Para muchos un genio, para otros un sinverguenza, la mayoría reconoce que no hay nada como estar en el momento justo, en el sitio indicado, pero de lo que estamos todos seguros es que Damien Hirst es un gran negociante.
Un encuentro casual con Frank Dunphy y Charles Saatchi, lo lanzó al estrellato, al más puro estilo burbuja financiera, en un momento en que todos deseaban invertir en arte, y se pagaban auténticas barbaridades por obras de artistas emergentes.
Apenas falta una semana, será el cuatro de abril, para que se inaugure la exposición retrospectiva de los últimos veinte años del niño mimado del arte británico y único artista de la historia en ver subastar en Sotheby´s sus obras y rematarse en cifras astronómicas.
Se expondrán obras tan conocidas como la serie The Physical impossibility of death in the mind of someone living (en la mente colectiva de los aficionados al arte está ese tiburón flotando en formol) o Mother and child ,con una vaca y un ternero diseccionados por la mitad.
Y pos supuesto su obra más emblemática, a parte de sus Pils, For the love of God, la calavera con dentadura humana y con casi 9.000 diamantes incrustados por los joyeros del taller de la Maison Cartier.
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