Suele ocurrir que muchas veces llegamos a la edad adulta sin entender de qué trata la madurez emocional o sin haberla cultivado nunca, ya que no tiene nada que ver con la edad cronológica de una persona.
"Vivimos en una sociedad de personas adultas que, como regla general, no pueden observar, notar, sentarse o procesar sus emociones. A la gente le cuesta conectar con ellas. De esta manera, no aprendemos a sentirlas dentro de nuestro cuerpo, ni aprendemos a honrarlas. Es una tendencia que crea en consecuencia una alta incapacidad para la empatía, además de un pensamiento muy polarizado, de extremos...", expone Marina Mammoliti, psicóloga clínica.
La pregunta que nos hacemos es cómo ser maduros emocionalmente, teniendo en cuenta que nuestra sociedad no nos enseña ni habla sobre las emociones. O, por decirlo de otra manera, cómo hacer espacio a las emociones de otros sin tratar de dar consejos, cambiar sus sensaciones o consolarles de la manera en la que en realidad nosotros queremos ser consolados. Hablamos con la experta sobre personas emocionalmente maduras:
"Son las personas que tienen la capacidad de afrontar todo lo que les sucede en la vida de manera equilibrada, escuchando sus emociones, deseos y necesidades. Son esas personas que pueden elegir sus prioridades y recurren a todas las herramientas que tienen para poder conseguir dichos objetivos y vivir una vida llena de sentido", explica Mammoliti.
La especialista en psicología clínica nos cuenta que practicar el autoconocimiento es clave, pues es el primer paso de una persona emocionalmente madura. Además, evitar caer en el victimismo y asumen las consecuencias de sus actos. Personas que hacen una cosa y saben que eso tendrá determinadas consecuencias.
"Hay una frase que me encanta de Joshua Liebman: La madurez se logra cuando una persona puede posponer el placer inmediato por valores a largo plazo que le permitan tener una vida llena de sentido", añade la especialista, puntualizando que no existe la madurez absoluta, ya que en la vida estamos todo el rato en constante aprendizaje. Estos son los puntos en los que trabajar para llegar a ello:
1. Entender que las creencias de las personas tienen que ver con sus historias y recorridos personales
Las personas emocionalmente maduras pueden mirar al otro y entender cómo piensan o sienten porque saben que detrás de cada uno hay una historia que tiene que ver con su propia manera de ver la vida. Es decir, tienen la capacidad de explorar creencias más allá de las suyas.
Por ejemplo, si doy con una persona a la que sus padres rechazaron de pequeña, es probable que tenga problemas con las relaciones en las que esta situación vuelva a aparecer en cierta manera. Por eso, ponerse en la situación del otro ayuda a entender a quien tenemos enfrente.
2. Establecer los límites y priorizarse a uno mismo
En un conflicto, las personas emocionalmente maduras deciden hacer una pausa y tomar espacio, alejarse y cerrar la puerta o reformular los acuerdos o límites con el otro para crear un nuevo vínculo con esa persona.
Las personas emocionalmente inmaduras, en cambio, actuarán de manera rápida y sin escuchar lo que sienten o lo que quieren, incluso quizá se vayan de una relación escapándose porque el otro les ha herido. De esta manera, no sirve como aprendizaje, ya que optan por salir corriendo.
En definitiva, una persona emocionalmente madura va a poder escuchar y ver hasta dónde quiere llegar, conociendo sus límites para saber si irse o quedarse.
3. La calma y paz mental va antes que el ego
Las personas emocionalmente maduras pueden observar su ego a conciencia y tomar decisiones más allá de él. Este punto es clave porque las personas emocionalmente maduras entienden que tener razón no es el objetivo de la vida.
"Hay gente a la que no le importa quedar destruida emocionalmente con tal de ganar una conversación. En cambio, las personas emocionalmente maduras van a priorizar su salud mental. No importa tanto tener razón, no es lo fundamental. Lo principal es tener calma, paz y priorizar esa claridad mental. Mi calma va antes que tener razón", explica la experta.
