William Shakespeare decía que “La red de nuestra vida es de un hilo mezclado, bueno y malo juntos”. Es decir, todos somos buenos y malos, o mejor dicho, todos podemos actuar mal en algunos momentos aunque seamos buenas personas y todas las malas personas pueden actuar bien. Pero por desgracia, existen personas que aunque puedan parecernos buenas, en realidad tienen el hilo de la maldad con más hebras. Según los expertos en psicología, existen ciertos comportamientos que, aunque sutiles, pueden demostrar que esa persona frente a la que estamos no es buena gente.
Nunca se equivocan
Una persona inteligente no piensa que siempre tiene razón. Una buena persona tampoco. Saber que nos equivocamos es tener claro que somos humanos y creer que siempre tenemos razón muestra falta de humildad y una incapacidad para admitir errores y por supuesto, para aprender de ellos como haríamos si tenemos desarrollada la resiliencia. Este comportamiento dificulta además tener conversaciones abiertas y honestas con otras personas y es un síntoma de narcisismo.
Sus actos no coinciden con lo que dicen
El indicador más fiable del verdadero carácter de alguien no está en lo que dice, sino en lo que hace. Si existe demasiada diferencia entre lo que hacemos y lo que decimos, especialmente cuando lo primero es malo y lo segundo está lleno de halagos, promesas y palabras dulces, estamos ante una persona que no es tan buena como te hace creer. Recuerdo que mi ex pareja decía a menudo que ser infiel a tu pareja es algo deleznable. Sin embargo, él lo fue durante una década.
Una buena persona comprende la importancia de ser auténtico y sobre todo de ser íntegro. Todos los seres humanos podemos tener contradicciones, pero existe una diferencia entre intentar ser coherente con lo que dices y haces, y decir una cosa y hacer otra sabiendo que lo que dijiste era mentira. Una buena persona no se llena la boca diciendo que hay que ser amable. Lo es y punto.
Rara vez dan las gracias
Si las personas genuinamente buenas saben el valor del agradecimiento, las personas genuinamente malas, lo desconocen. Las primeras no dudan en dar las gracias por gestos pequeños, detalles o ayuda, como un reconocimiento al esfuerzo y trabajo de quienes les rodean. Alguien que no muestra gratitud puede estar dando por sentado a los demás y estar tan concentrado en sus propias necesidades y deseos que pasa por alto la amabilidad de otros.
Son imprevisibles y volubles
Ojalá poder librarme de aquellas personas inconsistentes cuya imprevisibilidad parece su sello de identidad. Las personas demasiado volubles, que hoy te adoran y mañana te dejan de hablar sin previo aviso, o que hoy se comportan como tus mejores amigos y mañana te odian, generan desconfianza. Pero además, este es un rasgo típico de las personas narcisistas y el narcisismo se asocia a la tríada oscura de la personalidad. Según la Dra. Marisa Navarro, “el trastorno narcisista siempre viene aparejado a la maldad”.
Son oportunistas
Si alguien se acerca únicamente cuando necesita o quiere algo, cuidado. Puede que en el pasado fueran amables, pero su actitud cambia y ahora solo se acercan cuando tienen una necesidad que satisfacer, sea la que sea. Te pongo un ejemplo real que me pasó hace un tiempo. Tenía una amiga a la que quería mucho. Me lo pasaba genial con ella, pero pasado un tiempo comencé a notar un patrón. Durante semanas desaparecía y daba solo señales de vida cuando necesitaba algo, por ejemplo que cuidara sus plantas al irse de vacaciones. O que la acercara al aeropuerto. Reaparecía y fingía que no había desaparecido durante semanas. Al principio ni siquiera me di cuenta de que no me preguntaba ni cómo estaba. Cuando le contaba un problema, no se interesaba por él con el paso del tiempo porque yo no era su amiga, sino una persona que le servía para un fin. Cuando me di cuenta, la relación de amistad terminó. Una persona verdaderamente buena valora sus relaciones y no trata a sus amigos, pareja o familiares como herramientas.
