Según la Alzhéimer's Association: “El deterioro cognitivo leve provoca cambios cognitivos que son lo suficientemente graves como para ser notados por la persona afectada y por los familiares y amigos, pero que no afectan la capacidad de la persona para realizar las actividades cotidianas. El DCL puede desarrollarse por múltiples razones, y las personas que viven con deterioro cognitivo leve pueden desarrollar demencia; otros no lo harán. Para las enfermedades neurodegenerativas, el DCL puede ser una etapa temprana de la secuencia de enfermedad, incluyendo el Alzheimer, si los cambios característicos del cerebro están presentes”.
Uno de los factores que incide en esta patología es la edad, sobre todo, la incidencia aumenta a partir de los 65 años, pero también otros como la hipertensión arterial, diabetes, tabaquismo, obesidad, la depresión, la inactividad física... tal y como explican desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), quien también comparte en su web los siguientes datos: “Más de 55 millones de personas tienen demencia en todo el mundo y cada año, hay casi diez millones de casos nuevos”.

El deterioro cognitivo leve puede aparecer en algunas personas y permanecer estable, pero en otros casos, pueden darse, por ejemplo, cuando “un medicamento causa deterioro cognitivo o el DCL se diagnostica por error”. Por este motivo, “es importante que las personas que experimentan cambios cognitivos busquen ayuda lo antes posible para el diagnóstico y posible tratamiento”, añaden desde la Alzheimer's Association.
Pues bien, un nuevo estudio publicado por The American Journal of Medicine, dice que hasta el 13% de los casos de deterioro estarían mal diagnosticados y tendrían un posible tratamiento. Según sus autores el quid de la cuestión estaría en saber diferenciar de una demencia primaria de origen neurológico y una demencia secundaria consecuente de otras patologías.
Dentro de este segundo grupo el estudio habla sobre la superposición entre la demencia y la encefalopatía hepática, la cual sería tratable, y que se produce en más del 40% de pacientes con insuficiencia hepática o cirrosis.
Algunos de los causantes de esta enfermedad del hígado son los virus de la hepatitis, el colesterol y triglicéridos elevados, la obesidad, la diabetes, el estrés y el propio envejecimiento. De hecho, hay otro estudio que también habla que el impacto del paso de los años en el hígado podría ser reversible si se realiza un diagnóstico temprano.

Asimismo, en otra investigación anterior (en enero de 2024), realizada por el mismo grupo de investigadores del primer estudio citado, ya se estudió a 177.422 personas mayores diagnosticadas con demencia entre 2009 y 2019, de los cuales ninguno había sido diagnosticado de enfermedad hepática, sin embargo, se observó que más del 10% de ellos tenían niveles altos de fibrosis 4, lo que implicaría que podrían sufrir cirrosis en una alta probabilidad.
Cuando el estudio se realizó con una muestra de población general la cifra aumentó a un 13%. Las conclusiones de los expertos fueron que "si bien no estudiamos los factores específicos detrás de estas disparidades, la falta de acceso a terapia o atención médica tanto en el tratamiento de la demencia como en el de la comorbilidad podrían contribuir". Asimismo, añaden que "este vínculo entre la demencia y la salud del hígado resalta la importancia de examinar a los pacientes para detectar factores potencialmente tratables que contribuyan a su deterioro cognitivo".
Fotos | Brett Sayles Andrea Piacquadio y Pixabay de Pexels
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