Tras el enorme éxito del salón SkyLounge durante el Open de Tenis de Madrid - once días trepidantes durante los cuales la Maison Eduardo Sánchez (peluquero oficial de este torneo) no ha parado de atender en sus instalaciones a los tenistas y a las celebrities que, cada día, acudían para verlos jugar -, he tenido la oportunidad, y el inmenso placer de poder entrevistar a su fundador.
Me llamo Eduardo Sánchez, soy de Medellín (Colombia) y también tengo nacionalidad belga. Estuve viviendo siete años en Bruselas, y decidí adoptar la nacionalidad belga porque así resultaba más fácil circular por Europa.
Así podría comenzar la entrevista que le hice esta mañana a Eduardo Sánchez - hasta diciembre del año pasado, director creativo de la marca Jacques Dessanges para todo el mundo -, quien después de casi veinte años dedicado en cuerpo y alma a la misma, creyó que había llegado el momento de empezar a volar con sus propias alas.
Entrevista a Eduardo Sánchez
Eduardo, ¿por qué Bruselas?
Cuando aterrice en Bruselas, llegue con una mano atrás y otra delante; sin hablar el idioma, sin tener papeles, y sin trabajo. Fui porque mi madre tenía una amiga cuya hija trabajaba allí, pero que ni me conocía. Risas.
Yo ya era peluquero - pues me formé en mi país -, y también tenía peluquería. Allí estuve trabajando cuatro años. Al llegar a Bruselas, empecé a trabajar con algunas clientas que eran colombianas, como yo, y que se ganaban la vida como podían, limpiando casas o cuidando niños.
Siempre he considerado que la formación era algo indispensable. Yo mi curso de peluquería me lo pagué trabajando, haciendo con mi madre un plato colombiano que se llama tamales. Nos levantábamos a las tres de la mañana para hacerlo, y para que luego yo lo pudiera llevar a un supermercado donde trabajaba una amiga mía. Así, las chicas que allí trabajaban, y que no les daba tiempo a desplazarse hasta sus casas a la hora de la comida, compraban esos tamales. Eso, a mi me permitió pagarme mi formación como peluquero.
Es decir, que además de un peluquero maravilloso cocinas como un chef, ¿verdad?
Risas. Me encanta cocinar. Hay dos momentos en los que me olvido de todo: cocinando y bailando. Se me da fenomenal la salsa, la cumbia y todos los ritmos tropicales porque son con los que me crié.
La hija de la amiga de mi madre me presentó a un chico, que aunque era colombiano había nacido en Marruecos. Trabajaba en un agencia de viajes, y jugaba en un equipo de voleilbol. Este chico me dio su tarjeta, y me dijo que si alguna vez necesitaba algo, que le llamara. Cuando el casero de mi amiga, me dijo que no podía quedarme compartiendo el piso con ella, le llamé y me dio posada. Conseguí un trabajo en un asilo de ancianos para limpiar, y por las noches asistía a un curso para aprender francés, en la universidad de Lovaina.
A partir de ahí, y después de fregar muchas escaleras, conseguí poderme pagar mi propia habitación, y empecé a trabajar en una peluquería. Les debí gustar, porque se ofrecieron a hacerme todos los papeles. La verdad es que, al estar muy seguro de mi trabajo y de lo que quería, me mostré intrépido, y no dudaba en empujar las puertas de los salones pidiendo trabajo, aunque no tenía papeles, y no hablaba apenas francés.
¿Cuánto tiempo había pasado desde que habías llegado?
No mucho, a penas un año. Ahora que yo, a los tres meses, ya hablaba bastante francés. Tuve suerte porque en clase éramos sólo cuatro alumnos. Tres japonesas y yo. Las japonesas terminaron odiándome porque yo no paraba de preguntar. Cuando terminamos el curso que duró tres meses, un día me encontré con la profesora en el metro, y me dijo: “Yo no se si es que yo soy muy buena profesora, o tú muy buen alumno, pero nunca he tenido un alumno que aprendiera tan rápido y tan bien como tú”.
¡Fijo que te enamoraste!
Risas. ¡Eso siempre ayuda, que duda cabe! Entonces, fue cuando descubrí a Dessanges y esa imagen que tanto me gustaba. Me enamoré de la marca, e intenté trabajar con ellos, porque pasaba por delante de sus escaparates y veía su trabajo, y las fotos de los visuales que exponían me parecían lo más de lo más.