4. La prioridad siempre es uno mismo y después el resto (sí, como lo lees)
Quienes son emocionalmente maduros se auto valoran y entendienden cuando alguien siente dolor. Al mismo tiempo, pueden establecer límites hacia esa persona para no permitir un comportamiento que pueda dañarles.
"Uno puede querer mucho a la otra persona pero más hemos de querernos a nosotros mismos. Sólo así lograremos establecer una relación sana y cuidadosa. Mi prioridad y mi primer amor soy yo, después va el resto", puntualiza.
5. En cada situación hay algo que se puede aprender para evolucionar
Alguien emocionalmente inmaduro va a tender a culpar a todo el mundo de lo que le pasa. Al jefe, a mi amigo, a mi pareja, a mi madre… a todos menos a mirarse a uno mismo y observar qué está haciendo para participar en esa determinada situación y hacer que termine siempre en el mismo lugar. Estas personas tienden a depositar la responsabilidad fuera, no en uno mismo. Puedes preguntarte: ¿en qué estoy colaborando yo para que esta situación se sostenga? Las personas maduras emocionalmente observan y reflexionan para ver de qué manera pueden mejorar la situación.
Hasta en las situaciones más desagradables, o especialmente en éstas, siempre hay algo que podemos aprender. Las personas emocionalmente maduras no culpan a los demás, sino que observan conscientemente y reflexionan sobre la situación, para ver cómo pueden convertirse en mejores versiones de sí mismas.
6. El cómo se procesan las emociones determina los comportamientos
Nuestras emociones determinan nuestras conductas. Las personas emocionalmente maduras son capaces de ver pasar sus emociones a medida que van y vienen en perspectiva. Como nubes que van pasando lentamente en el cielo.
"Por eso, frente a una misma situación dos personas pueden actuar completamente diferente y según como la vean y sientan actuarán de determinada manera. Por ejemplo, una amiga que no me invita a una fiesta. Si veo esa situación y pienso que mi amiga no me invita porque no me quiere tanto como yo pensaba, obviamente la emoción será de tristeza y probablemente mi reacción será mandarle un mensaje de rabia diciéndole lo mal que me siento y cómo puede ser así de cruel conmigo", nos explica la experta.
Y añade: "Sin embargo, si realmente siento que se ha olvidado o que tiene determinados motivos para hacerlo, la emoción será de asombro e iré a avisarla para decirle de manera tranquila y sin rencor que me habría encantado ir. Las personas emocionalmente maduras observan sus emociones y se preguntan: ¿esto tiene que ver con lo que acaba de hacer mi amiga o tiene que ver conmigo y cómo me hace sentir eso? Esa habilidad pertenece a la madurez emocional".
7. Las emociones se comparten (nadie es adivino ni puede leer los pensamientos)
Este punto tiene que ver con la comunicación, una de las principales joyas de la inteligencia emocional. Tenemos que aprender a comunicar de manera asertiva lo que nos pasa ya que nadie puede leernos la mente.
En definitiva, las personas emocionalmente maduras practican comunicar lo que sienten o piensan y son capaces de escuchar sin juzgar.
8. Ser humanos significa cometer errores
Las personas emocionalmente maduras pueden tomar con humor los fallos de otras personas porque aceptan sus propios errores. La persona inmadura se lo va a tomar como una amenaza a su propio yo. Va a pensar hice todo mal, hago todo mal, va a existir un diálogo interno lleno de crítica.
La persona emocionalmente madura hace todo lo contrario, quizá no se lo toma con humor pero sí puede ver sus fallos y tomar nota para hacerlo mejor la próxima vez.
Las emociones son simplemente mensajeras, buscando ser aceptadas sin juzgar. Nos avisan de que algo está pasando. Por eso, aprender a respirar, a hacer una pausa, volver constantemente a un centro emocional tranquilo y enraizado es un cambio de vida... porque la madurez emocional y la confianza van de la mano.
Fotos|'Boyhood', 'Ladybird', 'El indomable Will Hunting', 'Ventajas de ser un marginado', 'En busca de la felicidad'