Este año puede que hayan sido las vacaciones de tu vida y que Volver (sí, con mayúsculas) te provoque más lágrimas que la película homónima de Almodóvar. Pero te damos unas cuantas claves para que lo consigas sin ni siquiera un poquito de jet-lag psicológico.
Reconozcámoslo: la vida real es justo lo contrario a las vacaciones. Un lugar donde no puedes ir deambulando tranquilamente por la calle sin rumbo fijo, en el que el despertador suena a martirio (no nos referimos a la cantante) cada mañana, las toallas rascan (¿qué tipo de conjuración tendrán organizada las cadenas hoteleras para que los comunes mortales no podamos comprar toallas así de esponjosas?) y las cañas de cerveza que te tomas sí engordan… a largo plazo, por supuesto.
Por eso se llaman vacaciones y lo otro se llama realidad. O castigo divino (es broma).
Lo ideal es volver a la rutina lo antes posible, de forma indolora y sin miramientos, pero ¿no es precisamente a esa tal rutina a la que estamos esquivando como hacemos con los que nos caen mal en las fiestas? ¿No existe otra manera de volver de vacaciones que no implique que gimoteemos eso de “no quiero volver al coleeeeeeeeee”? Por supuesto, con estas claves que nos han dado los expertos.
Planifica tu vuelta
Sí, lo sabemos: es mucho más divertido planificar la ida, en qué hoteles te vas a alojar, en qué playas paradisíacas te vas a perder, cuántos mojitos piensas tomarte, etc. Pero según Laura Vanderkam, autora del libro 168 Hours: You have more time than you think y experta en gestión personal, planificar tu regreso es una manera de ir adaptándote a tu rutina y no dejarte llevar por ella.
Para empezar, esta experta recomienda volver antes de tiempo para organizarnos mejor, deshacer las maletas, comprar algo para rellenar la nevera, echar un vistazo al correo y por supuesto, revisar nuestro email para hacernos una idea de qué nos espera al día siguiente.
Este día extra entre las vacaciones y la vuelta, que no tiene por qué ser un purgatorio porque implique poner unas cuantas lavadoras ni se encuentre entre ambos mundos, te ayudará a recuperar el sueño perdido y a que tu vuelta sea mucho menos drástica.
Monta un protocolo
Y no, con esto no nos referimos a que organices una mesa para recibir al embajador de Francia en tu casa y te estudies qué tenedor específico va con la lubina a la vasca, sino a que organices ese primer día de transición.
Julie Morgenstern, consultora de productividad y autora de Never Check Email in the morning, nos aconseja bloquear ese primer día en nuestro calendario y evitar cerrar cualquier cita. Si el resto de tus compañeros ven que ya tienes ese día ocupado no te pedirán más cosas y podrás dedicar todo ese tiempo para ponerte al día y organizar las prioridades.
Ordena tu escritorio
Puede que sea lo que menos te apetece en este momento y te recuerde al “ordena tu cuarto” de tu madre, pero incluso dejando tu puesto de trabajo impecable, puede que a tu vuelta te encuentres una enorme montaña de informes, post-it, correo y a saber qué más que tus compañeros habrán ido dejando a lo largo de los días. Laura Vanderkam nos recomienda tomarnos unos minutos para clasificar todos los documentos y deshacernos de aquello que no tenga valor.
Adapta el trabajo a tu ritmo personal
Para Octavius Black, CEO de Mind Gym y co-autor de The Mind Gym: Achieve More by Thinking Differently, la clave para que volver no sea peor que una tortura organizada por ese tal Torquemada es tratar de coordinar las tareas al momento perfecto para nosotros. Si, por ejemplo, te levantas con más energía por las mañanas, no pierdas ese precioso tiempo en mirar tus mails y sí en hacer las tareas más complicadas y que necesitan concentración. El correo puede esperar a cuando tu cerebro empiece a ralentizarse. Y haz lo mismo teniendo en cuenta los de tus compañeros: si sabes que tus jefes están más activos a determinadas horas del día, hazles esa proposición tan interesante en el momento justo.
Céntrate en lo que más te gusta
Si los primeros días es duro olvidarse de ese amor de verano (“queridas patatas bravas, cuánto os echo de menos”), Kerry Hannon, columnista de The New York Times y autor del libro Love Your Job: the new rules for career happiness, recomienda centrarse en lo que más nos gusta de nuestro trabajo. O en lo que se nos da mejor. E ir incluso un paso más allá y pedirle a tus superiores más atribuciones en esa área.
Acepta la depresión
En teoría deberíamos sentirnos frescos y con ganas de ponernos manos a la obra después de haber estado unos días descansando, pero la realidad nos puede golpear con dureza y hacer que tengamos ganas de correr a encerrarnos al baño a llorar de nostalgia. Rachel Ritlop, business coach, nos aconseja estar preparados para estos sentimientos e incluso para estar un poco más deprimidos los primeros días. En su opinión lo mejor es reservarnos un tiempo para mimarnos: “una clase de yoga o un masaje más adelante en la semana”. Y sobre todo, hacernos a la idea de que es normal sentirse así, pero también recordar que estas no serán las últimas vacaciones y que hay unas esperándonos en el futuro.
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