De la corona británica podrán comentarse un montón de cosas: desde diamantes malditos hasta prácticas sectarias, sin embargo, ante meras especulaciones, lo que sí podemos afirmar es que, a lo largo de la historia, las mujeres de la monarquía han sufrido por amor, y como muestra está la historia de las duquesas de Spencer: ambas llamadas Diana y con un devastador vínculo y final que las dejó lejos de su destino: el amor y la corona.
Antes de la Princesa Diana, la conocida 'Princesa del pueblo', existió Diana Russell, una duquesa nacida el 31 de julio de 1710 en el seno de la prominente familia Spencer en Londres. Era la segunda hija y la menor de cinco vástagos del estadista inglés Charles Spencer, tercer conde de Sunderland, y su segunda esposa, Anne Spencer, ambos, antepasados de la Princesa de Gales.
La vida de Diana Russell fue dura desde sus primeros años: a la edad de seis quedó huérfana y su abuela materna la acogió, aunque se convirtió en una de sus nietas favoritas, las intenciones de Sarah Churchill, duquesa de Marlborough (conocida como la Duquesa Viuda), siempre fueron las de casarla con un hombre cercano a la corona, por ello, por su acercamiento con la reina Ana, concertó un matrimonio secreto entre Diana y el príncipe Federico, hijo mayor del rey Jorge II (a quien sobornó por 100.000 libras para que aceptara).
Antes de contraer nupcias con Russell, la belleza y riqueza de la joven Diana eran por demás llamativas para los hombres dentro de la realeza, que vieron en la agraciada Spencer a una digna esposa, tanto para ellos o para sus hijos; así lo demostró el intento del duque de Somerset al buscar un matrimonio entre Diana con su nieto, Master Wyndham.
Pero no sólo ellos estuvieron detrás de la duquesa para convertirla en su esposa, el vizconde de Weymouth y el conde de Shaftesbury también fueron pretendientes de Lady Diana.
Sin embargo, cuando se descubrieron las intenciones de Sarah y el matrimonio arreglado, el primer ministro Robert Warpole frustró el plan, por lo que Diana terminó casándose con Lord John Russell, teniendo un único hijo llamado John que, después de haberlo traído al mundo en un parto inducido por un accidente en carruaje, éste murió al día siguiente.
Enferma, desfigurada y sin hijos
Porque, como en toda historia real todo puede llegar a ponerse peor, la vida de Diana Russell empeoró con los años: después de que la duquesa viuda rechazara a un montón de candidatos para casarse con Diana, incluido al conde de Chesterfield, todos los pretendientes fueron refutados hasta esperar un pretendiente rico con un título y las inclinaciones políticas adecuadas.
Además de no poder contraer nupcias, Lady Diana desarrolló linfadenitis cervical tuberculosa, lo que obligó a la duquesa viuda a pagar a un conocido cirujano para ocultar los rastros de la enfermedad que le desfiguró el rostro.
Sumada a su enfermedad y ante la pérdida de su primer hijo, la familia tuvo en mente la idea de conseguir a un recién nacido vivo para intercambiarlo con el fallecido durante el parto, sin embargo, lo descartaron por completo, lo que desató la obsesión del duque de Russell en tener un heredero, derivando en el segundo embarazo de Diana que culminó con un aborto espontáneo, reprochándose a sí misma por no cuidarse lo suficiente.
Diana Russell, duquesa de Bedford, fue una mujer cuya vida estuvo marcada por la tragedia y las ambiciones de su familia. A pesar de su corta vida, dejó un legado como figura notable en la historia de la aristocracia inglesa del siglo XVIII, con una historia que sirve como un recordatorio de los sacrificios que a menudo se exigían a las mujeres de su época en aras del estatus social y las expectativas familiares.
Fotos de portada de Wikimedia
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