Dicen que la relación que mantienes contigo misma viene determinada por tu autoestima y esta, influye en nuestro bienestar. Según la RAE, la autoestima es una “valoración generalmente positiva de sí mismo”. Parece que ellos lo tienen mucho más claro que nosotras, porque hay ocasiones en que sin darnos ni cuenta tenemos una autoestima baja y no sabemos cómo arreglarlo.
Como la autoestima no es nunca un camino en línea recta, y tendremos épocas en las que estaremos mejor y otras peor, queremos dar un poco de luz y que lo primero que veas es cómo se encuentra la tuya. Eso sí, ten claro que tener una buena autoestima no es que esta sea perfecta, que no veamos nuestros defectos o que nos queramos a tope todos los días de nuestra vida. La autoestima está basada en la autoimagen y en la capacidad de querernos y apreciarnos. Con todo. Y ahora que hemos aclarado este punto, vamos a averiguar en qué punto tienes la autoestima ahora mismo. Si te identificas con la mayoría de frases, hay trabajo que hacer y es hora de ponerse manos a la obra.
Me cuesta mucho poner límites
Aunque no te lo parezca, poner límites nos hace más felices en nuestro día a día y aumenta nuestra autoestima. Aunque seas buena persona, eso no significa que tengas responsabilidad sobre lo que otros necesitan y que sus necesidades deban estar por encima de las tuyas.
Cuanto más alta es nuestra autoestima, más sencillo nos resulta poner esos límites porque somos capaces de reconocer nuestras propias necesidades y priorizar nuestro bienestar emocional. Aprender a decir “no” es un primer paso excelente para ir en la buena dirección del amor propio.
Me hablo muy mal a mí misma
Como nos explica la psicóloga y directora de Trendencias Iria Reguera, “hablarnos a nosotras mismas desde el mismo lugar de afecto, de comprensión y de compasión con el que hablamos a nuestros seres más queridos e, incluso, desde el respeto con el que hablamos a cualquier persona que nos rodee, tiene un poder sorprendente en nuestro bienestar”. Sin embargo, al contrario, puede ser devastador.
Es muy común que las personas con baja autoestima tengan una autoconversación negativa en la que ellas mismas son sus peores enemigos. La forma en la que nos hablamos y las cosas que nos decimos afectan a nuestro autoconcepto, es decir, a la imagen que tenemos de nosotras mismas. Si siempre nos hablamos mal y usamos frases como “es que soy tonta”, “qué torpe soy” o "no hago nada bien", terminamos por creernos que es así.
No tengo ningún talento
Tener una autoestima sólida es ser capaz de aceptar nuestras fortalezas y debilidades para reconocer nuestro propio valor. Todos tenemos valor, aunque no lo veamos. Pero según los estudios, los seres humanos estamos diseñados para valorar más lo negativo que lo positivo. Y ahí es donde entra la autoestima en juego que nos recuerda todo lo bueno que somos y todo lo que hemos conseguido a lo largo de nuestra vida. Y si no sabes qué es, pregunta a tu entorno cercano qué es lo que más les gusta de ti y cuál piensan que es tu mayor virtud y habilidad. Te darás cuenta de que hay más cosas que sabes hacer y en las que eres buena de las que pensabas.
Tengo miedo a hacer cosas nuevas
Uno de los efectos de una baja autoestima es que nos hace sentirnos inferiores y desanimados a la hora de afrontar retos. Tenemos miedo a salir de nuestra zona de confort, a probar cosas nuevas y a enfrentarnos a aquello que no conocemos. Sin embargo, cuando aprendemos algo nuevo, lo que sea, aumenta nuestra autoestima.
Todo lo que me pasa, es por mi culpa
Si tenemos una autoestima sana, también practicamos la autocompasión. Nos tratamos con amabilidad y cariño, y somos comprensivas con nosotras mismas hasta en los momentos más complicados. Y lo hacemos porque sabemos que somos humanas y tenemos derecho a cometer errores, pero también tenemos que trabajar en aprender a perdonarnos a nosotras mismas.
Como nos explican en Psicólogos Madrid “no somos nuestros errores. El valor de una persona radica en sus valores y principios, sus potenciales, sus habilidades y cualidades emocionales”. Las personas con niveles más altos de autoestima se evalúan a sí mismas de manera positiva y tienen una actitud positiva hacia sí mismas, lo que implica aceptarse y perdonarse.
No me cuido
Cuando nos cuidamos, nos ponemos en primera posición. Hay que intentar alejarse de la culpa por hacerlo y de la sensación de que somos egoístas si hacemos algo por nosotras mismas. Cuidarnos por dentro y por fuera es esencial para nuestra autoestima. Por ejemplo, se ha demostrado que la actividad física es útil para favorecer mecanismos neurológicos que hacen que nos juzguemos positivamente y que nos apreciemos más.
Siempre me comparo con el resto
Las personas con una autoestima alta se aceptan a sí mismas tal y como son y no se comparan constantemente con los demás. Es verdad que está implícito en el ser humano el compararnos, pero si tenemos una autoestima alta analizaremos tanto nuestra vida como nuestra persona con una mirada realista. El resto del mundo no somos nosotros ni llevan nuestra vida.
Me cuesta muchísimo aceptar las críticas
Una persona con baja autoestima necesita poner mucho peso en la aprobación de su entorno cercano, y eso implica que tienen demasiado en cuenta la opinión de los demás. Reguera nos explica que “si nos damos cuenta de que la intención de la crítica no es dañarnos, ni se trata de una crítica destructiva, es el momento de pararnos a valorarla de manera objetiva, e intentar no ponernos a la defensiva de primeras”. No es un ataque hacía nuestra persona o una crítica hacía nuestra forma de ser por completo, sino a una situación puntual, aclara.
Soy muy indecisa
La baja autoestima nos dificulta la toma de decisiones porque estamos muy inseguras y tenemos un miedo exagerado a equivocarnos. En Psicología Monzo nos explican que “la dificultad para tomar decisiones puede afectar negativamente nuestra autoestima al minar nuestra confianza en nosotros mismos, generando autocrítica, inseguridad y desconexión con nuestra identidad”. Es la pescadilla que se muerde la cola.
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