La mayoría de padres no dejan que esto ocurra, pero es fundamental para que los niños desarrollen empatía y resiliencia

La ansiedad, la tristeza, la soledad o la baja tolerancia a la frustración son trastornos que han aumentado en la infancia y en la adolescencia y es fruto, en muchas ocasiones, de un incorrecto desarrollo de su inteligencia emocional

Dejar Que Los Ninos Aprendan A Frustrarse Desarrolla Resiliencia E Inteligencia Emocional
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María Velasco es psiquiatra licenciada, tiene un máster en ‘Psicoterapia Integradora’ y otro más en ‘Psicopatología y en Psicoterapia del Niño y del Adolescente’. Está especializada en niños, adolescentes y familias y es psiquiatra adjunta en el Hospital Universitario Ramón y Cajal, docente de MIR y PIR y psicoterapeuta privada. Si como padre tienes que fiarte de alguien, es de ella.

En su libro ‘Criar con salud mental. Lo que tus hijos necesitan y solo tú les puedes dar’, la doctora Velasco tiene el objetivo de que tus hijos se conviertan en adultos mentalmente sanos y resilientes. Como padres no queremos equivocarse y hacerlo bien, pero en ese deseo de que nuestros hijos tengan la mejor infancia posible, caemos en un error. Como ella misma explicaba en el programa Aprendemos juntos 2030, si queremos conseguir que nuestros hijos desarrollen empatía y resiliencia, tenemos que dejar que los niños aprendan a frustrarse. Es la clave para que desarrollen inteligencia emocional.

Dejar que los niños se frustren es clave en su desarrollo

Creemos, por un mal entendimiento de la crianza amable, que los niños van a traumatizarse si les decimos “no” o “no puede ser”. Sin embargo, y como explica la doctora Velasco, si nunca decimos que no a nuestro hijo, no vamos a poder aceptar todos los “noes” que recibiremos en la vida. Y es que, aunque no lo parezca y tal y como cuenta en el programa la psiquiatra, “no todo lo que nos hace sentir mal en la vida es negativo. La tristeza es importante. La rabia es importante y la frustración es importante.” Todas esas mal llamadas emociones negativas que intentamos evitar que nuestro hijos experimenten a toda costa, son en realidad una fuente de aprendizaje.

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Una buena tolerancia a la frustración nos permite una mayor adaptación a la vida, lo que se conoce como resiliencia. Pero si no dejamos que nuestro hijo se frustre y reciba un “ahora no” como respuesta, estamos provocando justo lo contrario, que cuando sea adulto no tenga las herramientas adecuadas para gestionar el fracaso, aprender de los errores o simplemente para entender que no todo puede ser como quiere en todo momento.

La pregunta es, ¿cómo enseño a mis hijos a que aprendan a frustrarse? Dejando que se frustren, así de sencillo. Velasco asegura que “en esas emociones negativas de tristeza, de rabia, de frustración, aprendemos a mentalizar, es decir, a poder pensarnos con distintos estados emocionales que son consecuencias a situaciones internas, a veces pensamientos, o externas, y a podernos ver como desde fuera, a podernos pensar, a poder saber qué tengo que hacer para manejar esto”.

Los seres humanos no nacemos con la capacidad de saber frustrarnos de la nada, es algo aprendido y como padres o educadores, es nuestro trabajo ayudar a nuestros hijos a que desarrollen esa capacidad. “Es muy importante enseñar a los niños a los dos, tres, cuatro años, a tolerar la frustración de manera gradual, de una manera tolerable. Con frustraciones tolerables pero progresivas”, explica la experta la doctora. Con eso, estamos además desarrollando la capacidad empática de nuestro hijo. Si no les ponemos ese límite y dejamos que se frustre, no van a ser niños empáticos. “Dentro de la frustración hay un límite, hay un «hasta aquí puedes llegar. También existo yo». «Hasta aquí puedes llegar. También existe este niño. «Hasta aquí puedes llegar. No hay dinero para todo. ¿Qué le vamos a hacer? No te puedo comprar esto. Te tienes que aguantar». Y eso desarrolla muchas capacidades, no solo la frustración”.

La experta asegura que “enseñar a los niños a frustrarse con deportividad es imprescindible para el desarrollo de capacidades como la empatía, la gestión de sus emociones o la resolución de conflictos”. Dejar que los niños se frustren, aunque nos duela verles pasar por una emoción negativa, es un aprendizaje para ellos. No podemos proteger a los niños de todo y de hecho, no es bueno que lo intentemos. Si no enseñamos a los niños a pensar y vivir la frustración, cuando sean adultos no sabrán qué hacer con ella, y es ahí donde surgen los verdaderos problemas de salud mental.

La ansiedad, la tristeza, la soledad o la baja tolerancia a la frustración son trastornos que han aumentado en la infancia y en la adolescencia. De hecho, los trastornos de ansiedad son los trastornos psiquiátricos más frecuentes en esas edades, con tasas de prevalencia entre un 10 y un 20%, por encima de la depresión y de los trastornos de la conducta.

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Pero la experta afirma que es importante entender que la salud mental no es simplemente que no exista una enfermedad mental. “Es poder vivir en un equilibrio entre fortalezas y capacidades que nos ayuden a enfrentarnos a la vida, a poderla vivir de una manera aceptable, aprendiendo, evolucionando, compartiendo con los demás, pudiendo trabajar, pudiendo integrarnos”. Y para eso, necesitamos enseñar a los niños a gestionar, entre otras cosas, la frustración.

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