Está claro que ya no existe un único modelo de familia sino muchos modelos totalmente nuevos. Y ninguno es igual al otro, y cada uno de ellos presenta también nuevos retos y muchas preguntas que no nos habíamos planteado antes.
Relacionarnos con los hijos de nuestra nueva pareja, con sus ex o explicarles a nuestros propios hijos el cambio de la situación requiere nuevas normas y reglas, una nueva etiqueta.
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, la media de duración de un matrimonio en España es de 15,8 años, el número de divorcios se ha incrementado en un 5,6% en los últimos años, el de separaciones un 5,6% y el de nulidades, un 2,7%. Eso sin contabilizar las rupturas de las parejas de hecho, una fórmula cada vez más popular entre las parejas y que no se ha contemplado.
Además, según este último estudio, hasta en el 69,9% de los casos en los que hubo niños implicados la custodia fue otorgada a la madre, pero la custodia compartida gana peso y ya se concede en uno de cada cuatro divorcios, cuando en el año 2007 sólo ocurría en el 9,7% de los casos. Estamos hablando de una subida de hasta quince puntos en los últimos ocho años.
No hay ninguna duda de que estamos ante una nueva realidad. Una realidad en la que ya no hay presente un sólo modelo familiar, sino que nos encontramos con muchas variaciones del tradicional: padres solteros con niños, familias separadas que han vuelto a casarse, matrimonios de parejas homosexuales, parejas de hecho que conviven con los hijos del matrimonio anterior de uno de ellos…
Un nuevo escenario requiere una nuevas reglas
Entender este nuevo escenario requiere de toda nuestra empatía y comprensión, sobre todo a la hora de tratar con los niños y ayudarles a superar esa transición en algunos casos donde ha habido una separación o la muerte de uno de los cónyuges.
Según estos mismos datos, en las nuevas familias que se forman tras estas separaciones y divorcios, la proporción de mujeres con hijos es más alta que la de hombres, pues muchas veces en los procesos de divorcio los niños quedan en manos de la madre y no del padre.
Las nuevas familias reconstituidas necesitan apostar por crear una organización familiar corresponsable en ese nuevo escenario de convivencia, teniendo en cuenta que los hijos pueden estar unas semanas y otras no, que hay muchas posibilidades de que ambos adultos trabajen y tengan que compartir la responsabilidad doméstica, pero también el cuidado de los menores, acompañarles al médico, hablar con sus profesores, responsabilizarse de sus actividades de ocio y extra-escolares, que a veces habrá que discutir opciones muy personales con una tercera persona (el otro progenitor) que no está presente, hacer encaje de bolillos con las fechas de todo el mundo, y por supuesto, también no olvidemos que puede que haya hijos en común e hijos de otras relaciones.
Y aunque, especialmente las madrastras y también los padrastros han tenido muy mala fama gracias (o más bien, todo lo contrario) a la literatura tradicional, hoy en día cualquier persona que inicia una relación sabe que tiene que adaptarse a las circunstancias que trae la otra persona. Y a veces esas circunstancias pueden ser complicadas.
Diez normas de buen comportamiento y urbanidad para las familias del siglo XXI
El primer paso fundamental para afrontar las relaciones en los nuevos modelos de familia es contar con el nivel adecuado de respeto, comprensión, empatía y, especialmente, de cariño.
La verdad es que el cariño es la clave para que todo fluya, tener muy claro que cuando quieres a una persona es importante que quieras a quién más quiere esa persona en el mundo. Vamos, a sus hijos.
Pero además del amor, hay una serie de consejos de etiqueta a seguir que puede facilitar la convivencia en un hogar .
Por ejemplo, Jann Blackstone y Shary Jupe, los autores de Ex-Etiquette for Parents: Good Behavior After a Divorce or Separation hablan de diez normas básicas, basiquísimas de etiqueta (o ex-etiqueta, como dicen ellos):
1.- Poner primero a los niños.
Los niños necesitan tiempo para asumir la separación o la pérdida. Hay que respetarlo y ponerse en su lugar. No forzar la cercanía, dar a los niños tiempo para crear esos lazos afectivos y priorizar primero la cercanía verbal, hasta que la cercanía física surja espontáneamente.
2.- Pedir ayuda cuando realmente se necesite.
A la familia. A la ex pareja. A la familia de la ex pareja. Ayuda profesional. Lo que sea necesario. El momento lo requiere y se trata de una inversión a largo plazo.
3.- No hablar mal de nadie. Especialmente no hablar de más o en contra de los ex delante de los niños. Al contrario: hay que intentar fomentar que estén bien con ese otro progenitor que no convive en el hogar, reconocer su papel e importancia, y apoyar toda la comunicación y el contacto constante.
4.- Los padres biológicos hacen las normas, los padrastros les apoyan.
Lo ideal: ser parte de la solución, no del problema y apoyar a la otra persona en las decisiones que tome a la hora de educar a sus hijos. Los padrastros tienen que encontrar su nicho poco a poco. Es decir, no es bueno forzar ejercer de padre de un día para otro. La autoridad hay que ganársela poco a poco, día a día y de manera natural.
5.- No ser malintencionado.
E intentar que sentimientos como los celos, el resentimiento, el odio o la furia se interpongan en las relaciones y se hagan con el protagonismo en las conversaciones.
6.- La empatía es la herramienta para solucionar los problemas.
7.- Ser honestos y sinceros.
8.- Fuera el rencor.
Para muchas personas es difícil tener que hablar con su antigua pareja, pero por el bien de los niños es necesario anteponer las necesidades de los adultos a las suyas.
9.- Respecta el santuario del otro, su lugar en la familia, su espacio personal.
Antes de lanzarse a la aventura acordar la forma del escenario: desde el lugar para vivir, cómo compartir el dinero, las normas de convivencia, los roles de cada uno, las funciones de cada uno, etc.
10.- Hay que comprometerse, todas y cada una de las veces que se pueda.
Decía Tolstoi que todas las familias son desgraciada a su manera. Pero igualmente pueden ser felices. Sólo hay que ser capaz de identificar unos objetivos en común, priorizar la educación para que los niños sean los que menos sufran y tratar de crear el clima más adecuado para que la armonía y la felicidad común prosperen. ¿Fácil? No, en absoluto, pero está claro que el apoyo mutuo entre los dos progenitores, la responsabilidad compartida y el deseo de crear un hogar común lo puede todo.
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Fotos: Unsplash.com, Wikipedia
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