Tiene gracia. Siempre he pensado que el mundo en toda su redondez está creado para mujeres esbeltas con cuerpo espiga que se conforman con una ensalada al mediodía en cualquier estación del año. Cuando la ensalada todos sabemos que no es más que la opción compensatoria de guarnición.
Solemos pensar que las delgadas (o todo lo que no es curvy) tienen más posibilidades de ser felices desde el momento en el que deciden qué ropa comprar en función de si les gusta o no y no tanto de si les entra, les cierra, les aprieta, les saca mollas, les potencia el michelín o les caben las dos tetas. Además, no sudan en los probadores. ¿Qué más se le puede pedir a la vida? Obviamente, guarnición de patatas.
La moda, la ropa, los anuncios… todo está hecho para delgadas. El resto no entramos. Nunca. Literalmente. La sociedad es como unos malditos pantalones pitillos no elásticos que nunca pasarán de la rodilla por más saltitos y resoplidos que peguemos.
¿Cómo no nos va a gustar ver mujeres con curvas en la publicidad si curiosamente la mayoría somos así?
Algunas marcas a veces "nos hacen un favor" y lanzan alguna campaña de publicidad con chicas curvy para que pensemos que hay alguien ahí que ha pensado en nosotras, las que no tenemos los abdominales como una tabla de cortar queso, sino más bien de engullirlo. Y aunque solo sea una falsa alarma de que algo está cambiando, sí que es cierto que cuando vemos a modelos con culazos dando caderazos al borde de una piscina anunciando bañadores se nos iluminan los ojos y sentimos cosas. No sé si llamarlo empatía pero es una sensación parecida a la de ¡choca esos cinco! Sentimos que con nuestro culamen podemos estar buenorras y sobre todo que este explosivo trasero entraría en uno de esos bikinis sin desorbitar movidas.
Otras veces, algunas marcas sacan líneas extralarge para brindar la posibilidad de ir a la moda a mujeres con una talla superior a la L. Detallazo. Yo me imagino tiendas gigantescas estilo Ikea. Piénsalo, un vaquero de la talla 44 plegado debe ocupar lo que una estantería Expedit de 79×79 en el pasillo 30. No es mala idea. Habría un restaurante en mitad de la tienda y tentempiés a 0.50€. Sería una pasada. Ir comprando con carros que parecen una chaise longue para tumbarnos cuando nos apetezca como morsas al sol. Molaría.
Aplaudo el esfuerzo ‘curvy’ pero no me termina de convencer. Primero, porque las mujeres no necesitamos etiquetas extra que solo fomentan la separación y las comparativas (en plan mal). Segundo, esta es una reivindicación está en falsete porque habla de romper el canon de belleza tradicional, cuando el cánon de belleza actual no es ni por asomo el tradicional. Qué tiempos aquellos con Marilyn Monroe, Sofía Loren o Brigitte Bardot en los que el magnetismo se basaba en potenciar lo femenino y no las clavículas o los huesos de la cadera. Sin irnos tan lejos o tan al extremo, modelos como Cindy Crawford, Linda Evangelista o Claudia Schiffer en los 90 que eran mujeres atléticas y parecían diosas pero no rozaban la artificialidad. Y tercero, porque se define indirectamente a la curvy como esa mujer ancha de huesos que ha mandado a freír espárragos la dieta, no se cuida, come helado con las manos y le importa todo una mierda. Y no.
Dicen que la mujer real está de moda. Enhorabuena chicas. ¡Somos tendencia!
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