El vídeo de la agresión sexual a una joven discapacitada marroquí en un autobús merece una reflexión. Por parte de todos.

El vídeo de la agresión sexual a una joven discapacitada marroquí en un autobús merece una reflexión. Por parte de todos.

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El vídeo de la agresión sexual a una joven discapacitada marroquí en un autobús merece una reflexión. Por parte de todos.

Los hechos son horribles: seis jóvenes de entre 15 y 17 años agreden sexualmente a una chica de 24 con discapacidad intelectual en un autobús de la ciudad marroquí de Casablanca. Ningún pasajero, ni tampoco el conductor del autobús, intervienen para defenderla. Uno de los jóvenes graba la agresión, que incluye desnudarla y tocarla mientras ella grita desesperada. Los propios jóvenes suben el vídeo a YouTube, donde se convierte en viral el pasado domingo, antes de que la plataforma lo eliminara por su contenido sensible. El vídeo sigue circulando libremente a día de hoy, tanto en medios de comunicación como en las redes sociales como de móvil en móvil a través de WhatsApp. La noticia ha circulado como la pólvora, hasta el punto de que «violan a joven en autobús» es uno de los cinco contenidos más buscados en Google en español en estos momentos.

Y creemos que esto merece una reflexión. O varias.

Decíamos que los hechos son horribles porque es una realidad incuestionable. Y los comentarios de todos los que han visto la noticia, de cualquier persona con dos dedos de frente, van en la misma línea: la cultura de la violación todavía imperante en muchos lugares del mundo que hace que seis jóvenes se sientan impunes no solo para agredir sexualmente a una mujer en público, sino también para grabarlo y difundirlo. La vergüenza como sociedad de que nadie actúe para impedirlo. La responsabilidad de la empresa de autobuses, que se ha desmarcado del conocimiento de los hechos por parte del conductor a través de un comunicado. Los (desgraciadamente inevitables) comentarios de algunos usuarios de redes culpabilizando a la víctima por ir en la parte de atrás de un autobús o por vestir de forma provocativa.

Conocemos esos hechos. Los condenamos. Gritamos contra ellos como sociedad avanzada que no tolera actos como los que se ven en las imágenes.

Pero todos muchos hemos visto el vídeo. Algunos el mismo domingo, cuando se convirtió en viral y estaba por todas partes en las redes. Otros, por haberlo recibido en su WhatsApp. Muchos más, ayer, cuando varios canales de televisión lo emitieron en las noticias. Y unos cuantos más buscándolo directamente en Google hasta dar con él. Y no podemos evitar preguntarnos: ¿no es cada visualización de ese vídeo una nueva agresión a la víctima?

Violacion Marruecos Autobus1

Por supuesto, los medios de comunicación que lo emitieron (está enlazado en muchas de sus webs aún) pixelaron la cara de la chica. Solo faltaría. Pero se ve su cuerpo semidesnudo, se oyen sus gritos, se respira el pánico que estaba sufriendo. ¿Qué derecho tenemos a verlo? ¿Qué nos mueve a hacerlo? Todavía resuenan los ecos del debate sobre si los medios deberían haberse autocensurado con respecto a la emisión de las imágenes más duras del atentado de la pasada semana en Barcelona, y volvemos a encontrarnos con una doble paradoja: criticamos que se emitan, pero hacemos clic en el titular que las promete. Nos indigna ver que una joven es agredida sexualmente en público, pero nos convertimos en parte de ese público buscando de forma masiva el vídeo en internet.

Puede que otro gallo cantara si los hechos hubieran tenido lugar en España. Catorce kilómetros nos separan de Marruecos, pero los sentimos como muchos más. Porque muchas voces se habrían alzado indignadas si el vídeo viral del momento el verano pasado fuera el de la violación en grupo de los sanfermines, por ejemplo, por mucho que a la chica se le hubiera pixelado la cara al emitirlo. Pero nos preocupa menos la intimidad de una mujer, discapacitada intelectual para más inri, al otro lado del estrecho.

Violacion Marruecos Autobus2

Dirán algunos que la difusión del vídeo sirve para concienciar, pero tendríamos un problema bastante grave como sociedad si realmente hiciera falta un vídeo de una agresión sexual en grupo para concienciarnos de que eso está mal. A algunos los moverá el morbo de ver esas imágenes de las que tanto se está hablando. A otros, peor todavía, una cierta ola de racismo tras lo ocurrido en Barcelona y Cambrils (mucha de la difusión por WhatsApp del vídeo viene acompañada de mensajes de odio hacia lo musulmán). Pero lo que es difícilmente cuestionable es que, cada vez que alguien pulsa «play» en ese vídeo, una chica de 24 años con discapacidad intelectual que fue agredida en un autobús vuelve a serlo un poco con la desaparición absoluta de su derecho a la intimidad.

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