Mientras estuve en Bruselas, nunca pensé en el clima. Me daba igual que lloviera, que hiciera frío o que se hiciera de noche muy pronto por la tarde. Para mi todo eso era nuevo, y tenía mucho encanto. Estaba muy centrado en mi profesión, y ni me planteaba la posibilidad de volver a Colombia. Hasta que un día, miré por la ventana y pensé: ¡Uy, qué día tan gris! A partir de entonces, empecé a pensar que se había acabado, que tenía que irme de allí.
Entonces, me puse a buscar en los periódicos, y en los anuncios clasificados vi un cartelito que decía: "Dessanges busca peluqueros para proyecto en España". Llamé, me dieron una cita, hablé con quien desarrollaba toda la franquicia en el Benelux, y me invitaron a que pasara por la escuela para estar con ellos, y aprender no tanto la técnica, sino toda la filosofía de la marca.
Aprendi mucho, a estudiar la morfología, la psicología de la clienta; a ser capaz de identificar cómo es a través de su forma de vestir y de su estilo de vida; y a hacer que lo que tú le puedas aportar con un corte de pelo se convierta, además de en un traje a la medida, algo fácil y cómodo para ella. Aprendí tanto con ellos que la prueba es que me quedé casi veinte años.
De Bruselas me vine a España, a Puerto Banús en Marbella donde estuve un año, y donde atendí a mucha clientela internacional. Recuerdo que después de haber atendido a una clienta en francés, hablé con otra en castellano que me preguntó cómo es que era que hablaba tan bien el español. Pensaba que era francés, y no colombiano. Risas.
Cuando cerró el salón Dessanges regentado por Michel Meyer, me propusieron abrir un nuevo salón en la calle Claudio Coello en el que, además de mi, trabajaban otras cuatro personas. Estuvimos juntos unos cinco años, y a los cinco años yo ya tenía ganas de emprender el vuelo solo. Les plantee el que quería abrir yo sólo una franquicia, aquí, en España. Pero, claro, ¡no quería que me fuera! Entonces, me ofrecieron quedarme al cincuenta por ciento. Pero, yo sentía que quería mi propio salón; mandar y equivocarme yo. Una clienta me aconsejó que propusiese comprarles el salón ya existente. Después de meditarlo, me contestaron que podía dar un señal, y financiar el resto, para irlo pagando poco a poco. Así fue como me quedé con el salón.
Después abrí un segundo salón, cerca del Bernabéu, intentando siempre no hacerme indispensable, que funcionara por si mismo. Puse al cargo a dos personas de confianza que tenía aquí, en Claudio Coello: una colorista y un peluquero; y les di la oportunidad de asociarse con nosotros. También tengo a parte de mi familia trabajando conmigo. Soy el pequeño de once hermanos, el benjamín. Me traje a seis hermanos con sus esposas, con sus hijos, y casi todos trabajan conmigo y para mi.
Un buen día, la secretaria del CEO de Jacques Dessanges me llamó para comunicarme que éste iba a estar en Sevilla con motivo de un lanzamiento de Camille Albane (otra de las marcas del grupo) y que me quería ver. Fui a Sevilla en compañía de Fernando, mi pareja, para oír cómo me preguntaba: "¿Qué tal estás de tiempo? ¿Te gustaría ser el director creativo de la marca para todo el mundo?".
¿Qué te vino a la mente? ¿En qué pensaste en ese momento?
Todo pasó por mi mente como en un flashback: mi salida de Colombia en las condiciones en las que salí, de cómo llegué a Bruselas. Nunca he querido frivolizar con las dificultades que tuve que pasar, porque las mías no fueron nada comparadas con las que tuvieron que pasar otros. Yo, mal que bien, aunque di tumbos nunca tuve que dormir en la calle. Dentro de todo, yo he sido muy afortunado, pero también muy luchador, y siempre he tenido las ideas muy claras.
¿Quién te aconseja? ¿De dónde sacas esa sensibilidad que te hace diferente?
La idea de hacer una ilustración de la Maison se me ocurrió porque yo no quería sólo cambiar de nombre, dejarlo todo como estaba llamándome de otra manera. Quería que hubiese detrás un concepto, una idea clara. Porque con tantos años de experiencia, ya he visto mucho, y quería ponerle mi propio sello al proyecto. Entonces pensé que el visual más bonito para entrar en mi nueva web sería la imagen de esa maison, de esa casa soñada, para transmitir esa sensación de calidez, que es algo muy mío.
Yo me considero una persona muy cercana a la gente y un buen anfitrión. A mi me gusta recibir. Por eso no pensé en salón de peluquería, ni "salon de beauté" ni de "coiffure", sino Maison como una extensión del salón de mi casa. Mi deseo es que cuando mis clientas estén en mi casa se sientan a gusto, porque se que hay muchas mujeres a quienes no les gusta ir a la peluquería, y que viven la peluquería como una pérdida de tiempo. Yo confío que quien venga a mi casa se sienta a gusto.
