Seguimos a vueltas con las colecciones resort, y tras un pequeño parón, las grandes firmas se manifiestan. Con Donatella Versace llega de nuevo el color, vuelven el fúcsia, el coral, el morado y el azul cielo. Si sus propuestas pre-fall fueron todo un ejercicio de sobriedad para la señora del exceso, esta vez vuelve la mujer Versace, opulenta y sensual, aunque con cierta moderación y comedimiento. El tono es aquí bastante suave y sport.
Lo que está claro es que esta no es una colección de lucimiento, así que no ha lugar a decepción, esto es un divertimento pasajero, un puro pasatiempo. Y me alegro de que Donatella haya decidido regocijarse en los tonos vivos y fuertes, la minifalda, el trench, y por supuesto, el eterno vestido camisero de seda.
Con su maravilloso Atelier Versace parecía que Donatella había firmado la paz con la superabundancia, que le había dado tregua al oro por el oro, al excedenete de ornamentación. Y efectivamente las líneas son más rectas, las formas se adhieren al cuerpo pero no se pegan, y sí, sigue el estallido de color, pero es que la hermana de Gianni es una mujer vital y enérgica.
Eso sí, las joyas me parece que le hacen un flaco favor a unos looks ya de por sí bastante marcados, hay muchas, muy grandes, y muy étnicas. No me cuadran demasiado con el estilo casual presentado.
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Vía | WWD
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