Saben manipular a otros de forma sutil
Que alguien sea mala persona no implica necesariamente que no tenga inteligencia emocional. La inteligencia emocional puede usarse para manipular a otros, y como explicaba a la CNBC el profesor de comportamiento organizacional de la Universidad de Stanford Matt Abrahams, “las personas con más inteligencia emocional suelen ser mejores a la hora de ser persuasivos con los demás”, lo que no siempre es algo bueno.
Hay personas encantadoras que también son las más persuasivas y parece que siempre consiguen salirse con la suya. Son expertas en saber qué decir y cómo actuar para que el resto haga lo que ellos quieren que hagan. Lamentablemente este rasgo es complejo de identificar, pero si terminas de hablar con esa persona y te sientes confundida o culpable, cuidado, porque puede ser un manipulador.
Los sentimientos de otros les importan
Parece evidente, pero no lo es tanto, porque pueden ser capaces de esconder este rasgo con técnicas de manipulación, pero alguien que siente un menosprecio hacia los sentimientos de los demás, minimiza sus sentimientos y los invalida, puede pasarnos por alto con frases sutiles como “no es para tanto”.
La empatía, entendida en términos psicológicos como la capacidad de comprender y compartir los sentimientos de los demás, es un valor que una buena persona siempre tiene y que les ayuda a relacionarse mejor con otros. Una mala persona no suele tenerlo y aunque pueden parecer agradables en la superficie, carecen de la capacidad de empatizar con los demás e incluso pueden tener dificultades para comprender o compartir los sentimientos de los demás. Por ejemplo, una chica que pensaba que era mi amiga se reveló como realmente era cuando pasé por una ruptura de pareja: no me ofreció apoyo ni comprensión, haciendo caso omiso a mis sentimientos y llegando a invalidarlos.
Suelen mostrarse como víctimas
Existen algunas personas siempre van de víctimas y presentan algunos comportamientos típicos como que lo malo que les pasa siempre es culpa de otros y nunca suya. Esto ocurre porque tienden a no asumir la responsabilidad de sus acciones. Todos enfrentamos desafíos y dificultades pero podemos enfrentarnos a la adversidad o manipular cada situación para parecer inocentes, incluso cuando está claro que no lo somos. Esta perpetua victimización es señal de que estamos ante alguien que no esconde bondad en su interior ni ningún tipo de responsabilidad afectiva.
Son demasiado críticos
No hay nada malo en ser una persona crítica, pero existen personas que solo se fijan en los defectos de otros y los señalan. Hasta lo más trivial y no desde una crítica constructiva, sino desde la negatividad más absoluta. Si alguien señala constantemente los aspectos negativos sin reconocer nunca los positivos, puede ser señal de un problema más profundo. Según Psicología y Mente, “la personalidad pesimista está vinculada a la tristeza”, aunque como explican sus expertos, “no todos los individuos que piensan de esta manera sienten algún tipo de dolor emocional o síntomas depresivos”.
Hay personas que tienen una actitud negativa y una perspectiva pesimista de la vida y de quienes les rodean porque este tipo de personalidad tiene mucho que ver con nuestros sesgos emocionales y cognitivos. Además, la ciencia afirma que alguien que tiene una mentalidad negativa, puede estar revelando su verdadero carácter.
A menudo son egoístas
Antes de seguir quiero explicar bien qué es el egoísmo en términos psicológicos. Como explican desde Psicología Online, “el ser humano debe quererse primero a sí mismo para poder querer de forma adecuada a los demás”, pero existe una marcada diferencia entre el autocuidado y el egoísmo. El egoísmo psicológico habla sobre la conducta humana autointeresada y no realmente altruista. Las personas que no son tan buenas como parecen suelen mostrar un nivel excesivo de interés propio. “La persona solo mira por sí misma utilizando a los demás en base a su interés y beneficio sin tener en cuenta cómo sus actos pueden repercutir sobre el resto. El ego es tan grande que la persona es incapaz de empatizar con quien interactúa”, explican los expertos. Tienen una habilidad especial para desviar todas las conversaciones hacia sí mismas, sin tener en cuenta los sentimientos o experiencias de los demás.
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