De cara al logo, yo tengo un amigo español, que vivió muchos años en Francia, Rodrigo Aguadé, que estudió arte gráfico. Y es una persona con mucho talento. Ahora vive en Madrid. Cuando le comenté el proyecto me dijo que el quería hacerme el logo. Me presentó 3 propuestas finales y 20 experimentales. Y entre una de estas experimentales encontré el logo, y cuanto más lo miro, más me gusta. Inspira confianza, seriedad, y los colores porque quiero esa calidez que proporciona el marrón chocolate negro y el cobre porque son colores que tienen mucha personalidad, y juntos hacen una combinación muy bonita. Además, dentro del proyecto de remodelación de los salones, el suelo que hoy es mármol lo voy a cambiar por madera. Para mi la tarjeta de presentación es importante porque es lo primero que la gente percibe de ti.
Cuando en Dessanges me propusieron encargarme de la dirección artística, dije que me hacía mucha ilusión y que era un honor y un gran reto para mi. La acepté, y estuve al pie del cañón durante dos años y medio. Hice tres colecciones. Hice también una colección para la alfombra roja del festival de Cannes. Y acabo de crear una para la Maison a la que he llamado “Love is in the Hair”, que presentaremos en sociedad el próximo día 22 de mayo, aquí, ambientado por un DJ y con catering de Thai Gardens.
¡Hala, la casa por la ventana!
Emilo de Thai Gardens forma parte de mi historia. Fue la primera persona que yo conocí cuando llegué a Madrid, cuando su restaurante era lo más de lo más. Somos muy amigos, y nos hemos ayudado mucho. En su momento, yo creé unos jueves en los que abríamos hasta las once de la noche, para permitir a las señoras que trabajaban hasta tarde poder venir con una amiga, y les ofrecíamos unos aperitivos de Thai Gardens y un champancín. Eso lo hicimos durante un par de años, dio muy buen resultado y estuvo muy bien. Ahora que estamos organizando el Open Day para mi nueva marca era justo que estuviera él también.
Otra persona que conocí cuando llegué fue a Elvira García, una maquilladora con mucho talento que tiene una escuela de maquillaje llamada Truco Make Up. También he contado con ella para que se ocupe del maquillaje de la colección Love is in the Hair, para el shooting que hemos realizado en París, firmado por el fotógrafo André Rau.
Mi madre siempre decía aquello de que "Cuando Dios no está manda el angelito". Yo creo que tenía razón, que siempre he tenido al ángel de la guarda haciendo horas extras. André Rau es un hombre encantador, y nos hemos hecho buenos amigos. Hemos quedado en volvernos a ver en París dentro de poco.
¿Y las modelos, quiénes son? ¿Hay alguna conocida?
Hice el casting en París. Yo quería a una morena y a una rubia. Al casting morenas sólo se presentaron dos. Annie, una chica española morena fue la primera, y la rubia que elegí fue la última. Fue una experiencia muy bonita porque el shooting se hizo en casa de André en París, en Neuilly.
¿Qué tal has quedado con Dessanges?
Este año decidí dar por terminado el ciclo de vida que me unía a Dessanges y emprender mi propio camino. He sido su mejor cliente en España durante casi veinte años, he contribuido a poner su marca en lo más alto. La gente cuando venía al salón, venía a Dessanges y no a Eduardo Sánchez. Hay que entender que en la vida hay momentos para todo, y siempre hay que quedarse con lo bueno, que a lo largo de estos veinte años ha habido mucho. Los recursos humanos de una empresa son los que muchas veces consiguen que se tenga éxito. Hay que cuidarlos mucho, no hay que perderlos de vista, porque sino se pueden llegar a correr grandes riesgos. Pero yo se que hay un buen fondo, por lo menos por mi parte sí que lo hay, cuando las aguas se calmen todo volverá a su sitio, porque me consta que hay cariño por ambas partes.
¿Sigues utilizando sus productos?
Durante el Festival de Cannes conocí a Caroline, la fundadora de Leonor Greyl, que tiene una historia muy particular porque su madre es española, de Asturias, pero que se trasladó a vivir a Francia durante la guerra, y se casó con un francés, y crearon la marca. Nos conocimos y nos dimos cuenta de que hablábamos el mismo idioma, aunque de una manera distinta porque ella lo hace desde los tratamientos capilares y yo soy el que sublimo su trabajo. Pero como Dessanges es el peluquero oficial del Festival de Cannes, nunca pudimos trabajar juntos.
