Los casos de maltrato y abandono animal se disparan cada año y darles visibilidad ayuda a concienciar, aunque sea durísimo de ver. Los que amamos a los animalitos nos pirramos por una historia con final feliz, como la del pequeño y peludo Sugar Snap, que pasó de estar a punto de morir a ser un perro con familia que mueve la colita de felicidad. Así sí.
A Sugar Snap lo encontraron un padre y su hijo en las calles a finales de febrero, totalmente destrozado, en los huesos y sin ser capaz de ponerse de pie. "Era literalmente un esqueleto" afirmó su veterinaria a la revista 'People'. Las maravillosas personas que lo vieron y lo recogieron se lo llevaron al refugio One Tail at a Time en Chicago, que se encargó de cuidarle, ponerle fuera de riesgo e ir contando su historia en redes sociales para buscarle una familia.
Cuando el peludo llegó a la clínica pesaba 8,5 kilos, pero debería pesar más de 20. "Tras un par de días ingresado, enfermó mucho. Necesitó transfusiones de sangre, de plasta, alimentación intravenosa y todo tipo de medicinas". Incluso se plantearon sacrificarle para evitar su sufrimiento si no conseguían que remontara.
Sin embargo y contra todo pronóstico, el peludito logró volver a ponerse de pie, con ayuda de sus veterinarios y cuidadores. Una tarea que alcanzó los 40.000 dólares en gastos, la mayor factura de la protectora.
A pesar de los cuidados médicos, Sugar Snap no logró caminar hasta dos semanas después de ingresar. Un acontecimiento que los profesionales médicos celebraron por todo lo alto. No es para menos, después de todas las horas que pasaron cuidándole, tratándole, vigilándole e incluso leyéndole para hacerle compañía. Los ángeles existen, amigos.
Tres semanas ingresado es lo que necesitó Sugar Snap para estar listo para salir al mundo exterior y eso, en tiempos de perros y veterinarios, es muchísimo. La buena nueva es que una de sus médicas decidió hacer de casa de acogida para poder seguir cuidándole mientras le buscaban un hogar y una familia. De esa forma estuvo seguro y continuó su milagrosa recuperación. Atención al vídeo de su salida, porque pone los pelitos de punta.
El peludo ya estaba feliz, por fin, en su casa de acogida. Allí continuó ganando peso y con una movilidad cada vez mejor. Aún le quedaba un largo camino, pero poco a poco volvía a ser el perro que jamás debió dejar de ser y las imágenes así lo muestran. Valen más que 1000, 2000 y 3000 palabras y nos devuelven toda la fe en la humanidad.
En casa de su veterinaria, Sugar Snap comenzó a correr y siguió ganando peso. Al mes de estar en acogida ya alcanzaba los 18 kilos y se le hizo el test de ADN para conocer sus diferentes razas. Es un pastor alemán, un pitbull, un labrador retriever, un american bully y un bulldog todo en uno. ¿Por qué tener un perro de raza cuando puedes tener un perro de razas?
Dos meses tardó el pequeño (ya no tan pequeño) Sugar Snap en mostrar su personalidad, valerse por sí mismo e incluso aprender a subir al sofá, algo de lo que toma buena cuenta. Y, finalmente, llegó la gran noticia. Su cuidadora, veterinaria y mamá de acogida decidió adoptarle definitivamente.
"Verle mejorar y ser feliz te hace preguntarte si hubo participación humana en su enfermedad, si fue algo más que una negligencia. Ahora parece un perro diferente, es una locura" afirma su veterinaria y ahora mamá perruna. “Se merece la mejor oportunidad que tengamos, así que eso es lo que obtendrá” aseguraron al encontrarle. Y vaya si cumplieron.
Fotos | @onetailatatime.
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