No sé si habéis visto la película My Fair Lady, un remake de un clásico inspirado en la mitología griega, Pigmalión, que narra la historia de una florista algo zarrapastrosa, encarnada por Audrey Hepburn, que se convierte en una dama distinguida. Pues bien, digamos que Mary-Kate Olsen es la florista, que no la señorita refinada.
Y es que la gemela rebelde parece que se empeñe en invertir el mito, y ella, que podría ser una monada, y que a veces, nos da alguna alegría que otra; porque si hay alguien que se atreve con los estilismos extremos sin miedo al ridículo, es ella; cuando pasa la frontera entre lo informal y lo dejado, se equivoca totalmente.
Porque la sensación que da es demasiado, demasiado, deslavada (y esa chaqueta de terciopelo, o el abrigo batín en verde agua, con cualquier otra cosa, quedarían estupendos).
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