Samantha Burns adora tanto su vestido de novia que se lo pone cada año en su aniversario de bodas. Sí, sin que se le caiga la cara de vergüenza va a jugar al golf, a comer tortitas o a dar un paseo en barco vestida de blanco. Además: tiene una lista de lugares del mundo a los que iría así y "Safari en África" ocupa una de las primeras posiciones.
¿Por qué? ¿Por qué no podemos llevar todas las veces que queramos ese vestido que compramos con tanta ilusión (y en el que nos dejamos varias mensualidades de nuestra hipoteca/alquiler)?
Igual que todos tenemos un accesorio o una prenda favorita que lucimos una y otra vez, para esta consejera de salud mental de Boston llevar su vestido de novia en cada aniversario va mucho más allá de verse guapa con él. Tampoco es una excusa para amortizar el alto precio que costó, sino una manera de despertar la chispa en la pareja y recordar juntos las promesas que se hicieron el día de su boda.
"Acciones como esta activan y motivan al cerebro por la vía de la recompensa y segregan dopamina", explica Samantha. "Cuando mi marido me ve de vez en cuando vestida de novia, es una forma muy especial de volver a conectar con él y mantener ese lazo a largo plazo." En su opinión, llevar ese atuendo tan especial cada aniversario ayuda a mantener el romance vivo.
Desde luego, su marido nunca creyó que Samantha cumpliera la promesa de vestirse de novia en todas y cada una de las citas de aniversario, y aunque el vestido ya cuenta con varias "heridas de guerra", está dispuesta a mantener firme su promesa y no desestima llevarlo en el futuro a la selva o a hacer paracaidismo, porque ella y su marido son bastante activos.
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Fotos | Samantha Burns
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