¡Hasta aquí hemos ligado!

¡Hasta aquí hemos ligado!

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¡Hasta aquí hemos ligado!

Será que me estoy haciendo vieja. Va a ser eso.

Me acuerdo de como uno de mis ex jefes me dijo un día: “eres oficialmente viejo cuando dejas de escuchar las canciones nuevas y descubres que tu iPod es un recopilatorio de bandas sonoras de tu juventud”.

¡Ja!- pensé- ¿Tienes un iPod? ¡Tú sí que eres viejo!

Yo sigo escuchando las novedades musicales, así que parece que no todo “está perdido”. Sin embargo me cuesta mucho acostumbrarme a las novedades tecnológicas. La influencia de Youtube, el sinsentido de Snapchat, la soledad patrocinada por los diálogos nocturnos con Siri, y ahora eso… una app que liga por ti.

No, ahora en serio, intenta asimilarlo: una aplicación de móvil que mantiene conversaciones por ti y averigua cuál es el mejor candidato para tu caótico corazón que no tiene tiempo de amar. Menuda paradoja, ¿eh?

La noticia me dejo en shock. No sé, para mí tener una app que ligue por mí es como beber agua cuando tengo hambre. Una contradicción en toda regla. Si necesito ligar porque para mí es tan importante estar con alguien como para que tenga una app para conocer a ese alguien, ¿cómo iba a dejarlo en manos de una máquina? Si tan importante es, ¿cómo es posible que no tenga tiempo o interés de hacerlo por mí misma? Y si tener o no una relación no es tan relevante para mí, ¿por qué descargo las apps de ligues? ¿Para el sexo? Pues para eso no hace falta una máquina, a estas alturas con un “hagámoslo” ya es más que suficiente.

Her Movie Siri Operating System Ftr

No lo entiendo. Quizás es porque soy de la generación perdida, como la llaman los “encontrados”. Quizás es porque sólo soy relativamente moderna y sólo soy relativamente joven. Pero esté perdida o no, yo todavía tengo memoria de las cosas auténticas: las miradas, el cosquilleo, las monedas que se acaban en una cabina, los discos rallados, el T9, el “Hola, ¿qué haces aquí sola?”, el Messenger como una herramienta de comunicación que te cagas, el Walkman, el primer iPhone (que “no es un móvil cualquiera, es una estilo de vida”, como lo describía hace casi ya diez años Silvia, mi amiga publicista). Soy de las que quedaban en un lugar en una hora en concreto y no cambian de idea, de las que escribían con lápiz y papel y lo guardaban en una cajita (la misma que tengo debajo de mi cama ahora mismo), de las recibía postales por Navidad y tenía un ordenador enorme en su casa.

Soy como tú, la que convive con la nostalgia de lo antiguo y la ilusión por lo nuevo. La que sabe que para ser moderna hay que saber ser clásica.

Es por eso por lo que no me gustaría que ligasen por mí, como no me gustaría enterarme que el hombre con el que tengo cita ni siquiera me había dedicado los cuatro minutos virtuales.

Hasta aquí hemos ligado. Lo admito, me da miedo en lo que se está convirtiendo el ser humano.

Será que me estoy haciendo vieja. Va a ser eso. Es más, ahora que estoy escribiendo esto, me soy cuenta que hace tiempo que mi Spotify está lleno de canciones del siglo pasado.

Maldita sea.

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