un proyecto de casas de bajo coste en Boloña como parte de un esfuerzo por enseñar ecología en las calles. no se a ustedes, pero a mi se me antojaban tan setenteros algunos modelos, en el sentido de 70's de crucero o de vacaciones. Fue una colección preciosa.
Vía | Style.com
