Lo positivo de llevar lustros luchando conmigo misma es que me he convertido en una Experta en Dietas con Mayúsculas. Dieta que sale al mercado, dieta que me estudio al dedillo y practico con fervor… hasta que me doy cuenta de que con ella no me voy a convertir en la diosa de piernas infinitas que debería ser. Sin embargo, reconozco que entre todas las dietas cuento con nueve que consiguieron que adelgazara algún kilillo pero que fracasaron a la hora de ayudarme a que yo cambiara mis hábitos por unos más saludables y adelgazara definitivamente.
La dieta disociada:
La base científica de esta dieta consiste en no mezclar distintas categorías de alimentos, ya que nuestro sistema digestivo no está adaptado para asimilar por separado las grasas, los azúcares y las proteínas si se toman juntos. El por qué nuestro sistema digestivo es tan incompetente después de siglos de evolución no lo explica como tampoco explica que si realmente quieres adelgazar tienes que limitarte a unas 1.200 calorías diarias.
Pros: Puedes comer pasta o arroz, algo impensable en el resto de las dietas. Las largas listas de combinaciones posibles o imposibles son fantásticas para poner a prueba tus dotes memotécnicas.
Por qué fracasé: Nadie me aclaró en qué categoría se clasificaba el chocolate y la crema pastelera.
La dieta de la alcachofa:
Estaba de moda a principios de los 90, la seguía Rociíto y Rociíto todavía era alguien. Sobre todo, alguien que parecía imposible que se quedara tan delgada como quedó al final. Así que me dije, ¡qué demonios!, si ella puede, yo también.
Pros: Se pierde mucho líquido y se adelgazan rápidamente tres o cuatro kilos.
Por qué fracasé: Las alcachofas no saben también como suena, ¡qué narices!, ni siquiera suena bien. Los kilos se recuperan tan rápido como los pierdes. Es aburridísima. Todavía tengo el sabor amargo de la derrota (¿ o era a alcachofa?) en los labios. Odio las alcachofas.
La dieta de la piña:
Lo reconozco, esta dieta medio me la inventé yo. Por el día comía lo que me apetecía y por la noche sólo tomaba piña. Funcionó bastante bien y conseguí perder cinco kilos, hasta que empecé la universidad y comencé a beber calimocho.
Pros: La piña es un diurético natural estupendo, está muy rica (al contrario que la alcachofa) y ayuda a perder mucho líquido. El aporte excesivo de calorías durante el día se compensa por la drástica reducción de las mismas en la cena. Si te acuestas rápido y haces lo posible por dormirte enseguida no tienes la sensación de que necesitas comerte un caballo.
Por qué fracasé: El calimocho es incompatible con la piña. Cenar sólo piña es incompatible con la vida de una persona normal en general. Acostarse nada más cenar y dormirte a las nueve de la noche es incompatible con una persona mentalmente sana.
La dieta de la sopa (o de la sopa asquerosa):
Consiste en sobrevivir (no encuentro otro término para definirlo) a base de una sopa hecha con cebollas, latas de tomate y apio. Durante tres días sólo puedes comer esta sopa y lo que hay flotando en ella (Nota: no se puede añadir jamón). A partir del tercer día puedes introducir alimentos tan estupendos como pescado hervido y pechuga de pollo a la plancha. Los anti-depresivos también están permitidos.
Pros: Como anticonceptivo es estupenda. El aliento a cebolla que perdura durante días hace que cualquier acercamiento de tipo amoroso sea prácticamente imposible.
Por qué fracasé: Es dura, inflexible, insana y casi inmoral. Y los kilos se ganan tan rápido como se pierden. Los anti-depresivos para sobrellevarla me daban hambre.
La dieta SouthBeach:
Desarrollada por el Doctor Agatston, un eminente cardiólogo de Miami, fue la primera dieta sensata que decidí seguir, quizás porque tenía un nombre muy chulo. Consiste en tres fases en la que se van ampliando la cantidad de alimentos que puedes comer y promueve una alimentación muy equilibrada. En la primera fase está prohibido tomar pan, pasta, arroz, frutas y cualquier tipo de azúcar. Vamos, todo lo que está rico de verdad. Esta fase dura un par de semanas y la pérdida de masa corporal se localiza en la parte abdominal (¡Bingo!). En la segunda fase se comienzan a introducir estos alimentos con ciertas limitaciones. En la tercera fase se asientan las bases para una alimentación equilibrada y un mantenimiento de peso para el resto de nuestros días.
Pros: Es equilibrada, sana y realmente, si te planificas bien, no pasas nada de hambre. Además, para las más ansiosas de dulce, propone una serie de postres, maravillosas recompensas al final de un duro día como las cremas de queso light con sabores o las gelatinas con sabor a arándano sin azúcar.
