Últimamente, el aceite de oliva no ha dejado de darnos disgustos y lo peor es que no para. Aunque, en esta ocasión, no vamos a hablar de su precio sino de cómo, aunque España es potencia internacional en el mundo del aceite de oliva, el cultivo de la aceituna es poco eficiente. Es decir, que una pequeña mejora en la eficacia o en la productividad podría disparar la producción de forma descomunal.
Siendo así, los grandes productores se han obsesionado con encontrar una solución que disminuya los altos costes de recolección y optimice el aprovechamiento de la superficie. Algo que ha acabado dando lugar al "olivo superintensivo".
Donde antes había campos de algodón, girasol, trigo o remolacha, ahora hay ristras de pequeños olivos, muy juntos, formando hileras. Esto ha hecho, por ejemplo, que el paisaje de Utrera haya cambiado radicalmente y se convierta en el ejemplo más claro de cómo las prácticas superintensivas están erosionando el campo español y su mayor joya: el olivo.
La técnica, resumiendo, consiste en plantar los plantones de olivo en hileras a menos de dos metros de distancia con el objetivo de alcanzar una densidad de unos 2.000-2.5000 árboles por hectárea. Según explican desde el MAPA, en un par de años se consigue la formación del olivar en setos y, a partir de ahí, la plantación ofrece todo tipo de ventajas: desde la recolección en poco tiempo (2,5 horas/ha) o la reducción de costes a una mayor producción por hectárea.
Sin embargo, como suele ocurrir con los enfoques superintensivos, también hay cosas menos buenas. Sobre todo, a medio plazo. A medida que los árboles crecen, se generan dos problemas: el crecimiento desproporcionado "implica falta de iluminación en los árboles, que lleva asociada una caída en el rendimiento". Además, unos árboles más grandes son sinónimo también de mayores costes porque "dificultan el paso de la cosechadora".
No obstante, los expertos creen que bien llevados, estos olivos podrían tener una larga vida productiva. Siendo el verdadero problema, que denuncian desde ABC, el que los rumores apunten a que detrás de estas explotaciones se encuentra el capital financiero extranjero. Dándole un uso a nuestros terrenos en el que llegan, explotan intensivamente la tierra, la agotan y se van a otro sitio.
No obstante, lo que vuelve a hacer evidente esta situación, una vez más, es lo retrasada que va España en el desarrollo de un modelo de futuro para el sector, estando a las puertas de una de las mayores transformaciones industriales de lo que llevamos de siglo.
Foto de portada | pxhere
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