Dice una fórmula matemática que hoy es Blue Monday, el día más triste del año. Las variables utilizadas son claras: ha pasado el suficiente tiempo desde las fiestas navideñas como para que los buenos propósitos hayan quedado en el olvido, el recuerdo de los polvorones se haya hecho fuerte en las cartucheras y no nos quede un euro en la cuenta. Bueno, y que es lunes, hace un frío de morirse y queda un mundo y medio para el próximo periodo vacacional.
Bien, asumámoslo. Es Blue Monday. El peor día del año. Despertador, gruñido, ducha rápida, desayuno recalentado y al atasco. Y más gruñidos. ¿En serio? ¿No hay opción B? Sí, sí que la hay. Hay la opción de darle una patada en el culo al Blue Monday y convertirlo en el mejor día del año. Vamos con unos tips para conseguirlo:
Estrena esa falda. Sí, esa que ni loca te pondrías para ir a trabajar.
Lo del despertador no tiene solución. Si se nos hubiera ocurrido ayer, podríamos haber hecho un par de buenos propósitos que incluyeran levantarnos con más tiempo, pero me temo que, aun así, lo del despertador seguiría sin tener solución. Los despertadores son el mal. Así que vamos a considerar que el día empieza en el lugar donde suelen empezar todas las grandes cosas: delante del armario.
Hoy no es el día para ese pantalón soso que te pones cuatro de cada cinco días laborables. ¿Recuerdas aquella falda monísima que te compraste en un puntazo cuando en realidad habías entrado a comprar regalos navideños? Pues hoy es el día para estrenarla. Ya, ya, ya sabemos que es demasiado chic y que puede que tus compañeros piensen que vienes de reenganche de fiesta. Que puede que acabe con un manchurrón de tóner. Que la tenías reservada mentalmente para una ocasión especial. Bien: hoy es la ocasión especial.
¡Ah! Y no te vengas abajo a mitad de outfit. Esa falda exige taconazo. Avisada quedas.
Convierte el trayecto en un momento de ocio.
El atasco de las ocho parece el momento ideal para que el Blue Monday se convierta en una realidad, así que toca redoblar esfuerzos. Si te toca vivirlo metida en un coche, apaga esa emisora en la que repiten sin parar que el país se va al carajo. Rebusca en la guantera el CD que siempre te pone de buen humor. Anota mentalmente crear una playlist en el móvil con canciones de subidón. Y sube el volumen.
Si te toca ir en transporte público, mejor todavía. Llévate esa novela que te está encantando, pero que nunca encuentras momento para terminar. Métete en la historia. Llora si se muere el protagonista o ríete a carcajadas si la ocasión lo merece. Que no te importe si tus compañeros de vagón piensas que estás pirada. Si la gente empieza a mirarte con sospechas de enfermedad mental, es que lo estás haciendo bien.
Replantea tus propósitos para el nuevo año y deja de procrastinar.
El 31 de diciembre, entre champán y uvas, te viniste arriba con los buenos propósitos. Retomar el gimnasio, dejar de fumar, restringir los carbohidratos, recuperar el contacto con la gente de la facultad, cumplir el planning semanal de tareas domésticas, ir al cine todos los domingos y apuntarte a clases de inglés. Es 18 de enero y no has cumplido ni uno. Bueno, perdón, sí te has apuntado al gimnasio y a inglés, pero ya has faltado a más clases de las que has ido.
Dales una vuelta tus propósitos. Poco a poco. Decide cuáles son los realmente importantes. Quizá no has retomado el contacto con tus antiguos amigos porque siempre fueron un poco imbéciles y es la gente que ahora está en tu vida la que realmente te llena. Quizá no has ido ningún domingo al cine porque lo que realmente te gusta hacer es ver telefilmes arrebujada en una manta; y no hay nada de malo en ello. Quizá no has ido al gimnasio porque sabes que lo odias. Cómprate unas zapatillas de running ideales y sal a correr. Sin más, sin planificarlo, sin presionarte. ¿Quieres dejar de fumar? Hazlo ya. No te angusties agendándolo para un día concreto.
