Tras pasar más de un año alejada del gimnasio, decidí que ya era hora de retomar la rutina fitness. En octubre, tras una búsqueda exhaustiva intentando dar con una disciplina que pudiese gustarme los suficiente como para no querer abandonarla antes de terminar el año, mi algoritmo de Instagram fue el que me echó una mano. Ahí me encontré una técnica que me llamó la atención bajo el nombre de Sweat, en la cual se juntaban ejercicios de fuerza con baile, ¿acaso hay una mezcla mejor?
Cuando me adentré en estas sesiones, a principios de octubre, confieso que estaba en baja forma, pero también sabía que si iba a apuntarme a alguna disciplina, tenía que tener algo que me convenciese de inicio, que me hiciera tener ganas de hacer deporte. Los ejercicios de fuerza por sí solos no lo harían, nada mejor que conocerse a una misma, y vi en este mix la solución perfecta. Me autoengaño pensando que voy a bailar y luego, con ese chute de energía tras hacer un rato de cardio siguiendo una coreografía, cojo con ganas esos ejercicios de trabajo muscular.
Las clases duran 50 minutos y están divididas en dos partes, una de coreografía, donde seguimos los pasos de la entrenadora que va explicando los movimientos para bailar al ritmo de los temas más sonados del momento, mientras se cuelan clásicos de Lady Gaga, Rihanna o cualquier diva del pop que consiguen sacarte la energía hasta cuando parece que no la tienes. La segunda parte son entrenamientos de fuerza. Unos días están focalizados en el tren inferior para entrenar glúteos, abdomen y piernas, mientras que otros toca tren superior, trabajando espalda, core y brazos o total body, donde puedes tonificar todos los músculos de tu cuerpo. Tras finalizar esta parte ponemos la guinda al pastel bailando la coreografía de la primera parte y estiramos antes de salir.
Las primeras semanas fueron duras, especialmente a la hora de ponerme a hacer sentadillas, flexiones o puentes de glúteo. Tener la entrenadora al lado durante las sesiones para ir indicándome el paso a paso, fue crucial. Eso sí, al día siguiente aparecían las agujetas, no fallaban. A finales de octubre parecía que ya le había cogido el truco a ciertos ejercicios, aunque confieso que a la hora de entrenar brazos, algo que no había hecho anteriormente, ahí la evolución se está dando de forma más lenta. Sigo decantándome por las pesas más bajas, pero, ahora hago más repeticiones que los primeros días.
Tras un mes y medio acudiendo a esas clases dos veces por semana me noto con mucha más energía, y es que esta disciplina me está ayudando a desconectar una barbaridad, además, esa parte más artística, la de baile, hace que visualice esta actividad como un foco de diversión y no como una tortura autoimpuesta para mejorar mi salud física. Ahora las agujetas ya casi han desaparecido, aunque hay días en los que los entrenamientos van subiendo de intensidad y me animo a coger más peso, algo que se suele traducir leves dolores musculares al día siguiente.
He de admitir que ese mix de cardio y fuerza es un chute de energía. No se si echarle la culpa a que siempre he tenido cierta debilidad por el baile o que mientras estamos tonificando glúteos y abs está sonando Waiting for tonight de JLo y eso levanta a un muerto. En pleno apogeo del yoga y el pilates, resulta que lo que necesitaba mi cuerpo era Sweat. Nada de música relajante, sino un tema sonando a todo volumen con el que no te puedas quedar quieta, todo ello en entorno donde trabajar la fuerza alejadas del cliché de gimnasio cargado de energía masculina. Voy notando avances, físicos y emocionales. Seguiremos informando.
Foto | MART PRODUCTION en Pexels, MART PRODUCTION en Pexels
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