Miedo (Del lat. metus). Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. Así describe la RAE el miedo en términos general. Podemos sentir miedo a las alturas, como me pasa a mí, miedo al compromiso, como le pasa la generación Z, miedo a las arañas, a los perros, a la oscuridad o quizá tengamos un miedo algo menos conocido, el miedo al trabajo.
No hablamos de esa sensación de pereza máxima que se apropia de nuestro cuerpo al volver de vacaciones y pensar que el trabajo nos espera el lunes. Es algo más profundo y limitante que puede complicar mucho la vida a quien la sufre. Y tiene nombre propio: ergofobia. Hace más de ocho años sufrí en mi propia piel ese miedo al trabajo, y sé por experiencia que es atenazante.
Qué es la ergofobia
Según nos explica el Instituto Psicológico Cláritas de Madrid, la ergofobia es “un miedo irracional ante distintos aspectos laborales, ya sea antes de la jornada laboral, durante o después”.
En la mayoría de los casos la persona experimenta malestar en el ámbito laboral, algo que nos pasa cuando hacemos algo con miedo. Y es posible que seamos capaces de vencerlo tirando de psicología positiva y frases motivadoras, o que ese malestar sea tan intenso, que nos impida hacer nuestro trabajo de forma adecuada. De hecho puede llegar a afectar a nuestra autoestima porque no sabemos qué nos pasa y al sentir limitaciones, pensamos que es culpa nuestra. La insatisfacción vital y la infelicidad también son algunas de las consecuencias que provoca esta fobia, que podría llegar a hacer que perdamos el trabajo.
El por qué aparece no es algo que pueda identificarse de primeras, ya que puede ser fruto de algo personal o tener relación con una situación concreta. Por ejemplo, puede ser desembocado por una sobrecarga de trabajo (algo que podríamos evitar si aprendemos a poner límites) que provoca estrés laboral; por un entorno laboral poco seguro. O incluso por algún hecho traumático relacionado con el trabajo. En mi caso por ejemplo, la sufrí por el primero de los motivos, pero en tu caso podría ser diferente.
Los síntomas de la ergofobia o miedo al trabajo
Ese malestar que sufre quien tiene ergofobia, se traduce en diferentes síntomas que nos facilitarán su identificación, pero como ocurre con cualquier fobia, será necesario que el diagnóstico nos lo de un profesional sanitario. Aún así, te contamos algunos de los síntomas más comunes que se presentan:
- Falta de concentración en la jornada laboral.
- Ansiedad antes de empezar a trabajar.
- Pensamientos negativos sobre el trabajo fuera del horario laboral y que se presentan de una forma recurrente e intrusiva.
- Tristeza sin motivo aparente.
- Malestar físico antes o durante la jornada laboral, como dolor de estómago, de cabeza, tensión muscular, taquicardias, náuseas, sudores fríos, hiperventilación…
- Pérdida del sueño o problemas para mantener una buena rutina del sueño, bien sea porque no consigues conciliar el sueño, porque no descansas cuando duermes o porque te despiertas constantemente.
- Cambios en la alimentación, que puede ir desde una pérdida del apetito hasta lo contrario, ansiedad por comer provocada por el hambre emocional.
Todos y cada uno de ellos los viví y llegó a un punto que tuve que acudir al médico porque empecé a tener ataques de ansiedad cada vez más constantes. En un principio pensé que se trataba de una depresión o algo similar, pero lo cierto es que la ansiedad estaba provocada por una ergofobia.
Estos síntomas se agravan los domingos (porque el lunes vuelves a trabajar) y después de las vacaciones, porque la anticipación de la ansiedad provocan que los síntomas se empiecen a manifestar cuando aún ni estamos en el trabajo.
Cómo superar la ergofobia
En mi caso, sufrí ergofobia en el año 2015 y necesité ayuda psicológica para superarla, así que si te encuentras en la misma situación, acude a un profesional. Es el mejor consejo para superarla que puedo darte como alguien que lo ha vivido en primera persona.
Una vez dicho esto, voy a contarte las tres herramientas que me dieron en el Centro Psicológico Álava Reyes para que entiendas que la ergofobia puede superarse con la ayuda adecuada.
Establece una rutina gradual
En mi caso, los síntomas eran tan fuertes que me encontraba de baja laboral, pero pensar en volver al trabajo, algo que tendría que ocurrir tarde o temprano, me paralizaba por completo. Por eso mi psicóloga estableció conmigo una rutina gradual para que la vuelta fuera menos agresiva. La idea era ir haciendo actividades relacionadas con mi trabajo, pero un entorno seguro y cómodo.
Habla con tus jefes
Para el punto anterior, podría ser interesante hablar con nuestro jefe o jefa, y explicarle la situación. Te confieso que este paso le hice y solo sirvió para lo contrario, porque se minimizaron mis síntomas y provocó que el teléfono no parara de sonar preguntando cuándo me incorporaría, pero si tienes alguien que te supervise y que tenga algo de inteligencia emocional, es interesante hablar con esa persona y por ejemplo, pedir teletrabajar unos días o negociar un horario flexible mientras sigues con el tratamiento, algo factible si existe un correcto contrato psicológico entre la empresa y tú.
Utiliza alguna técnica de relajación
Mi psicóloga me enseñó a respirar para aprender a calmarme durante un ataque de ansiedad, pero puedes usar la técnica de relación que mejor se adapte a ti. Meditación, mindfulness o simplemente la técnica de respiración 4-7-8 (inspirar durante 4 segundos, contener el aire 7 segundos y exhalar después durante 8 segundos) podrían ayudarte.
Ve a terapia
No va a solucionarse solo con repetirte frases resilientes como “podrás con esto”. Tener ese diálogo interior ayuda y mucho, te lo digo por experiencia, pero es necesario que aceptemos esas emociones negativas, tratemos de entenderlas lo mejor posible y contemos con las herramientas adecuadas para gestionarlas, algo con lo que nos ayudará la psicología.
Practica algún deporte
Creo que el deporte es algo que me ha ayudado en los peores momentos de mi vida, por ejemplo para superar una ruptura de pareja. Está demostrado que practicar cualquier deporte reduce los niveles de ansiedad y nos ayuda a controlar el estrés. En mi caso los largos paseos eran lo que mejor me iba, pero también el yoga.
El miedo es humano y no nos define, pero tampoco deberíamos dejar que nos limite. Por suerte, la ergofobia, como cualquier otra fobia, puede superarse con la ayuda adecuada. Solo tenemos que ponernos en las manos profesionales adecuadas y trabajar para superarla.
Fotos | Joice Kelly, Marcos Paulo Prado, Zhivko Minkov, Russell Ferrer y Conscious Design en Unsplash
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