Somos una generación especialista en presionarnos, y los propósitos de cada nuevo año son la prueba más clara. Recuerda qué cosas te hacen feliz y propóntelas cada día. No las conviertas en una lista interminable de ToDo's que cumplir al empezar el año o a la vuelta del verano. Si de verdad tienes un propósito, solo hay un día ideal para ponerte con él: hoy.
Date un capricho culinario.
Hoy no es día para el sándwich envasado de la máquina de la oficina. ¿No dicen los expertos que la hidratación es muy importante? Pues vamos a carbohidratarnos. Un plato de tagliatelle con pesto del italiano de la esquina no nos va a matar. Tampoco el brownie con helado de vainilla que nunca te permites entre semana. Un día es un día, y hoy es nuestro particular Pink Monday, así que tenemos excusa.
Llama a tu mejor amiga y tómate un gintonic con ella.
Por mucho plan de ataque al Blue Monday que estemos llevando a cabo, hay grandes posibilidades de que el día en la oficina haya sido un asco. Róbale unos minutos a tu jornada laboral para enviar un whatsapp a tu mejor amiga y hazle un acoso y derribo hasta que acepte un plan entre semana. Queda con ella en ese after-work tan ideal que suele estar lleno de tíos buenos trajeados. Darse una alegría al ojo no está reñido con el estado civil.
Pedid unos gintonics sin plantearos demasiado que beber a golpe de lunes no es políticamente correcto. Vosotras no habéis decidido que todo mejore con ginebra, eso ya era así antes de que quedarais. Deja que tu amiga te cuente el desastre en que acabó su cita del sábado con aquel chico que parecía tan normal en Tinder. Cuéntale tú que te sientes vacaburra porque el brownie del almuerzo está luchando sin cuartel contra el botón de la falda. Y reíos. A carcajadas. Que os duela la tripa de agujetas al día siguiente.
Acaba el día en lo más alto.
Cuando llegues a casa, no bajes la guardia. El Blue Monday puede aparecer en cualquier momento, así que mejor no lo dejes entrar.
Desmaquíllate bien. Nada de pasarte una toallita rápida mientras haces zapping. Usa todos esos productos que te regalaron en tu último cumpleaños y a los que solo das uso los sábados en que te propones un ritual casero de belleza.
No enciendas el portátil y apaga el móvil. No te rindas a la tentación de consultar el correo del trabajo por si te ha contestado ese cliente tan importante. Ya lo harás mañana en la oficina. Ni te pases dos horas alternando entre Twitter, Facebook y Pinterest, con un programa de fondo en la tele. Ya lo harás mañana en la oficina (no te engañes, todas lo hacemos).
Date una ducha o, si eres una de esas afortunadas personas con bañera, un buen baño de peli americana –es decir, con velas, música relajante y mucha espuma–. Hazte un zumo en la licuadora con esas frutas que se te están quedando pochas y llévatelo a la bañera. Si los gintonics no fueron demasiados, sustituye el zumo por una copa de vino y explícate a ti misma que es zumo de uva.
Ponte un pijama sexy y, si tienes pareja, ponte tontorrona con él. Si no la tienes, ya sabes en qué cajón de la mesilla guardas al sustituto a pilas. Métete en la cama y disfruta. Dormirás como un bebé.
Muy mal habrás tenido que hacerlo si, siguiendo estos consejos, el Blue Monday no se ha convertido en uno de los mejores días del año. Si te has pasado con los gintonics, puede que hayas superado el Blue Monday pero vivas un tremendo Black Tuesday. Si es el caso, ya sabéis: ibuprofeno y paciencia.
Pero, si realmente has conseguido irte a la cama con una sonrisa de oreja a oreja… ¿Por qué no repetirlo todos los días? Sea Blue Monday o no, sigue estando en nuestras manos convertir cada día en un día perfecto.
Fotos | Grace Loves Lace, June Lemon, A Gentle Woman, Kate Ter Haar, Free People, Karolina Grabowska, Madewell y Terminar.
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