Su estilismo en la Gala del MET no fue más que otra expresión de esa nueva Rihanna que navega entre lo andrógino y lo pandillero, lo femenino y lo masculino, rozando casi siempre el mal gusto o simplemente haciendo alarde de una particular visión de la moda. He ahí el dilema.
Está claro que en su condición de diva del r&b quedan implícitas ciertas licencias, como abusar de los corpiños, de los leggings, de las chaquetas de chándal o de las uñas postizas, pero antes de cortarse el pelo, teñírselo de negro y ponerse unas mechas a lo Cruella D’Vil, la cantante de Barbados era adicta a los vestidos y minifaldas.
Ahora a lo que es adicta es a las chaquetas en la línea de las de Balmain; convirtiéndose así en un clon de Michael Jackson, aunque la que lleva en la foto, la amarilla, es de Marc Jacobs primavera-verano 2009; a los trajes en la línea de Corrupción en Miami, o a los jeans deslavados y rotos. Ni rastro de sus piernas.
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Fotos | thefashionspot
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