El Bleu de Chanel es un color infinito, fresco como la noche y tan relajante como el agua. Es el último grado de azul antes de llegar al negro más absoluto. A Gabrielle Chanel le encantaba este color.
Partiendo de esta premisa, Jacques Polge – maestro artesano perfumista de Chanel -, creó una fragancia inspirada en el Mediterráneo, en sus cítricos, en sus hierbas aromáticas, en las raíces del vetiver y en la madera de cedro.
La campaña de lanzamiento de este perfume tuvo como protagonista al actor Gaspard Ulliel que dejaba bien claro el anticonformismo masculino a través de estos acordes que no tardaron en conquistar a muchos hombres que, en seguida, se identificaron con la fragancia.
Cuatro años más tarde, Polge ha decidido reescribir la historia de esta fragancia pasando del eau de toilette original a un eau de parfum capaz de dejar a su paso una huella olfativa reconocible de forma inmediata. Como Ulliel, que vuelve a repetir fotografiado por Mario Testino.
Esta nueva interpretación olfativa lo que hace es concentrar los cítricos de Calabria, la menta y las notas aromáticas que anuncian la presencia del vetiver y ese cedro que parece oxigenar la fórmula.
Sólo que, esta vez, aquella madera ambarina del sándalo que en la fragancia original era sólo como un acorde lejano, ahora parece imponerse al frescor aromático gracias al haba tonka y a la vainilla.
Es como si la fragancia hubiese evolucionado hacia una sensualidad más viril, irresistible y adictiva. El frasco en cambio ha mantenido su forma cuadrada tan varonil como icónica, con esos reflejos que varían del negro al azul, y también su tapón magnético para que al cerrarse el logo quede siempre alineado.
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