By Kilian es una gama de perfumes de carácter creada por Kilian Hennessy (heredero de la familia que fabrica el famoso coñac de mismo apellido), un joven lleno de buen gusto que nada entre aromas desde su más tierna infancia, y que cuenta también con una formación muy sólida en lo relacionado con la perfumería.
La última colección firmada por Kilian se llama "En el jardín del bien y del mal", y está compuesta por tres fragancias que evocan a la fruta prohibida. Generalmente, las notas afrutadas suelen estar proscritas entre los créateurs - puede que porque se haya abusado de ellas hasta la saciedad en la perfumería de masas -, y puede que, también, porque resulta difícil crear un perfume afrutado con clase, que no recuerde a un gel de ducha.
Quizá este fue el reto que animó al guapérrimo Kilian a lanzarse en esta aventura del fruto prohibido. Si no, ¿qué gracia hubiese tenido? ¡Habría resultado demasiado sencillo! Yo, por mi parte, después de haber olido las fragancias, sólo puedo aplaudir con entusiasmo.
Aunque reconozco que, personalmente, suelo sentir una especial debilidad por los perfumes nicho – ya sabéis, esos que tienen mucha personalidad, resultan caros, y cuentan con una distribución muy reducida -, estos recién nacidos gozan de esa suavidad que tanto me gusta, pero con un je ne sais quoi añadido que les proporciona mucho carácter. Con este perfume es muy fácil hablar de notas de salida, de corazón y de fondo, porque resulta facilísimo distinguirlas. Bueno, más o menos.
El perfume se abre con una explosión de especias: canela, comino, y cardamomo. Después, es como si el perfume evolucionara hacia un corazón de albaricoques y de ciruelas que recuerdan un poco a las manzanas caramelizadas con un toque de rosa. Al final, los vapores del incienso y del sándalo proporcionan unas notas amaderadas. La autora de este perfume es Calice Becker.
El packaging, exuberante y sensual como una joya, está inspirado en las cajetillas de cigarrillos Art Decó propias de los años veinte. Un juego contradictorio entre exceso y sobriedad, merced a un blanco inmaculado - símbolo de inocencia y de pureza -, que contrasta con la opulencia y el brillo del oro como marcador de riqueza y de vanidad. En cualquier caso, un pecado de orgullo.
El frasco está grabado a ambos lados con un fresco en relieve donde se entreven dos serpientes entrelazadas, una puerta, una manzana y una viña. El dúo de serpientes representa el símbolo de la tentación asumida. La puerta abre paso al paraíso de Kilian donde las posibilidades son infinitas. La manzana, participa en la trama olfativa de esta colección simbolizando a todas aquellas frutas prohibidas, y la viña es un tributo al dios Dionisios, dios del exceso y de la embriaguez. ¡Muy bien traído cuando se habla de perfumes!
Sólo tenemos que cerrar los ojos, y dejarnos embriagar por este aroma, y todos los símbolos que asociamos al pecado original empezarán a inundar nuestros sentidos: a medida que va revelándose la manzana, la serpiente parece ir enroscándose, hasta que todo el jardín del Edén se materializa, transformándose en una tentación que nos lleva al terreno carnal en búsqueda del éxtasis.
Ahora que se acerca el Día de la Madre, ¿por qué no sucumbir a nuestros antojos más secretos, ofreciéndole también a ella una entrada de excepción al Jardín del Edén?
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