Si buscamos la definición más sencilla de pensamiento mágico podemos decir que es el opuesto al pensamiento lógico, pero como se queda un poco corta añadiré que es esa forma de pensar basada en la imaginación, las emociones, la superstición etc. que en ocasiones nos hace creer que ciertos comportamientos, palabras o ideas pueden modificar la realidad.
Pero que nadie se asuste ¡No voy a ponerme a filosofar sobre el tema! Al menos no más allá de como nos puede afectar a la hora de decidirnos a comprar un cosmético.
La relación la encontré viendo una conferencia de la psicóloga Pilar Sordo en la que hablaba de como las mujeres tendemos a hacernos una idea de la solución perfecta que queremos y en muchas ocasiones compramos productos a la espera de que algo mágico ocurra sin tener un enfoque realista.
Cremas que hacen desaparecer las arrugas en dos semanas, anticelulíticos que prometen gluteos de ensueño, antiojeras milagrosos, maquillajes que nos aseguran una piel de seda o parches que reducen la grasa sin movernos del sofá.
Podría hacer una lista interminable pero seguro que con estos ejemplos recordáis al menos una vez en la que la idea de lo que pensabais obtener de un producto no se ha correspondido para nada con lo que sucedió después.
Como el gloss que no se pega, o ese pintalabios de color rosa chicle (hoy cupcake) que ya he probado en mil versiones olvidando en todas al comprarlo que no me favorece nada, aunque en mi (testaruda) mente me gusta creer de vez en cuando que me va a quedar muy bien.
Hace unos años adelgacé bastante y una de sus consecuencias fue que el pecho perdió forma y quedó un poco caído. Por aquel entonces cada vez que veía un reafirmante y leía todas las maravillas que iba a hacer por mí, aunque una vocecita interior me repetía que no tenían nada de sensatas, me imaginaba ya con mi nuevo escote terso y elevado hasta el infinito.
Cuando no conseguía resultados con uno al cabo de un mes, probaba con otro con una foto más convincente o un envase más atractivo, y así hasta que un día me di cuenta de que esas cremas eran incapaces de cumplir mis objetivos y me decidí a hacer flexiones, comprar sujetadores adecuados, ducharme con agua fría y trabajar con mancuernas.
Dos años después puedo decir que mi pecho ha vuelto a su sitio, sin utilizar ningún cosmético específico. Las soluciones más prácticas no siempre (o más bien nunca) son las más cómodas, tampoco prometen resultados inmediatos, ni cambios radicales, pero tienen algo buenísimo ¡Funcionan!
Estamos rodeadas de falsos ejemplos de perfección por todas partes y de campañas de venta sobre productos que afirman que nos ayudarán a conseguir esa perfección. Algo imposible y a la vez innecesario, pensado para inducirnos a consumir más, no para hacernos mejores.
Por eso antes de comprar un cosmético miro bien su composición, si hay posibilidad de que cumpla lo que busco (lo que promete ya doy por hecho que no es probable) y dejo de imaginarme que consigue hacer de mi una mujer de revista.
El pensamiento mágico nos puede dañar si lo empleamos para proyectar una imagen que no se corresponde con lo que somos. Mejor mirarnos bien al espejo, con todo el cariño del mundo y procurar esforzarnos por ser siempre la mejor versión de nosotras mismas.
Foto | The Cherry Blossom Girl En Trendencias Belleza | La cosmética no es una cuestión de fe sino de resultados visibles