Por qué fracasé: Me fue imposible encontrar gelatinas de fruta sin azúcar, quesos de todo tipo tannnnnnn bajos en grasa o una cosa de la que el Doctor Agatston hablaba constantemente llamada bacon canadiense y que era la base de los famosos desayunos. Me frustré tanto por no poder disfrutar de las recompensas dulces que me comí un saco entero de chuches. Leer todo el rato acerca del bacon canadiense me daba mucha hambre. Cogí dos kilos más.
La dieta de “Usted puede adelgazar si quiere”:
Allen Carr tuvo tanto éxito con su libro Usted puede dejar de fumar si quiere, que decidió publicar rápidamente este otro antes de que la gente se olvidase de él (y antes de perder la oportunidad de hacerse muchimillonario, por supuesto). Agobiada por los kilos que había cogido en mi primer embarazo compré este libro decidida a adoptar un nuevo estilo de vida que me permitiese adelgazar sin renunciar a comer lo que me gustaba. Vamos, lo que Allan Carr prometía.
Pros: En teoría puedes adelgazar comiendo lo que quieras.
Contras: En la práctica, Allen Carr te dice que “lo que quieres comer” tú no es realmente lo que tu cuerpo quiere comer. Tú quieres comer chocolate, pero estás equivocada, lo que realmente quieres comer son verduras crudas, frutas y algún grano que otro. Ah, ¿qué no quieres comer eso? ¿Estás segura? ¿De verdad? Pues no tienes ni idea…
La dieta de las Francesas No Engordan (que debería llevar un subtítulo que aclarase que las Españolas Sí):
Basada en el best-seller de Mireille Guiliano, Las francesas disfrutan todo el año y no engordan, esta dieta proponía una serie de estrategias para adoptar el modelo zen de vida francés. Podría beber buen vino y comer pan con chocolate siempre que quisiera. El truco, según su autora, estaba en la moderación y en una actitud “sana” hacia la comida, sin obsesionarse por ella pero concediéndole la máxima importancia a la calidad de los productos y planificando constantemente qué vas a comer. Una contradicción que va a huevo con la famosa “paradoja francesa”.
Pros: Comes de todo y de buena calidad.
Por qué fracasé: A mí todo me engorda. Nadie puede comer pan con chocolate con moderación. A los tres meses había engordado dos kilos. Nunca pude averiguar cuántos gin-tonics eran los correctos para las francesas.
La dieta Dukan:
Garantizaba perder muchos kilos con gran rapidez y sin pasar nada de hambre. El Doctor Dukan proponía una primera fase de tres o cuatro días, hiper-restrictiva, en la que sólo puedes comer proteínas a la plancha, asadas o al vapor, cocinadas sin nada de grasa y con la menor cantidad de sal posible. Garantizaba una pérdida rápida de unos tres kilos aproximadamente. En la segunda fase se podían introducir las verduras crudas o cocinadas a la plancha o al vapor, pero sin ningún tipo de aliño. Dos meses después, y ras perder los kilos necesarios, se pasaba a una tercera fase en la que se introducían pequeñas cantidades de pan, pasta, arroz y una fruta diaria.
Pros: Puedes comer todos los chuletones de buey que quieras.
Contras: A los tres días mataba por una lechuga. Cuando por fin pude comer lechuga descubrí que sin aceite para aliñar, la lechuga es un vegetal asqueroso. El resto de las cosas sin aliñar también son asquerosas. Tras una semana comiendo peor que un enfermo en un hospital me rendí ante un trozo de pan y lo eché todo a perder según el Doctor Dukan. No tuve fuerzas para volver a empezar. Al Doctor Dukan le han repudiado todos sus compañeros de profesión.
La dieta de la Zona:
El sistema desarrollado por el eminente bioquímico y nutricionista Barry Sear promueve un sistema equilibrado de menús con una proporción de un 40% de hidratos de carbono, un 30% de proteínas y otro 30% de grasas. Sólo así se estabilizan los niveles de insulina y de glucagón (la hormona que controla los niveles de azúcar) en la sangre para estar en la zona, controlar el hambre y perder peso.
Pros: La seguía Jennifer Anniston y ¿quién no quiere estar tan estupenda como ella?
Contras: Las raciones de proteínas por comida son tan pequeñas como la palma de tu mano y a no ser que seas un campesino de grandes extremidades, morirás de hambre. Los hidratos de carbono siempre son verduras y frutas, nunca son pasta, pan o arroz. Un 30% de grasas por comida equivale a una cucharada de aceite. Si quieres adelgazar no puedes superar las 500 calorías por comida. Es decir, me moría de hambre.
Al final, he llegado a la conclusión de que la mejor dieta que puedo seguir es la dieta de la lógica: comer menos, especialmente de las cosas que sé y que nadie me tiene que decir que engordan, practicar algo de ejercicio y sobre todo, ser consciente de que nunca seré una diosa de piernas interminables porque apenas llego al metro sesenta. Eso sí, si alguna de vosotras conoce una dieta que funcione de verdad, de verdad, de la buena, estoy abierta a volver a perder la cabeza.
Fotos: Pixabay.com
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