El ghosting deriva de la palabra inglesa ghost, “fantasma”, y se le conoce como la táctica de la desaparición. Consiste en terminar una relación cortando el contacto en seco y sin dar ninguna explicación. No vuelves a saber de esa persona, deja de contestar a tus llamadas y whatsapps y hasta bloquea el contacto en redes sociales. Desaparece por completo.
Y es una práctica que sufren cada vez más personas. Según una investigación publicada en la revista Journal of Social and Personal Relationships, una cuarta parte ha sufrido ghosting por parte de su pareja, y un 20% de los encuestados se lo había hecho a alguien. Y no es algo exclusivo de las relaciones de pareja, más de un 34% de los participantes del estudio afirmaron que lo había sufrido o provocado ellos mismos con un amigo.
El ghosting es una forma de terminar con una relación que tiene series consecuencias sobre la persona que lo sufre y su autoestima. Nos sentimos humillados y dolidos, y no comprendemos por qué ha pasado. Según Miguel Hierro, psicólogo del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid “el ghosting surge porque es más cómodo no enfrentarse a situaciones dolorosas como tener que decir ‘no quiero seguir viéndote’. Y esta comodidad también es propia de cómo empiezan hoy en día las relaciones en las aplicaciones de móvil o en las redes sociales, donde el nivel de responsabilidad es menor”.
Hemos hablado con cuatro víctimas de ghosting sobre cómo lo vivieron y cómo les ha afectado esta práctica cada vez más común.
El ghosting en Tinder
Ali (25) lleva tiempo usando Tinder y ha sufrido más de un ghosting después de una primera cita que aparentemente había ido bien. “Estoy convirtiéndome en una persona desconfiada, cada vez tardo más en quedar con un chico porque tengo la sensación de que se esfuerzan hasta que quedamos y nos liamos y luego, si te he visto no me acuerdo”.
La primera vez le pasó después de que había estado hablando con un chico durante más de un mes hasta que quedaron un par de veces y él desapareció sin dejar rastro. “Dejó de contestarme por Tinder, y aunque me había dado el móvil después de la primera cita tampoco me contestaba a los whatsapps, parecía que se le había tragado la tierra”.
El sentimiento de culpa que genera el ghosting
Sofía (31) conoció hace unos años a un chico en una discoteca. Se gustaron, se siguieron en redes sociales y comenzaron a hablar a través de Instagram. Pronto se dieron el número de teléfono y comenzaron a hablar por whatsapp a diario. “Me escribía por las mañanas para desearme buenos días, y era la última persona con la que hablaba antes de dormir, así que pronto decidimos quedar. La primera vez fuimos juntos a tomar una cerveza, en la segunda cita estuvimos en una exposición de fotografía y en la tercera fuimos a cenar.”
Todo iba sobre ruedas, como cualquier relación normal. Tenían mucho en común y hablar era sencillo. Funcionaba. Pero en un par de meses y después de haber conocido ya a sus amigos, algo pasó. “Habíamos quedado para cenar en un sitio de Barcelona que habían abierto nuevo. Yo terminaba de trabajar tarde ese día, porque por aquella época trabajaba en una tienda y tuve que quedarme una hora más para cubrir a una compañera, así que le escribí diciéndole que me retrasaría unos 15 minutos. No me contestó, pero pensé que estaría en el gimnasio o algo así. Cuando llegué al restaurante el camarero me dijo que no había nadie aún. Me senté, le llamé y no me lo cogió. Esperé un poco más y le escribí preocupada. Volví a llamarle pero nada. Le escribí de nuevo y ví que estaba en línea y había visto mis mensajes, pero no contestaba, así que le llamé una vez más y me saltó como usuario ocupado.”
“Pensé de todo, desde que había tenido un accidente a que le había pasado algo a alguien, pero no me imaginé que lo que ocurría es que pasaba de mí."
En ese momento Sofía nos explica que la cabeza le iba a mil por hora. “Pensé de todo, desde que había tenido un accidente a que le había pasado algo a alguien, pero no me imaginé que lo que ocurría es que pasaba de mí. Hasta llegué a pensar que le habían secuestrado”, afirma. Se repitieron las llamadas, los whatsapp y nada de nada. Sofía terminó yéndose y sin saber qué había pasado.
“Seguí escribiéndole al día siguiente pero antes me salía el doble check y ahora ni eso, y cuando le llamé me saltaba como apagado. No entendía nada, estaba muy cabreada y por Instagram ni siquiera me aparecía en mis contactos. Era como si hubiera desaparecido.”
