El culto a levantarse a las cinco de la mañana: ¿el verdadero secreto de la felicidad o la toxicidad de la autoexigencia?

Despertarte a las cinco de la mañana te cambia la vida, pero, ¿a mejor o a peor?

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Estoy segura que este último año te has encontrado con más de alguna persona que se ha sumado al "club de las cinco de la mañana". Las reconocerás enseguida: deporte diario, dieta saludable y, por supuesto, la premisa inamovible de que, despertarse antes de que salga el sol, te cambiará la vida. Para ellos, la jornada empieza cuando las calles todavía están durmiendo. Un café, lectura matutina, ejercicio, meditación y listos para ir al trabajo. Resulta inverosímil poder encontrar la felicidad cuando tu despertador suena dos horas antes que el del resto. Autodisciplina en estado puro. ¿Y sí la clave está verdaderamente en eso?

El club de las cinco de la mañana es el libro de Robin Sharma que promete revolucionar nuestra rutina. Básicamente, porque la cambia por completo. Toda la vida saboreando esos minutos más de reloj que nos regalan las mañanas de los fines de semana y resulta que el secreto del éxito estaba en levantarse absurdamente pronto. Y digo absurdamente porque, al menos que la recompensa merezca la pena, no creo que nadie quiera fijar por voluntad propia su alarma a las 05.00.

Infinidad de celebridades se han apuntado a este club. Jennifer López, Jennifer Aniston, Anna Wintour y hasta Gwyneth Paltrow. Parece casi la excusa perfecta para probarlo, aunque sea durante un par de días. Ver si el cuerpo es capaz de adaptarse y observar ese aumento de la productividad. Tener más tiempo para nosotros, para el autocuidado. ¿Será simplemente cuestión de intentarlo?

Los estudios científicos no han tardado en pronunciarse ante esta nueva moda. Según las investigaciones, los madrugadores tienden a realizar más actividad física, algo que, desde luego, es un plus para la salud, ya que previene la obesidad o el posible desarrollo de enfermedades cardiacas. De hecho, los estudios han notificado que, las personas que se levantan temprano, presentan mayores niveles de afecto positivo en su trabajo, algo que también ha apoyado otra investigación, cuyas conclusiones insisten en que, los universitarios que estudian desde temprano, tendrían un rendimiento más óptimo y, además, se sentirían más productivos.

Si todo son ventajas, ¿por qué no nos sumamos en masa al club de las cinco de la mañana? Las líneas de Sharma, se suceden unas a otras con ideas que, sobre el papel, tienen sentido. Aplicarlas a la vida ya es otra historia. Falta realismo y sobra rigidez. Si una se levanta por norma a las 05:00, a las 21:00 el cuerpo está rendido. La familia o el ocio parecen no ser compatibles. Si se les hace hueco, perdemos horas de sueño y el cuerpo nos pasa factura. De hecho, la ciencia ya ha advertido de que los tiempos de reacción y desempeño cognitivo podrían reducirse en personas que dormían entre cuatro a seis horas.

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El club de las cinco de las mañana de Robin Sharma no nos acoge a todos, o lo hace por un tiempo limitado. Hasta que aguante al cuerpo. No hay espacio para las responsabilidades familiares, no hay hueco para el ocio. Si la clave de la felicidad va a expulsarnos de las cosas que verdaderamente nos la brindan, ¿hasta qué punto tiene sentido seguir cediendo día tras día ante el despertador?

No todo son ideas incongruentes. Tener rutinas de deporte, vida saludable y meditación en nuestro día a día, claramente mejoran nuestros hábitos. Es quizás esa obsesión por fijar el inicio del día a las 05.00 y esperar que este nuevo horario revolucione nuestra vida a mejor. Esa falta de perspectiva, esa autoexigencia abrumadora que roza la toxicidad. ¿Solo podemos ir al gimnasio a las 05.30 si queremos ser productivos?

La premisa peca de una falta de elasticidad profunda, no se amolda a vidas reales, no parece centrarse más que en el desarrollo personal del propio yo, y se olvida de vivimos en sociedad, rodeados de otros seres humanos que, irremediablemente, necesitamos en nuestra vida, en nuestras rutinas, para que las amenicen, pero también para que las rompan, para no vivir con el botón de automático puesto. ¿Hábitos saludables? Un sí rotundo, pero a poder ser, evitando caer en dinámicas que puedan rozar fácilmente la obsesión.

Fotos | Miriam Alonso en Pexels, Miriam Alonso en Pexels

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