El estadounidense Alan Andrew y su pareja belga, Vincent Proost, buscaban una casa de vacaciones en Portugal cuando encontraron una casa de campo que llevaba 50 años abandonada al sur del país. Este es el principio de una historia que acaba con la granja convertida en una espectacular y minimalista posada en el Alentejo portugués.
Tras dos décadas viviendo en Londres, querían mudarse y empezaron a buscar un nuevo hogar en Portugal. Así que se fueron a pasar una temporada explorando el país. De este modo, tras viajar unos meses por el país, ambos se enamoraron del Alentejo, a unos 190 kilómetros al sur de Lisboa, y decidieron buscar una casa allí. Visitaron más de 80 propiedades pero, al final, la pareja se enamoró de una casa de campo en ruinas situada en Figueira e Barros.
La casa había estado abandonada durante más de 50 años y los retos que presentaba no iban a ser fáciles. Para empezar, el tejado se hundió y tuvieron que meterse en un proyecto mucho más grande de lo que esperaban para la transformación.
Entre las primeras ideas que tuvieron con constructores y arquitectos, surgió la de convertir el granero de la finca en la casa de la piscina, con el fin de poder vivir allí mientras se desarrollaba la obra. Sin embargo, cuando el Covid paralizó el proyecto, se tuvieron que quedar en el establo de la propiedad, que no tenía ni electricidad. Por suerte, el granero se completó en pocos meses y pudieron vivir allí mientras seguían los trabajos de la casa principal.
No obstante, tras el hundimiento del tejado, era imposible reconstruirla, por lo que la casa original fue finalmente demolida en septiembre de 2020. Así que la obra se prolongó durante casi tres años. Un tiempo en el que, además, la pareja tuvo que cuidar de los más de 1500 olivos que tiene la finca y de los animales de la granja.
Ahora, Casa Baio es sostenible y se mimetiza con el entorno. Aunque es una casa de campo moderna, incorpora materiales locales tradicionales como baldosas de terracota hechas a mano. Además, la casa tiene un sistema de calentamiento solar de agua y también está equipada con paneles de energía solar. La casa principal tiene cinco habitaciones y una piscina al aire libre, mientras que la casa de la piscina es de tipo estudio.
Al finalizar las obras, la pareja convirtió la finca en una casa de huéspedes con cuatro habitaciones con baño disponibles para reservar durante una estancia mínima de dos noches. Sin embargo, el destino les tenía preparados otros plane y tuvieron que venderla cuando a Andrew le diagnosticaron una afección cardíaca rara por la que tuvo que limitar la actividad física que realizaba y le impedía afrontar el trabajo físico que supone gestionar una granja.
Fotos | Vincent Proost y Duarte Bibar
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