Lo peor, afirma Sofía, “fueron las horas pensando en qué habría hecho yo para que huyera de esa manera. Pasé angustia el día que empezó el ghosting porque él me gustaba y me asusté, pero me di cuenta de que su silencio era aposta y que lo que estaba haciendo era pasar de mi cara pero sin decírmelo. Fue un cobarde total.”
Unos nueve o diez meses más tarde Sofía se cruzó con uno de los amigos de su particular “fantasma” y le preguntó directamente porque “seguía muy tocada y pensando que pasaba algo conmigo. No había conseguido volver a conectar con nadie”. El chaval se quedó blanco y no supo ni qué decir. “Casi salió huyendo. No era la primera vez que lo hacía. Según su colega era su forma de cortar.” Y afirma que “saber que no fue cosa mía me tranquilizó mucho.”
La amistad y el ghosting
Martina (19) es el ejemplo perfecto de que el ghosting no sabe de edades, de sexo ni de tipo de relaciones. No solo existe el ghosting en una pareja, en este caso fue una amiga la que desapareció de repente. Desde que llegaron al instituto Martina y Lucía compartían clase. Siempre estaban juntas, pero llegó la pandemia y las cosas cambiaron. “El último año que estaríamos en el instituto nos pilló con las clases virtuales y todo eso. Pasamos la mitad del curso confinadas, pero hablábamos todos los días, aunque no nos podíamos ver en persona.”
En verano, cuando se levantaron las restricciones por covid, quedaron con dos amigas más y solas en otra ocasión. “La notaba distante pero cuando le preguntaba no me decía nada.” “A finales de agosto empezó a contestarme a los whatsapps con monosílabos, pero sí escribía en el grupo que teníamos los de clase, así que pensé que se había enfadado conmigo por algo pero no me decía el por qué. Cuando le preguntaba solo me decía que estaba bien”.
Martina preguntó a una amiga que tenían en común y no supo decirle nada. “Yo solo quería entender qué estaba pasando y cómo podíamos dejar de ser amigas después de tantos años y sin motivo”. Dejó que pasaran un par de días y en septiembre volvió a intentarlo y le propuso quedar. “De repente note un muro de silencio. No me contestó ni a las llamadas ni a los whatsapps, pero veía que estaba en línea y que los había visto. Un día me bloqueó el número y las redes sociales y desde entonces no sé nada de ella”.
“Yo solo quería entender qué estaba pasando y cómo podíamos dejar de ser amigas después de tantos años y sin motivo”
Ha pasado un año y Martina ha pensado mucho en si ella tuvo la culpa de que su amistad terminara por desaparecer. Aún se pregunta cómo Lucía pudo pasar del amor al odio sin siquiera explicarle por qué y de la noche a la mañana. “Lo he hablado mucho con mi psicóloga y aunque me ha costado, he conseguido cerrar esa página de mi vida y dejar de sentirme culpable.”
Ellos también sufren el ghosting
Javier (29) también ha sufrido ghosting, antes incluso de que supiera el significado de la palabra. “Conocí a una chica en unas vacaciones en la playa. Antes pasaba todo el verano en la costa porque mis padres tienen un apartamento en Gandía, y a Sonia la conocí a principios del verano. Hablamos, nos caímos bien y comenzamos a quedar. Me dijo que estaría todo el verano, pero que era de Madrid, como yo.”
Un amor de verano daba comienzo y Javier y Sergio comenzaron a salir. Quedaban, se veían todos los días y al llegar a mediados de agosto, que ya llevaban más de un mes juntos, algo pasó. “Habíamos quedado para acercarnos juntos a la playa, pero no se presentó. La llamé, la escribí y nada. No sabía nada de ella. Al principio pensé que le había pasado algo. Además ella venía siempre a mi zona en su moto, porque yo vivía más cerca de la costa, y no podía ir a su casa porque no sabía dónde vivía.”
Siguió insistiendo hasta que una tarde de esa misma semana la vio en la moto por la zona del paseo marítimo. “No me lo podía creer. Sabía que era ella porque tenía una pegatina en la vespa de los decepticons de los Transformers, y al verla pensé ¿pero qué le pasa a esta tía conmigo? La llamé a voces y ni se volvió, no he pasado más vergüenza en mi vida. Cuando volví a Madrid un colega me lo dijo claro: Sonia te ha hecho un ghosting como un castillo.”
Fotos | Khamkéo Vilaysing, Ball Park Brand, Wiktor Karkocha, Priscilla Du Preez y L.A Co. en Unsplash