Tanto rollo de la mujer real me está colapsado un poco el cerebro. Decir “mujer real” es como decir “agua mojada”. Por supuesto que todas las mujeres somos reales. No entiendo la duda y tanto ajetreo sobre el tema.
Movimiento “curvy”, como lo llaman los demás, para no insultar a nadie, suponiendo, desde el principio, que decirle “gordo” a alguien es un insulto. Quizás ahí está el problema. Quizás no hace falta tanta revolución, porque si queremos que se vea como algo normal, hay que quitarle importancia y no insistir en que no lo es. Tan simple como esto.
“¡Mujeres de talla 42 a la portada de la revista!” gritamos, porque todos estamos de acuerdo con que tener una cuarenta y dos es lo más normal del mundo, a pesar de estar matándonos de hambre para no ser como ellas (qué tontas somos, por Dios). Pero, a pesar de que las revistas apoyen a las mujeres con curvas, siguen sin hacer portadas con ellas. Portadas normales, me refiero. No hablo de las portadas para alardear de ello y con ello ganar más lectores. Simplemente hacerlas y ya está. Sin crear polémica. ¿Por qué será? Quizás porque el 80% de las mujeres jamás compraría una revista con una mujer no retocada con Photoshop en su portada. Nos venden la perfección porque es lo que buscamos, y es que para la vida real ya tenemos la nuestra. Qué pena todo.
Las mujeres que dirigen las revistas (gordas y delgadas ellas, de todas las edades y colores) siguen haciendo negocio con las mujeres escribiendo reportajes sobre las mujeres curvys y, diez páginas más adelante, sugiriéndoles una dieta “para perder esos quilos de más” y anunciando el inicio de la operación bikini.
Qué hipócritas son las revoluciones. Cuánto dinero se hace con ellas. Y cuánto dinero invertimos nosotras, las mujeres que queremos dejar de vendernos, comprando la revolución que nunca llega a revolucionar a nadie.
Sí, la mujer gorda está de moda (pobre Adele, llegó a nuestras vidas antes de tiempo). Hay los que escriben libros sobre cómo dejar de avergonzarse por ser gorda ("qué buena iniciativa", me alegré, hasta que me di cuenta de que tenía un argumento corrupto: acéptate como eres mientras sigues luchando por estar más delgada. Qué decepción, en serio.). Hay los que hacen de mujeres como Ashley, una modelo internacional y esto se convierte en noticia (y eso que Ashley es una tipa normal y corriente, guapa y con tetas, en mi barrio hay veinte como ella). Lo importante es sacarla en bikini. Pero todo para una revolución. Muy poco feminista, pero no importa.
No qué va.
De verdad. Estoy cansada. Muy cansada. Estamos cansadas. Estamos cansadas de que se plantee quién es la mujer real y quién no lo es. Estamos cansadas de las modas, de hacer negocio con nosotras, sea de una manera o de otra. Estamos cansadas de que las mujeres de talla grande revolucionen internet. Y no porque tengan una talla grande (preciosas ellas), sino porque, a pesar de todo, siguen siendo noticia. Ellas, y las modelos con síndrome de Down. Ellas, y las modelos con vitíligo. Ellas y las modelos con prótesis en las extremidades.
Ellas y nosotras. Todas. NO QUEREMOS SER UN NEGOCIO. Queremos ser lo que somos: reales. Porque reales somos todas, tengamos el peso que tengamos, tengamos problemas de salud que tengamos, follemos o no, trabajemos o estemos en paro. Seamos madres o no, jóvenes o maduras.
TODAS SOMOS REALES.
Y si no queremos que eso se cuestione, dejemos de hacer negocio con ellas. Con nosotras. Dejemos de comprar lo que nos venden y, simplemente, olvidemos de las tallas.
Tan fácil como esto.
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