Parece que fue ayer cuando os escondíais en tu cuarto para contaros secretos, cuando os fumabáis las clases para enrolaros en cualquier aventura improvisada o cuando os pasabáis horas charlando por teléfono sobre nada en particular. Y ahora tu amiga del alma se casa. Y tú te sientes, uff… no sé. ¿Feliz? ¿Nerviosa? ¿Asustada? Analizamos las fases por las que pasarás al escuchar esta feliz noticia y nos congratulamos/compadecemos contigo.
PRIMERA FASE: Felicidad suprema.
Menudo notición. Brindad por ello y echaros una buena llorera de las que ponen a prueba el rimmel waterproof. Tu amiga está radiante de felicidad. Y tú también, porque siempre lo habéis compartido todo y quieres seguir haciéndolo, aunque eso ahora no incluya al novio y el bodorrio. Pero vas a estar allí para apoyarla, especialmente a la hora de hacer la degustación de tartas y de probarte todos los vestidos de novia que se crucen en vuestro camino.
SEGUNDA FASE: Angustia empática.
Quieres que todo sea perfecto, como si fuera tu propia boda: la música, el vestido, la comida, la ceremonia, la forma en que están dobladas las servilletas, etc. Hasta consultas a diario Pinterest para buscar ideas que pasarle y mantenéis larguísimas charlas sobre qué es mejor: los gladiolos radiantes, las orquídeas fucsia, los lilis o las clásicas rosas de toda la vida. Te apuntas a ir con ella a todas partes y te contagias de su mezcla de entusiasmo angustioso. También te apuntas el rollo obsesivo-compulsivo por puritita empatía.
TERCERA FASE: Nerviosismo supino.
Vale. Puede que esta obsesión se os esté yendo de las manos un pelín, especialmente, cuando os habéis pasado dos semanas buscando un lazo del color fucsia exacto al de las orquídeas para adornar las sillas del restaurante. Y la fecha se acerca y todavía os quedan decenas de tarjetas que rellenar a mano con sangre de unicornio. Te preocupa la mirada enfermiza, un poco de loca perdida, que tiene la futura novia. Tanto como sus ideas de casquero. Tanto como ese ardor de estómago que te acompaña desde hace dos semanas.
CUARTA FASE: Envidia maldisimulada.
Sientes como que quieres asesinar a alguien, pero también refugiarte en una bolsa de chuches y en toda la discografía más lacrimógena de Olivia Newton-John. Hay un tal Pepito Grillo diciendo en tu cabeza que el hecho de que tu amiga sea el centro de atención en esta boda es lo normal, pero hay un tal Ego que grita tanto que te está distrayendo del resto de la explicación.
QUINTA FASE: Nostálgica perdida.
Eres como el borracho que llega al final de la fase de la Exaltación de la Amistad y llora a lagrimones cuando escucha la B.S.O. de Barrio Sésamo rememorando los viejos tiempos. Todo te recuerda a ella: la esquina del parque donde os sentabáis a comer pipas y a filosofar sobre el mundo, esa piedra que se parece tanto a la que decoró para ti con ocho años,...
SEXTA FASE: Tristeza ansiosa.
Vaya, cómo entiendes a tu madre en ese mismo momento. ¿Por qué se habla tanto del Síndrome del Nido Vacío y nadie se ha inventado el Síndrome de Mi Mejor Amiga Tiene a Alguien Más Importante en su Vida que Yo? No puedes evitarlo. Tienes dudas sobre lo que esto va a significar para vuestra relación y si todo acabará para siempre entre vosotras.
SÉPTIMA FASE: Aceptación optimista.
Es Ley de Vida, ¿no? Y juntas habéis superado cosas peores, como aquella fase emo por la que pasaste en el 99 o aquel viaje a Valencia en el que se empeñó en poner en bucle Bailar Pegados de Sergio Dalma. Incluso durante la Universidad os embarcastéis en proyectos tan diferentes que pensaste que no teníais nada en común. Puede que las cosas cambien, puede que ya no sea lo mismo, pero aceptarlo es el primer paso si quieres que tu amiga lo siga siendo para siempre.
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