La felicidad aparece en todo tipo de citas, eslóganes, libros de autoayuda y decisiones personales. Incluso los gobiernos y las organizaciones internacionales como las Naciones Unidas consideran que es uno de los principales objetivos de una sociedad.
Este reconocimiento a nivel político supone un cambio positivo, puesto que hasta ahora solamente se tenían en cuenta los beneficios o el crecimiento económico a la hora de tomar decisiones políticas o evaluar el éxito de las mismas, pero la felicidad como baremo también tiene sus defectos.
Para empezar, ¿cómo podemos medir y comparar la felicidad de un país? Se trata de algo especialmente difícil si tenemos en cuenta que a la gente le cuesta evaluar de forma precisa sus estados emocionales o que solemos presentarnos a los demás de forma positiva.
También hay que tener en cuenta que en cada cultura la felicidad se entiende de forma diferente, pero comprender qué es lo que hace que la vida merezca la pena en algunos contextos (algo que puede ser diferente de la felicidad) puede ofrecernos un punto de vista alternativo sobre el bienestar.
Por ejemplo, aunque en japonés existen varias palabras que se podrían traducir por "felicidad" o "feliz" (entre las que se incluyen "shiawase" y "koufuku"), existe un término que ha resultado ser esencial para entender el concepto que tienen en Japón de una vida plena: "ikigai".
La palabra se traduce normalmente como "lo que hace que merezca la pena vivir", o lo que es lo mismo, tener un propósito en la vida. En el ikigai se pueden incluir aspectos relacionados con la identidad social de una persona, como el trabajo o la familia, o la búsqueda de la realización personal, como las aficiones o viajar, actividades con un fin en sí mismas.
Recientemente se han publicado un gran número de libros sobre cómo encontrar nuestro verdadero ikigai. De hecho "el boom del ikigai" tocó techo durante los años 70 y 80, probablemente como resultado de dos modas que caracterizaron dicho periodo en Japón: la prosperidad económica y el debilitamiento de los valores sociales supusieron una sensación de inestabilidad en el país nipón durante aquellos años.
Durante los años posteriores, Japón sufrió una larga época de estancamiento económico, algo que ha supuesto un aumento de la inseguridad en la sociedad del país. A día de hoy, los libros sobre el ikigai suelen tratarse más bien de una exportación cultural.
Ahora la idea se vende muchas veces a los extranjeros fuera de su contexto original como una especie de "senda japonesa hacia la felicidad", no muy diferente a lo que pasó hace poco con la moda del "hygge" desde Dinamarca.
Sería fácil calificar el valor del ikigai como una moda pasajera o interpretarlo al pie de la letra ignorando su significado cultural más profundo. En mi opinión, ambas opciones serían un error porque, a pesar de sus limitaciones, el concepto de ikigai tiene mucho que ofrecer.
Las ideas japonesas del ikigai muchas veces se basan en los roles de género: los hombres tienden a decir que es el trabajo o sus jefes lo que les da valor a sus vidas, mientras que las mujeres suelen decir que el sentido procede de la familia o de la maternidad. Este tipo de división por sexos no solamente es algo restrictivo, sino que también plantea un problema para aquellas personas que sean incapaces de categorizar su vida en dichos términos. Los libros de autoayuda japoneses suelen estar enfocados a hombres que están jubilados o en paro o a mujeres solteras.
En este sentido, el concepto de ikigai parece estar estrechamente relacionado a la idea de un rol social claramente definido, algo que ofrece una fuente de identidad y significado, pero también se puede entender que hace hincapié en una sola parte de la vida a expensas del resto. Si creemos que el trabajo es nuestro ikigai es fácil que descuidemos otras actividades importantes que no tienen que ver con el trabajo.
Puede que nos sintamos presionados a buscar nuestro ikigai en una parte concreta de nuestras vidas, ¿pero qué ocurre cuando esa parte ya no está disponible o ya no nos aporta alegría? Afortunadamente, el ikigai también puede cambiar y evolucionar.
El sentido del propósito
Centrarse en la felicidad personal puede acabar siendo algo contraproducente, puesto que la búsqueda activa de la felicidad y la determinación de sentirse o ser feliz puede rápidamente hacer que nos sintamos insuficientes o decepcionados. En este sentido, la felicidad puede ser un objetivo que siempre va a ser inalcanzable y que no es más que un ideal efímero y elusivo.
Sin embargo, perseguir otros objetivos que merezcan la pena puede llevarnos a alcanzar el bienestar. En este sentido, el ikigai es importante porque se centra en una parte de nuestra vida o actividad concreta que hace que la vida merezca la pena: nos da un sentido del propósito de la vida que no tiene que ser algo grandioso o monumental.
A diferencia de nuestro concepto de "propósito en la vida", el ikigai no tiene por qué significar emprender proyectos grandes o extraordinarios que nos hagan superarnos por encima de las experiencias cotidianas. Dichos proyectos también pueden basarse en lo mundano y en lo humilde.
Además, tal y como he aprendido en mi propia investigación con ancianos japoneses, lo que hace que el ikigai tenga éxito es su relación inextricable con el sentido de la maestría, una idea que se conoce como "chanto suru" y que se basa en que las cosas han de hacerse de forma correcta. Como tal, el Ikigai hace hincapié en el proceso y en la inmersión en vez del objetivo final.
Hacer algo lo mejor que puedas hace que la vida tenga más sentido.
Autor: Iza Kavedžija, Universidad de Exeter
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí
Traducido por Silvestre Urbón.
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