Quizás puede resultar extraño, paradójico o incluso absurdo que una persona tan deportista como yo y que, además, se dedica al mundo del entrenamiento haya fumado durante tanto tiempo. Podéis decirlo: a mí también me lo parece. Anda que no he tenido que escuchar un montón de veces lo de "con todo el deporte que haces, ¿cómo es posible que fumes?" o "si haces todo esto fumando imagínate lo que harías sin fumar". Pues sí: fumaba. Y mucho. Y durante mucho tiempo. Y lo había intentado dejar ya varias veces sin ningún éxito hasta que esta ha sido la definitiva.
Fumar siendo deportista
El monóxido de carbono se une a la hemoglobina de la sangre formando carboxihemoglobina, lo que disminuye la capacidad de la sangre de transportar oxígeno a los músculos y demás tejidos del organismo. Esto hace que los músculos se fatiguen antes y también se recuperen más tarde. Después de dejar de fumar se puede tardar más de un día en eliminar la carboxihemoglobina de la sangre.
En lo que respecta a la nicotina, provoca la liberación de sustancias estimulantes con unos efectos cardiovasculares y neurovegetativos que se manifiestan en el ejercicio aumentando la frecuencia cardiaca y la presión arterial. El resultado es que, con las mismas cargas de trabajo que cuando no se ha fumado previamente, el corazón trabaja más durante el ejercicio.
Es decir, el consumo de tabaco conlleva una reducción notable del rendimiento físico. Y es que fumar es uno de los principales factores de riesgo cardiovascular así que,realizar actividad física siendo fumador pone más aún en peligro nuestra salud. De hecho, la clínica Universidad de Navarra recomienda que, si un fumador desea hacer ejercicio, se someta a un buen chequeo cardiorrespiratorio de esfuerzo. Además de considerar seriamente dejar el hábito.
De todos modos, nunca es tarde si la dicha es tan buena como dejarlo y no lo digo yo, lo dice la ciencia. Un equipo de investigadores de varias universiadades publicó un artículo en la revista JAMA Network Open en el que dan cuenta de un análisis realizado sobre los efectos del tabaco en la mortalidad. El resultado más llamativo es que la mortalidad de quienes habían dejado de fumar antes de los 35 se reducía hasta casi equipararse con la de aquellos que nunca habían fumado.
Os cuento cómo ha pasado todo, por si os puede ayudar.
Recuerdo perfectamente mi primer cigarrillo: con 16 años mis amigas y yo nos habíamos ido de excursión con el colegio a esquiar, y con nosotras estaba una chica que tenía un año más e iba un curso por delante. Y además fumaba. Os podéis imaginar lo demás. Desde entonces estuve enganchada al tabaco, y además estaba muy convencida: "fumo porque quiero y cuando quiera lo dejo". Yeah, right...
En España, la edad media de inicio de consumo de tabaco es a los 14,6 años y alrededor del 9% de la población entre 14 y 18 años fuma. Según un estudio del Hospital del Mar, hecho durante siete años con casi 4.500 personas, empezar a una edad precoz aumenta el riesgo de muerte y de enfermedad cardiovascular a una edad más temprana, sobre todo en aquellas personas que se inician antes de los 12 años.
Las primeras intentonas de dejarlo
Esta no era la primera vez que intentaba dejar de fumar, claro. En anteriores capítulos de "si yo lo dejo cuando quiera" había probado con chicles de nicotina, libros, el cigarrillo electrónico, Champix (un medicamento de venta en farmacias que suele dar bastante buen resultado. No en mi caso, claro) e incluso a las bravas: dejando de comprar tabaco y ya está. Ninguna funcionó.
La vez que más tiempo estuve sin fumar fueron tres meses, pero al final volví. La razón estaba clarísima: lo dejé porque empecé a salir con un chico que no fumaba y me dije "ya está: este es el momento". Aparte de que en esos tres meses que estuve sin fumar subí cinco kilos como cinco soles (en mi defensa diré que las Navidades cayeron de por medio), evidentemente en cuanto lo dejé con el chico, volví a fumar. Estaba claro.
Con esto lo que quiero decir es que si queréis dejar de fumar necesitáis estar convencidas de que queréis dejarlo y tener una buena razón para hacerlo: un motivo que no sea externo (como un chico o una fecha clave), sino que debe ser importante y salir de vosotras mismas. Una vez tengáis identificada esa razón, todo será mucho más fácil.
La definitiva: dejarlo con Zyntabac
Esta vez estaba convencida de querer dejarlo: estaba preparando una media maratón y, según iba entrenando, me di cuenta de que fumando todo lo que fumaba (aproximadamente un paquete al día) por más que entrenaba no conseguía mejorar. Imposible correr más deprisa, incluso entrenando más y pesando menos; imposible recuperarse mejor entre series. En definitiva: el tabaco me estaba limitando en mi objetivo, y mucho.
Un amigo cercano me dijo que él lo había dejado hace tiempo (y él también fumaba mucho) con Zyntabac, y que le había resultado muy sencillo, así que me empecé a informar sobre el tema. El Zyntabac es básicamente bupropión: un antidepresivo que produce un incremento en los niveles extracelulares de dopamina, relacionado con las recompensas inmediatas (igual que la nicotina). Al ser un antidepresivo es necesario que un médico prescriba su consumo así que me fui al médico de cabecera y, aunque al principio se mostró muy reticente a prescribírmelo, al final me hizo la receta.
