En enero de 1971 Yves Saint Laurent epató a los invitados que acudieron a ver su desfile de primavera-verano. Tras haber arrasado con sus anteriores colecciones gracias a un estilo juvenil y elegante, de haber experimentado con los volúmenes con mucho éxito, presentó una colección basada en el estilo años cuarenta. Turbantes, vestidos ajustados, hombros cuadrados, boleros y abrigos de pelo, medias de rejilla, abundante maquillaje y zapatos de plataforma con la puntera abierta.
El público, y sobre todo la prensa especializada, se escandalizó, sufrió un shock. Aquella colección estaba basada en la indumentaria de las horizontales, las compatriotas que colaboraban con los nazis que ocuparon Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Con aquella ya icónica colección el argelino, lo que hizo fue recoger una tendencia que ya existía en la calle y subirla a una pasarela. Paloma Picasso era la máxima musa total de esa colección. Aficionada a los mercadillos, ya se vestía así y fue la que inspiró el concepto básico de la colección con su blanquísima piel y los labios rojos. El único apoyo que consiguió fue del Elle francés que ya había olisqueado que los tiros de la moda iban más hacia la juventud que hacia las viejas glorias mantenidas a base de perlas y viejas herencias.
Esa colección constituyó un escándalo con mayúsculas. De un plumazo y sólo con una colección, Ysl se había cargado todo lo que había conseguido tras su paso por Dior y tras formar su propia firma de la mano de Pierre Bergé. Mientras creaba ese desfile inventó por el camino el vintage y esa fórmula tan contemporánea nuestra que es hacer colecciones de moda basadas en hechos puntuales de la historia que no formaban parte de la moda en sí misma.
Dicen los expertos que el vestuario de Catherine Deneuve en Belle de jour de 1967 avanzaba ya esta tendencia. Tras haber presentado elegantes colecciones basadas en el arte y de haber experimentado con los volúmenes y la ambigüedad sexual, Saint Laurent estaba decidido a armar mucho ruido, a escandalizar con algo tan poco sutil como vestir a las mujeres de mujeres y hacerlas caminar con vestidos ajustados sobre altísimos tacones de plataforma.
Después de haber vestido a las mujeres con trajes masculinos, a modo de coraza, con el famoso smoking, y de haber rejuvenecido a las clientas de Costura internacional, el joven Saint Laurent, que ya había coqueteado con las drogas, el alcohol, el sexo salvaje y con toda la Factory de Warhol, consiguió que la prensa especializada, tanto la francesa como la americana, criticaran la colección considerando que era una provocación disfrazar a sus clientas de prostitutas colaboracionistas.
Según rezan los libros de pedidos de la maison de la época, casi no hubo encargos. Sólo la señora Jagger, que compró un bolero de pelo blanco, Betty Catroux, Sao Schulumbergh, Nan Kempner o Lauren Bacall osaron encargar prendas. El fracaso comercial de la colección hizo más famoso a Yves gracias a la publicidad gratuita que las críticas negativas suscitaron en la prensa especializada. De la androginia de la ambigüedad sexual a la feminidad más vulgar y obvia.
Llamar la atención de la mojigata prensa no especializada resultaba muy fácil en aquellos días en los que el largo de las faldas era casi debate internacional, un debate que no conseguía poner de acuerdo a fabricantes, creadores y minoristas.
Hoy en día, en este micro mundo en el que todo está conectado resulta bastante fácil pasar desapercibido, llamar la atención con una colección es tarea ardua, difícil, complicada y requiere grandes dosis no sólo de talento si no de un holding de lujo que respalde tus locuras. El gran abanico de propuestas y la inmediatez que nos brinda Internet hace que estemos curados de espanto y ya ni las caras tapadas, ni los pechos desnudos ni mucho menos el largo de una falda llama ya la atención de nadie y menos de los clientes de Alta Costura o prêt à porter que no olvidemos que son muy pocas.
Cada temporada asistimos a las semanas de la moda internacionales esperando ver un jet privado aterrizar en L.A. lleno de modelos de Chanel en un hangar, esperamos el shock. Los holdings de lujo conscientes de la inmediatez de las noticias en prensa y en internet, se esfuerzan porque nieve en el Gran Palais, hacen que lluevan mariposas en el Museo D´Orsay o convencen a arquitectos afamados para que creen espacios alucinantes para shows que duran veinte minutos. Desfiles de los que recuerdas más el poderío económico y la capacidad de aforo que los trapos, que han quedado relegados a un segundo plano a favor del espectáculo.
La creación ya no importa porque ya todo ha sido creado, importa moverle el piso a una audiencia global que en un noventa por ciento no va a consumir ningún producto que salga a esas pasarelas. Ahora lo que importa es el valor de la marca en sí mismo a nivel planetario. Lo que suene en los medios de comunicación obtendrá cuantiosos beneficios bursátiles, porque ya no se trata de vender piezas de la colección, si no de cotizaciones en Bolsa.
Hedi Slimane, el nuevo director creativo de YSL, no ha hecho nada nuevo, de hecho ni siquiera ha creado nada, ni siquiera ha recogido una tendencia callejera y la ha subido a la pasarela, lo que ha hecho es rebajar la edad de sus clientas y llamar la atención de la prensa especializada de la que no es y del público en general.
Está probado que las consumidoras de moda están en una horquilla entre los 11 y los 30 años. A la mayoría de las que nacieron a mediados de los 90 el grunge puede que les suene como algo lejano, y la mayoría consideren que estas colecciones de Hedi Slimane son novísimas. Que Monsieur Saint Laurent bailara hasta el alba con Warhol, con Bianca Jagger o con Halston, que fuera un experto en arte o que Catherine Deneuve fuera íntima suya poco importa ya. Los nombres han cambiado y ya ni siquiera Courtney Love, la princesa del grunge, la esposa de uno de los impulsores del movimiento musical, es un nombre fuerte, aunque protagonice parte de la campaña de este invierno.
Parece que la moda se ha convertido en una actuación de Miley Cirus en una entrega de los MTV, empeñada en destacar sobre el resto de las estrellas del pop intentando ser transgresora e irreverente para que la prensa, las redes sociales y el planeta entero hablen de ella durante semanas. Sigamos pues batiendo entre todos la espuma.
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