La idea de las dos horas de digestión previas a darnos un chapuzón es algo que nos ha acompañado verano tras verano. Son frases que han convido con nosotras desde la infancia, porque nos las han repetido nuestras madres y padres hasta la saciedad, aunque siempre nos asalta la duda de si se trata de una simple leyenda o verdaderamente estos tiempos estipulados son importantes para tener en cuenta a la hora de evitar un corte de digestión.
Según ha publicado la revista Educación Médica, bajo el título "Educación sanitaria ante las falsas creencias, mitos y errores en torno a los incidentes acuáticos", se ha explicado que no habría contraindicaciones para bañarse después de ingerir alimentos. Y es que la interrupción del proceso digestivo, es algo que se puede dar tanto dentro del agua como fuera de ella y el hecho de estar bañándonos no implica que este función pueda pararse.
Después de las comidas, se activa el sistema digestivo, por lo que el flujo sanguíneo se concentra en dicho sistema de forma que el resto del cuerpo recibe en consecuencia menos aporte de sangre. Esta es la principal razón por la que tienden a señalar esas dos horas posteriores a la comida, ya que la sangre de nuestros músculos va hacia los órganos digestivos por lo que los músculos podrían llegar a sufrir calambres al ralentizarse el suministro de sangre, algo que podría desencadenar un problema mientras estamos nadando.
Por otra parte cuando se dan los cortes de digestión, los principales síntomas que aparecen son los retortijones, las náuseas e incluso los vómitos o calambres musculares todo ello acompañado de un posible descenso de la tensión arterial así como de unas bajas pulsaciones. Lo cierto es que comer antes de nadar no contribuye al riesgo de ahogamiento y puede descartarse como un mito, así lo indican las investigaciones científicas llevadas a cabo.
La confusión de un posible corte de digestión al bañarnos en las dos horas posteriores a la comida puede estar relacionado con otro problema que si puede descandenarse, el shock termodiferencial, que se da por el fuerte contraste entre la temperatura corporal y la del agua, algo que ocurre tras una larga exposición solar o comidas abundantes antes de sumergirse en el agua.
Es importante tener en cuenta que para evitar que se de un shock termodiferencial lo ideal es que tras la larga exposición solar nos vayamos adentrando poco a poco en el agua, no de forma brusca, aclimatando el cuerpo a la temperatura de la misma y evitando así un contraste más severo.
Fotos | Büşranur Aydın en Pexels, Nuria Navarro en Pexels
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