El Zyntabac es un medicamento caro: una caja para aproximadamente dos meses sale por unos 150 euros aproximadamente. A mi parecer, merece la pena si realmente hace que dejes de fumar y, de momento, ha sido así. Solo hay que echar cuentas de cuánto dinero te vas a ahorrar en tabaco con la inversión y seguramente descubras que salgas ganando.
¿Cómo ha sido la experiencia?
La posología del Zyntabac es sencilla: durante la primera semana se toma una pastilla al día y tienes que seguir fumando al mismo nivel que lo has hecho siempre. A lo largo de esa primera semana vas notando cómo, cada vez, te apetece menos fumar, aunque hay que mantener el consumo hasta el día de la segunda semana que hayas decidido que será el inicio de tu vida sin tabaco. En la segunda semana comienzas a tomar dos pastillas al día separadas por 8 horas, y el día D dejas de fumar de raíz.
Para dejar de fumar elegí un día en el que por reuniones y eventos iba a tener poco tiempo libre, y creedme si os digo que estaba deseando que llegara el momento de no encender ni un cigarrillo más. No lo eché de menos: de hecho sentí como cierto asco al pensar en el tabaco, como lo que había sentido los últimos días mientras fumaba y tomaba la pastilla a la vez.
Lo que más miedo me daba eran los primeros días: ¿me daría mono? ¿acabaría bajando al kiosko a por tabaco como había pasado otras veces? Os aseguro que no he pasado nada de ansiedad: cero. Lo único que sentí al principio es que había ciertas situaciones en las que no sabía qué hacer con las manos (antes tenía un cigarro), pero nada más. La verdad es que estaba muy asombrada porque, en ocasiones anteriores, los primeros días me subía por las paredes.
¿Efectos secundarios? Un montón
Parecía todo muy bonito, ¿verdad? Pues no: el Zyntabac tiene, como la mayoría de medicamentos, un montón de efectos secundarios. Al principio no estaba ni preocupada porque nunca me suelen afectar lo que leo en los prospectos, pero menuda sorpresa.
Excepto el insomnio (que además es uno de los más corrientes), he sufrido un buen número de los efectos secundarios del Zyntabac. La primera semana, cuando aún estaba fumando, comencé con ligeros dolores de cabeza que fueron aumentando en intensidad hasta el punto de tomar Gelocatil (y yo procuro aguantar y no tomar nada) y, sobre todo, muchísimo nerviosismo. No era mono porque estaba fumando, pero me sentía hiperactiva.
A partir de la segunda semana empecé con náuseas y vómitos por las mañanas (solo un par de días), mareos, sudores fríos y, a veces, palpitaciones. También notaba un cierto ardor de estómago y muy pocas ganas de comer y, sobre todo, mucha sequedad en la boca. Esto último lo he notado durante semanas y es muy poco agradable.
También había leído por internet que había personas que habían sufrido terrores nocturnos hasta el punto de tener que dejar el tratamiento, y esto sí que me preocupaba porque soy muy miedosa. Lo más que me ha ocurrido es que un par de noches durante los días siguientes a cortar con el tabaco soñé que fumaba, pero procuré no agobiarme y dejarlo pasar.
En cosa de tres semanas me fui regulando y los efectos secundarios desaparecieron. Los primeros días con los dolores fuertes de cabeza sí que me planteé dejar el tratamiento porque había días que eran casi como migrañas, pero al ver que se pasaban me fui animando.
Cambios después del Zyntabac
La pregunta del millón: ¿ha merecido la pena? Para mí definitivamente sí porque ahora sé que no voy a volver a fumar nunca: la idea de pensar en encenderme un cigarro ya me resulta desagradable, y no os quiero ni contar cuando paso cerca de alguien que esté fumando.
A corto plazo ya he notado los beneficios: al contrario que en otras ocasiones no he engordado nada (de hecho he adelgazado, pero porque he mantenido mi alimentación normal y he seguido entrenando como antes) y ya puedo notar cómo recupero mejor al entrenar series y puedo llegar a velocidades y pulsaciones en carrera a las que antes no llegaba. Además he notado mejoría en la piel, en las uñas (antes me amarilleaban mucho) y ha mejorado el blanco de los dientes.
Además de los obvios beneficios de salud, también he notado beneficios sociales: ya no me tengo que salir a la terraza a fumar; la casa, la ropa y el pelo ya no huelen a tabaco y me siento más "libre" en general.
Yo os he contado mi experiencia con un medicamento que tenía como última opción para dejar de fumar, estaba ya desesperada. No os voy a decir que dejéis de fumar porque es algo que tiene que salir de uno mismo y poco importa lo que te digan los demás (been there, done that). Pero si de verdad queréis hacerlo, buscad la ayuda que sea necesaria y poned todo de vuestra parte para dejarlo. Los resultados merecen la pena.
Aunque, si necesitáis más pruebas científicas. La American Cancer Society ha recogido cuáles son los beneficios que se han demostrado que se producen en el organismo, según el tiempo que llevemos sin encender un cigarro. Y es que el cuerpo ya empieza a recuperarse solo unos minutos después. Así, 20 minutos después, el ritmo cardíaco y la presión sanguínea bajan. El nivel de monóxido de carbono en sangre se reestablece al nivel normal a las 12 horas. Hay que esperar de 2 a 3 semanas para que la circulación mejore y la función pulmonar aumente.
Entre los primeros nueve meses disminuyen la tos y la dificultad para respirar. Las estructuras parecidas a vellos pequeños que eliminan el moco de los pulmones (los cilios) empiezan a recuperar su función normal en los pulmones, lo que aumenta la capacidad para controlar las mucosidades, limpiar los pulmones y reducir el riesgo de las infecciones. Y la lista sigue al pasar el año.
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