Esta receta de dulce de membrillo puede resultar un poco más elaborada que otras pero el resultado es mucho más fino y rico. El secreto está en el toque que le da el vino blanco y la canela. El dulce de membrillo se puede utilizar de múltiples formas como: en postres como panacotas o tartas, o hasta de platos salados como guisos y salsas. Sin embargo, como más bueno está es tomándolo simplemente acompañado de un buen queso fuerte.
En primer lugar, lavamos y secamos los membrillos. Con ayuda de un pelador o cuchillo los pelamos y troceamos, desechando cualquier parte en mal estado. Hacemos, después, la misma operación con las manzanas. Ponemos todo en una cazuela y lo cubrimos con el azúcar y el zumo de limón. Dejamos reposar unas ocho horas o toda la noche.
Transcurrido el tiempo de reposo, veremos que la fruta ha soltado agua. Ponemos entonces la cazuela al fuego junto a la ramita de canela y, una vez que empieza a hervir, echamos el chorrito de vino blanco y dejamos que se evapore. Bajamos el fuego y removemos a menudo, con cuchara de palo, para evitar que se pegue y teniendo cuidado con las salpicaduras porque quema mucho.
El membrillo, poco a poco, se irá deshaciendo y adquiriendo un bonito color butano. Cuando la fruta esté blanda, retiramos la rama de canela, pasamos la batidora hasta dejar un puré muy fino y seguimos cociendo un rato más. Comprobaremos el punto de cocción colocando una cuchara de palo en el centro de la cazuela, cuando esta se mantenga en pie es que está en su punto.
Retiramos del fuego y vertemos el contenido rápidamente en los recipientes. Dejamos enfriar completamente, cubrimos con un poco de papel de horno, tapamos y refrigeramos. De este modo se conservará muchos meses. También admite la congelación pero no es realmente necesario.
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