En dos meses cumpliré 38 años y la mediana edad parece acechar como lo haría mi sombra en un día de verano. Esa horquilla entre la edad adulta joven y la vejez, de los 40 a los 65 años según Psychology Today, es una época de transiciones llena de cambios. Por ejemplo, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el mayor número de divorcios de 2022 tuvo lugar en la franja de edad entre 40 y 49 años.
El motivo, quizá, es porque nos vemos en la mitad de nuestra vida y nos planteamos si eso que hemos vivido hasta ahora es realmente lo que queremos para el resto de nuestros días. Es una edad que invita a la reflexión. Nuestras expectativas con 20 años ahora son un borrón y la realidad es otra en muchos casos. No mejor ni peor, simplemente distinta a como imaginábamos.
Chip Conley, fundador de la Modern Elder Academy y autor del libro “Learning to Love Midlife: 12 Reasons Why Life Gets Better with Age”, explicó en el podcast de Harvard Business Review que es posible replantear nuestra forma de pensar sobre la mediana edad y tomarnos ese momento como el ideal para tomar decisiones y hacernos las preguntas adecuadas.
Según investigaciones sobre la curva en U de la felicidad, en la mediana edad nuestra felicidad toca fondo y llega la famosa crisis de los 40. Lo bueno es que después de ahí, todo sube. Y ese punto de inflexión sirve para cambiar, tomar decisiones y evitar vernos diez años más tarde arrepentidas de lo que no hicimos.
No redefinir tus objetivos
Tal y como explicaba Conley, la primera mitad de la vida nos sirve para acumular experiencias y conocimientos y en la segunda mitad, editar eso que hemos aprendido. No significa que no sigamos aprendiendo, sino que vamos a pensar más en tomar decisiones hacia la realización a largo plazo y no hacia la gratificación inmediata como hacíamos con 20 años. Al llegar a los 40 años es el momento de hacer balance y de pensar en qué nos emociona y motiva de verdad. No se trata solo de sobrevivir, sino de intentar ser feliz así que piensa en lo que has vivido hasta ahora y redefine tus objetivos.
El experto nos invita a preguntarnos por ejemplo qué nos hace felices de verdad, qué cosas hemos hecho a lo largo de nuestra vida y hemos dejado de hacer. Cuando tenía 20 años me veía siendo una mujer independiente, centrada en mi familia y mis hijos, con un buen trabajo y con una vida en una gran ciudad. Ahora tengo casi 38 y me planteo mi futuro de otra manera, una más independiente, sin hijos y viviendo en el campo, cultivando un pequeño huerto y con una habitación dedicada a mis trabajos de cerámica. En un momento de mi vida dejé de lado la naturaleza y es el momento de recuperarla. Mis objetivos han cambiado igual que he cambiado a lo largo de los años.
No perseguir tu día perfecto ni pensar en qué cosas tienen que cambiar para conseguirlo
Una vez analizado nuestro pasado, toca pensar en nuestro futuro. ¿Cómo es tu día ideal? El mío empieza con una infusión en la terraza, leyendo. Sigue con un par de horas de torno y con una reunión con mi familia y mis amigos en la que cocino un pollo asado con una ensalada con tomates de mi huerto. Una sobremesa eterna que se alarga hasta el atardecer y risas, muchas risas.
Ahora vivo en una ciudad, en un piso sin siquiera terraza, así que el cambio comienza por el lugar en el que vivo. No significa que mañana tenga que mudarme, sino que mis objetivos se enfocan en ese día ideal, en lo que quiero y lo que veo en mi futuro y la intención es trabajar en ello para conseguirlo. Es decir, mis acciones se alinean con ese objetivo.
No reflexionar sobre qué quieres aportar al mundo
Según el psiquiatra David Viscott "el propósito de la vida es descubrir tu don. El trabajo de la vida es desarrollarlo. El sentido de la vida es regalar tu regalo". Es decir, buscar en nuestras habilidades aquellas que tengan un impacto positivo en los demás y usarlas para ello.
En mi caso, estoy descubriendo nuevas habilidades que no sabía que tenía gracias a la regla de las cinco horas de Bill Gates. En tu caso tal vez quieres implicarte más en una ong, escribir un libro o dar clases a personas mayores. Realmente no importa lo que sea, pero sí que reflexiones tal y como explica Conley.
Lo que haremos es aprovecharnos del llamado arrepentimiento anticipatorio. "El beneficio de envejecer es que tienes visión más periférica, puedes vislumbrar mejor el futuro", explica Conley. Lo que haremos al llegar a los 40 es imaginar cómo de decepcionadas nos sentiríamos con nuestra vida al pasar un par de décadas, y cambiar las cosas para que eso no ocurra y que nuestro yo del futuro no sienta que ha estado perdiendo el tiempo.
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