Lucy Liu es una de esas actrices que no es santo de mi devoción pero que últimamente se está ganando mis favores. Su personaje en Cashmere Mafia era de lo más recargado y pomposo, estilísticamente hablando, por lo que se volvía muy poco creíble, aunque ella, que es muy graciosa y desenvuelta, no lo hacía nada mal. Eso sí, su mejor trío no es precisamente el de la serie llamada a sustituir a Sexo en Nueva York sino el de Los Ángeles de Charlie, en la que hace honor al dicho de "pequeñita pero matona".
Las bellezas asiáticas no son un reclamo principal para la industria norteamericana en casi ningún sector, ni en cosmética, ni en moda, ni en el cine o la televisión, y eso que el porcentaje de población de ascendencia china o coreana es en Estados Unidos muy elevada, y Lucy, es su mejor baza,
aunque poco a poco es más común ver a modelos rasgadas, como la top coreana Hye Park, o actrices que se están haciendo un hueco como Rynko Kikuchi (que hizo Babel junto a Brad Pitt y ha sido imagen de Chanel) o la bellísima Michelle Yeoh (protagonista de Memorias de una Geisha).
Liu se ha vuelto toda una fashionista de pro y si hace unas semanas la veíamos guapísima de Giambattista Valli en la première de este misma película de animación, pero en diferente escenario, ahora la vemos en Japón, cuna del manga y los dibujos animados, con un vestido de la colección de invierno 2008/2009 del diseñador norteamericano Bill Blass, que completaba con un cinturón de Zac Posen, y unos preciosos zapatos de Jimmy Choo. Muy guapa, bastante mejor que la modelo, que a su lado, se hace sosa.
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