Cuando el 31 de diciembre mandé un WhatsApp a mis amigos comunicando que había decidido dejar la marca Dessanges para emprender mi propia andadura, enseguida me llamó diciendo que no podía creer lo que le decía, y que entonces sí que me podía venir a ver a Madrid. Vino, conoció los salones, que le encantaron, pero me dijo que tenía suficiente talento para crear una colección propia y colgar las fotos de esa colección en las paredes. Llegó el 14 de febrero, Día de San Valentín, y me ofreció como regalo, organizarme todo lo referente a la producción de la nueva colección que creara para Maison Eduardo Sánchez, en París, con André Rau.
Tuvimos exactamente un mes para inspirarnos. Yo quería hacer una colección que fuese atemporal. Me fijé en el look de las mujeres desde los años 50 hasta hoy, revisitando cada estilo, y poniéndolo al día. Las mujeres quieren tener opciones y que no las encasillen en una sola cosa, porque cada mujer es un mundo. Por eso me gusta hacerles un trabajo "sur mesure". Abarcamos mucho, y he podido expresar como veo a la mujer. No ha sido una cosa de un mes, sino que llevo muchos años madurando esta idea. Para hacer una colección se invierte una energía muy grande porque al final es una manera de expresarte y de mostrarte, y lo pones a la vista de la gente para que te de su opinión. A partir del día 22 de mayo se podrá ver toda esa producción.
¿Has tenido en cuenta a los hombres en tu nuevo proyecto?
Dentro de nuestro proyecto de nueva imagen tenemos pensado hacer una barbería a la antigua usanza. El hombre cada vez se cuida más y se da cuenta que el cuidado no tiene nada que ver con la virilidad. El hombre también necesita sentirse guapo. Nosotros también queremos que nos miren y gustar. Este proyecto se pondrá en marcha para la "rentrée", a partir de septiembre. La responsabilidad de las barbas se la voy a dejar a Omar, un chico italiano de Turín que es un gran profesional, y luego iremos ampliando el equipo, buscando a una persona especializada en barbas que venga, por ejemplo, los fines de semana. Será un trabajo de fondo, que habrá que ir vendiendo y consolidando. Toda esa nueva imagen del salón, que realmente se parece a mi, será quien cierre la cuadratura del círculo.
¿Quiénes son tus amigos? ¿Quiénes te aconsejan?
Risas. El primero, Fernando, mi pareja, que trabaja como director de marketing en un gran banco. Llevamos dieciocho años juntos. Abrí el salón en septiembre y lo conocí en noviembre. En esta nueva etapa me ha ayudado muchísimo. El es muy crítico y me ha puesto las pilas durante todo este proceso de crear la nueva imagen. Tengo mucho que agradecerle igual que a Rodrigo, a Joanna mi asistente personal y mano derecha, y a los chicos de Alem Comunicación.
Mis amigos son gente muy variada. Gente que está muy metida en el mundo del arte como interioristas, diseñadores gráficos, gente de marketing, y luego también podólogos, o directores de empresas importantes, pero todos me enriquecen y me hacen tener los pies en el suelo. Yo aprendo mucho de ellos. A mi me gusta lo que hago, me mueve la pasión, y lo que yo hago me parece normal, lo hago sin que me tengan que empujar. Yo soy muy amigo de mis amigos. Cuando establezco una amistad con alguien, siempre la mantengo. Yo soy de los que llaman a sus amigos, de los que quieren saber cómo les va. Siempre los tengo presentes. Eso es lo que hace que, aunque estemos mucho tiempo sin vernos, el día que nos volvemos a ver es como si no hubiese pasado el tiempo
¿Tú también has ayudado a algún compatriota, también has ofrecido posada?
En estos momentos tengo a dos personas de Colombia durmiendo en mi salón. En Colombia también me pasó una cosa muy bonita. En un viaje que hice conocí a un chico que, sin saber quien era, me comentó que su máxima ilusión era convertirse en peluquero, pero que no tenía dinero para pagarse el curso. Yo le dije que le podía echar una mano para que pudiese estudiar. Lo lleve a la academia donde yo había estudiado, y le pagué seis meses, y le compré todas las herramientas, y le dije que a partir de ahí ya era responsabilidad suya. El chico lo supo aprovechar muy bien. Ha salido adelante, está trabajando, y muy contento. Para mi ha supuesto una enorme satisfacción poder ayudar de verdad a alguien.
Me despedí de Eduardo agradeciéndole su tiempo y generosidad por compartir con los lectores de Trendencias Lujo toda su trayectoria y su visión. Ahora, cuando oigáis hablar de la Maison Eduardo Sánchez, ya sabréis quien está detrás del personaje.
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