Han pasado más de 200 años pero el dilema del erizo de Schopenhauer aún nos sirve para entender las relaciones

Está poniéndose de moda recuperar teorías filosóficas para acoplarlas a la actualidad, y esta parábola de Schopenhauer sobre las relaciones interpersonales puede enseñarnos mucho sin darnos ni cuenta

Dilema Del Erizo Para Relaciones Interpersonales
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Arthur Schopenhauer fue un filósofo alemán del siglo XIX conocido por su visión pesimista de la existencia humana. De hecho Schopenhauer es considerado uno de los filósofos más pesimistas de la historia. Creía que la vida estaba dominada por el sufrimiento y que la felicidad era solo una breve tregua en medio del dolor.

La idea central de Schopenhauer era que todo en el mundo estaba impulsado por la voluntad, el deseo incesante de vivir. Pero no de una forma positiva, no. Para él la voluntad era algo que nos esclaviza, como una demanda infinita que nunca se satisface y que enlaza muy bien con la cinta de correr hedónica de la que te hablábamos aquí.

Nosotras somos más bien seguidoras de la psicología positiva y aunque sabemos que el sufrimiento es parte de la vida y que todas las emociones, positivas y negativas, tienen espacio en ella, sí hay una parábola de Schopenhauer que nos ha llamado la atención: el dilema del erizo que aparecía en su obra ‘Parerga y paralipómena’ y del que podemos aprender tres cosas sobre las relaciones.

Qué es el dilema del erizo

Imagina un grupo de erizos en un día muy frío. Así comienza la palabra que aparece en el libro:

"Un día helado de invierno, varios erizos se apiñaron muy juntos para, gracias al calor mutuo, evitar congelarse. Pronto sintieron el dolor que les causaban las púas de los otros, lo que los hizo separarse nuevamente. Pero la necesidad de calor los volvió a unir, y se repitió el retroceso de las púas, de modo que quedaron atrapados entre dos males, hasta que descubrieron la distancia adecuada desde la cual podían tolerarse mejor el uno al otro".

Esta historia encapsula la compleja naturaleza de las relaciones humanas. Refleja la tensión que experimentamos en las relaciones cuando por un lado, anhelamos la cercanía y el afecto de los demás pero por otro, tememos el daño que puede surgir de una intimidad excesiva. Habla de que necesitamos mostrarnos vulnerables para conseguir conexiones profundas, pero eso aumenta el riesgo de un dolor más profundo.

El aprendizaje filosófico que podemos aplicar a las relaciones

"La necesidad de sociedad que surge del vacío y la monotonía de la vida de los hombres los une; pero sus numerosas cualidades desagradables y repulsivas y sus insufribles inconvenientes los separan una vez más", continúa Schopenhauer. "La distancia media que finalmente descubren y que les permite soportar estar juntos es la cortesía y los buenos modales. En virtud de ello, es cierto que la necesidad de calor mutuo sólo será satisfecha imperfectamente, pero, por otra parte, no se sentirá el pinchazo de las púas", explicaba el filósofo.

Dilema Del Erizo Que Es

Aunque su filosofía pueda parecer desalentadora, su visión ofrece una valiosa perspectiva sobre la vida. Y como somos personas con pensamiento crítico e inteligentes, podemos usar algo de esa parábola en nuestro propio beneficio: al reconocer el sufrimiento como parte de la condición humana, podemos cultivar la compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás, pero hay más.

Los seres humanos estamos repletos de contradicciones

¿Y si ese dilema es la explicación a porque en ocasiones hay personas que sienten el peso de la soledad pero no son capaces de mantener una relación íntima con otra persona? En este estudio, por ejemplo se analizaba si la exclusión social motiva la reconexión interpersonal y los investigadores examinaron cómo las personas responden al ostracismo usando el dilema como base.

A través de esta metáfora Schopenhauer nos muestra que las relaciones humanas son un equilibrio delicado. Buscamos la conexión y el apoyo de los demás, pero al mismo tiempo, mantenemos nuestras defensas para protegernos del dolor. Esta tensión entre la necesidad de conexión y el miedo al daño es inherente a la condición humana.

Queremos estar solas porque nos da miedo el dolor que pueda causar ese amor, pero al mismo tiempo queremos sentir el calor de una pareja, lo que nos deja en una contradicción infinita que a pesar de ello, tiene todo el sentido del mismo. De hecho esta parábola puede usarse como una herramienta para reconfortar a pacientes agobiados por sentimientos encontrados respecto a las relaciones íntimas.

Las relaciones necesitan límites

También es una maravillosa ilustración de la necesidad de límites en todas las relaciones personales. Al reconocer nuestra necesidad de conexión y nuestro miedo al daño, podemos tomar decisiones más informadas sobre nuestras relaciones y decirle a nuestra pareja nuestras necesidades y límites, imprescindibles en cualquier tipo de relación.

Comunicarnos de manera más efectiva, abierta y honesta, y aprender a escuchar las necesidades de los demás (que también se pincharían con nuestras púas como nosotros con las suyas), nos ayuda a mantener y cultivar relaciones más saludables.

No necesitamos a nadie para estar completos

Schopenhauer terminaba su escrito sobre los erizos diciendo "quien tiene mucho calor interior propio preferirá mantenerse alejado de la sociedad para evitar dar o recibir problemas o molestias". Es decir, el filósofo pensaba que la soledad no era mala en absoluto. Es más, según el autor todo aquello que buscamos en los otros lo podíamos encontrar en una soledad refinada y enfocada en nosotros mismos.

Él decidió que nadie lo acompañara en su vida, pero podemos quedarnos con ese pensamiento que rompe con el mito del amor romántico de la media naranja, de que necesitamos a otra persona para estar completos. Lo estamos sin necesidad de tener pareja, y cuando decidimos tenerla, es un compañero o compañera de camino, no una necesidad.

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