Los probadores, ese invento del diablo: situaciones ridículas e incómodas que todas hemos vivido

Los probadores, ese invento del diablo: situaciones ridículas e incómodas que todas hemos vivido

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Los probadores, ese invento del diablo: situaciones ridículas e incómodas que todas hemos vivido

Nos encanta ir de tiendas, pero hay un lugar que probablemente sea el más odiado de toda la tienda: el probador. Seguro que lo inventó el diablo. Todas hemos vivido mil situaciones incómodas y ridículas entre esas cuatro paredes, y esperemos que los secretos que guarda el probador jamás sean revelados.

Cuando hay demasiado cola en el probador

Has elegido minuciosamente las 20 prendas que más te gustan de la tienda, y cuando llegas al probador ¡oh sorpresa! Una cola enorme. Lo bueno es que te da tiempo de charlar con la que está delante tuyo, fichar lo que lleva a ella para probarse, e incluso comprobar que ella sí ha encontrado la última unidad de la fabulosa chaqueta de lentejuelas que necesitas para Navidad. Perdona ¿te la vas a llevar?

Cuando en el probador parece que ha estallado la bomba atómica

Sábado a la tarde, última hora. El probador ha sido usado mil veces y todas las que han pasado por ahí han dejado prendas que no se han llevado. Resultado, el probador es un caos total y tú no tienes sitio para colgar nada.

Cuando el probador es demasiado pequeño

A todas nos ha pasado. Hay probadores demasiado pequeños que te obligan a hacer contorsionismos para probarte la ropa. Hace años tenía un Mango cerca de mi casa en el que los probadores eran de tela y enanos. Casi todas las veces, el hecho de sujetarte para no perder el equilibrio implicaba meterle mano a la del probador de al lado.

Cuando tu madre abre la puerta del probador

Las madres no conocen el término discreción, así que no les importa abrirte la puerta de par en par mientras tú te estás cambiando. Tampoco les importa comentar en alto y para que lo oiga toda la tienda que si no tienes para ponerte otros calcetines que no tengan tomates.

Cuando otra persona abre el probador

Estás medio en bolas, y a otra chica se le ocurre abrir el probador. Y te das cuenta de que ese día justo te has puesto la ropa interior más fea, desteñida y cedida que tenías en casa. Tierra trágame.

Cuando te ves gorda con todo lo que te pruebas

No hay sitio que haya generado más necesidad de empezar dieta como el probador. ¿Cómo que no me cabe la talla 40? Me niego a usar la 40, el lunes empiezo la dieta.

Cuando la ropa no te queda como pensabas

Has visualizado el conjunto en tu cabeza: esta falda con esta blusa me va a quedar fabulosa, si además lo combino con estos accesorios. Te llevas el total look al probador y...

Cuando te haces un selfie en el probador

El probador existe para probarse la ropa, y para hacerse selfies, de toda la vida.

Cuando la dependienta te pregunta que qué tal te queda el vestido

No puedes reconocer que eres incapaz de subir la cremallera, que enseñas demasiada chicha con él o que es más caro de lo que pensabas, así que muy digna, le devuelves el vestido diciendo "no era lo que estaba buscando".

Cuando te ves fabulosa con lo que te has probado

Te sienta genial este nuevo modelito, eres la mejor, la más guapa y estilosa, y no paras de poner morritos, contonearte, y mirar lo bien que te sienta el conjunto. Vas a triunfar con tu compra.

Cuando vas a comprar con el carrito del bebé

Esta situación solo la habréis vivido las que sois madres. Acabas de dar a luz, no tienes nada que ponerte, estás de baja de maternidad y sales a pasear con el bebé y el carrito. Aprovechas a que se ha dormido la siesta para entrar en tu tienda favorita. Vas al probador y éste es demasiado pequeño para que quepa el carrito. Tampoco es cuestión de dejar fuera al pequeño, por muy dormido que éste. Así que haces un búnker con el carrito y la cortina del probador para poder cambiarte de ropa sin que te vea todo el mundo. Ya sabes cómo acabará: el bebé se despertará a berrido limpio, todo el mundo podrá verte en bragas (porque no te has tapado tanto como pensabas), y tú volverás a casa sin comprar nada.

Fotos | Estudio Gascoigne

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