Por la parte de Alexander McQueen siempre hemos estado atentos a cualquier propuesta. Su muerte en 2010 dejaba a Sarah Burton como la continuadora del legado y hasta el momento la diseñadora inglesa había ido acertando con sus colecciones que iban paulatinamente distanciándose del legado de su maestro para ofrecer una visión más allá del recuerdo. Con la presente Otoño-Invierno 2012/2013 el paso dado ha sido hacia atrás.
La sombra de McQueen no es una cualquiera. Uno de los grandes de los últimos años siempre será una piedra de choque contra la que surgirán mil comparaciones, más aún en su propia firma. Sarah Burton acertó muy bien en la Primavera-Verano 2011 y en el posterior Otoño-Invierno 2011/2012. En el actual verano mantenía esa visión que me es incapaz de definir con un solo término por falta de ellos.
La impresión que me he llevado al ver la colección para el próximo invierno es el hecho de no estar ante Alexander McQueen. La excentricidad del diseñador británico se cambiaba por algo más propio de un Giambattista Valli pasado de rosca y fuera de su línea de confort.
Lo mismo es que no esperaba ver en una de las firmas que nos tiene acostumbrados a ir por delante la misma tendencia yeti de este invierno. También es que para mí el pelo es una de las opciones que menos me gusta ver pese a que la próxima temporada se siga llevado el protagonismo de la pasarela.
La parte de pompones de la colección me parece lo más flojo que he visto de la firma. Detalles que pueden llevar a McQueen por Burton más cerca de un Comme des Garçons sin gracia que de la escuela heredada.
La estela de Gaudí sigue influyendo en Burton, lo mismo que su gusto por el blanco y por esa mujer estridente de McQueen que aquí se va a la nieve con un calzado digno de olvidar.
Un intento de mirar hacia el futuro sin tanto legado, pero un intento fallido.
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