Cuántas veces soñamos con destinos exóticos en la otra punta del mundo cuando, en realidad, ni siquiera tenemos que salir de la Península Ibérica para poder disfrutar de paisajes de ensueño... Su clima amable, 3.000 horas de sol al año y 850 kilómetros de playas bañadas por el océano Atlántico hacen de Portugal un destino perfecto para escapadas en todas las estaciones del año. No obstante, hay mucha vida más allá de las famosísimas Lisboa y Oporto. Estos tres destinos que te presentamos a continuación son imprescindibles si lo que se busca es conocer el país luso más a fondo.
Lagos
Lagos es una ciudad que se encuentra ubicada en el Algarve occidental. Famosa por sus playas rocosas y sus acantilados, también tiene un marcado carácter histórico con su precioso centro histórico amurallado (que data de la época de los romanos). Y es que se trata de un lugar que se presta, tanto a escapadas de fin de semana, como al ocio nocturno.
La atracción más importante de Lagos es Ponta da Piedade, una zona de acantilados y rocas de más de 20 metros de altura que se recorre siguiendo un camino de piedras que llega hasta el agua. Aunque, además de hacer senderismo, también se puede reservar un paseo en barco por las cuevas o hacer un tour en kayak.
Sintra
Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1995, Sintra es una villa portuguesa muy cercana a Lisboa que destaca por sus increíbles palacios de cuento. En especial, el colorido Palacio de Pena, situado en lo alto de un espeso monte de película de hadas y que se compone de una particular mezcla de estilos.
De origen celta, Sintra se encuentra en mitad de un parque natural. Todo ello hace que este lugar sea una excursión que no te puedes perder cuando estés visitando Lisboa. Incluso si solo pasas un fin de semana en la ciudad, merece la pena dedicarle un día a este paraje que no deja indiferente a nadie con su mezcla de palacios y jardines, castillos y bosques.
Coímbra
A orillas del río Mondego, Coímbra fue la capital medieval de Portugal durante más de cien años. También es famosa por tener la universidad más antigua de Portugal y una de las más antiguas de Europa. Así que, con el paso del tiempo, ha moldeado su identidad en torno a ello, convirtiéndose en “la ciudad de los estudiantes”. Durante el día, la vida fluye tranquila pero, por las noches, la puesta de sol trae consigo una fiesta interminable.
Su casco histórico se compone de pintorescos edificios que abarcan casi un milenio de historia: desde el morisco Arco de Almedina, ubicado al pie de la ciudad; hasta la Torre del Reloj, que corona el patio de la antigua universidad. Mientras que en la parte moderna de la ciudad se encuentran los parques con terrazas, bares y restaurantes junto al río, un fantástico puente peatonal, grandes centros comerciales y, en definitiva, todo lo que se puede esperar de una ciudad europea importante.
Foto de portada | Aviv Perets
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