El concepto de “buena persona” es algo subjetivo, aunque según la psicología sí hay algo claro: serlo va más allá de hacer buenas obras. Una buena persona es aquella que siempre desea lo mejor para los demás y actúa en consecuencia. Es alguien que reconoce a cualquier otra persona como un igual y la respeta, lo que hace que pueda “actuar de manera compasiva, bondadosa y humilde” según la Enciclopedia de Humanidades.
No solo interviene la psicología en esto de ser buena gente, también la ética que nos hace seguir reglas morales y algo de filosofía, porque interfiere el concepto del bien y del mal. Y el dato curioso que te ha traído hasta aquí: ser buena persona se relaciona con una mayor felicidad. El Dr. Martin Seligman afirma en su libro ‘Flourish: A Visionary New Understanding of Happiness and Well-being’, que la realización de actos de bondad puede aumentar la felicidad de manera significativa, algo que también vemos en este estudio publicado en The Journal of Positive Psychology que afirma que la práctica regular de actos de bondad y la disposición a ayudar a los demás se correlacionan significativamente con un mayor bienestar.
Ahora la pregunta es cuáles son los rasgos que definen a una buena persona y cómo estos consiguen que sea más feliz que el resto.
Tienen bondad
Según los expertos la bondad es un principio ético que nos impulsa a “actuar de manera benevolente con los demás, procurando hacer el bien al otro”. Alguien bondadoso tiene la capacidad de tener comportamientos que son buenos, generosos y amables con los demás.
Son personas empáticas
Resultaría casi imposible ser buena persona sin ser también una persona empática. Tal y como nos explicaba Iria Reguera, psicóloga y directora de Trendencias, “la empatía es la capacidad que tenemos para entender los sentimientos y las emociones de las otras personas”, aunque no estemos de acuerdo con ellas ni pensemos igual. La empatía provoca una genuina reacción de bondad y compasión.
Tienen conciencia
La conciencia, desde el punto de vista humanista, es el conocimiento en torno a la responsabilidad que tiene un individuo ante una determinada cosa, ser o situación. Es decir, se preocupan por las consecuencias de sus acciones como ocurre con la responsabilidad afectiva.
Son personas generosas
El instituto Europeo de Psicología Positiva afirma que la generosidad se define como el hábito de dar y compartir con los demás sin esperar nada a cambio. Es algo que va en contra de la teoría del "altruismo recíproco" desarrollada por el doctor en Biología Robert Trivers. Esta teoría explica porque algunos organismos tienen un comportamiento beneficioso para otros que perjudica su propia aptitud biológica con la expectativa que el otro organismo responda en forma similar y lo beneficie más tarde. Es decir, se sacrifica con la esperanza de recibir lo mismo en el futuro: hoy por ti, mañana por mí.
Las buenas personas son generosas sin esperar nada, aunque sí se ha estudiado que quienes realizan actos altruistas experimentan una "respuesta de bienestar" como recompensa emocional que refuerza la conducta prosocial y que contribuye a su felicidad.
Son sinceras y honestas
La sinceridad refuerza las relaciones y, aunque no hay que confundirlo con el sincericidio, es un rasgo inherente de las buenas personas. No significa que todas las personas sinceras son buenas, sino que todas las buenas personas son sinceras. El motivo es que la empatía les ayuda a saber cómo tienen que decir las cosas respetando las emociones de los demás y comunicándose de forma asertiva y honesta. Esto facilita que sean más felices porque saben que están viviendo de una forma más auténtica.
Favorecen la confianza
De nuevo estamos relacionando la confiabilidad con la empatía, la piedra angular de las buenas personas. Si percibimos en otra persona que podemos ser abiertos y hablar sin miedo a ser juzgados ni rechazados por nuestras opiniones es porque esa persona nos transmite confianza y seguridad.
Son humildes
Según explica el doctor Daryl R. Van Tongeren, profesor asociado de Psicología en Hope College, en su libro ‘Humble’ (Humilde), la humildad “implica conocerse a uno mismo (es decir, desarrollar la autoconciencia), controlarse (reducir la actitud defensiva) e ir más allá de uno mismo (cultivar la empatía). Las personas humildes son capaces de reconocer sus limitaciones y sus fortalezas, pueden compartir los elogios y aceptar la culpa, y están dispuestas a priorizar las necesidades de los demás junto con las suyas propias”.
La humildad puede tener un efecto positivo sobre la salud mental según explicaba la psicóloga Irene Ruiz Fornié a la COPE. La experta relaciona la humildad con el autoconocimiento, entendido como ser conscientes de nuestras limitaciones y posibles debilidades. “Esto implica evitar juzgar y posicionarte a la altura de los demás con el objetivo de considerar las perspectivas diferentes a las tuyas.
Muestran gratitud a menudo
Practicar la gratitud es un rasgo de una buena persona y, según la Universidad de Harvard, también es una forma de ser más felices porque aumenta la liberación de dopamina, la hormona de la felicidad. No solo para quien es agradecido sino para quien recibe ese gesto de gratitud. Las investigaciones afirman que la gratitud correlaciona positivamente con la empatía y nos puede ayudar a desarrollarla.
Pensar que debemos ser buenas personas porque sino nos volverá como un boomerang por culpa del karma es para mí perder la esencia de ser una buena persona. Las buenas personas lo son porque genuinamente sienten empatía por los demás y no hacen a otros aquello que no les gustaría a ellos que les hicieran. Pero si el hecho de pensar que lo malo que hagas en la vida te rebotará en la cara en algún momento, te hace no hacer cosas malas, bienvenido sea. Ya tenemos en el mundo a demasiada gente haciendo demasiadas acciones horribles.
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