«No es que no me guste el sexo. Me gusta, pero no está entre mis prioridades». El que habla es David (nombre simulado). Treinta y ocho años, casado desde hace siete y «el raro de mi grupo de amigos».
Estamos acostumbrados a una imagen mental muy asentada en la sociedad: a los hombres siempre les apetece sexo. Y si no es así... algo no funciona. Pero ¿es realmente así? ¿A los hombres les apetece siempre hacerlo? ¿Son raros quienes no quieren sexo en un largo periodo de tiempo? De hecho, ¿existen?
A juzgar por los testimonios que hemos obtenido y la opinión de nuestra sexóloga, Mamen Jiménez... sí, existen. Y son más de los que pensamos. Hay hombres que no quieren mantener relaciones sexuales y eso afecta a sus parejas y a su propia relación con su entorno. Nos lo cuentan. Ellos, ellas y una experta en la materia.
«Me gusta, pero no es una prioridad»
Hablamos con David sobre su inapetencia sexual. Algo que durante mucho tiempo calló, porque «no es fácil estar tomando unas cervezas con amigos y decir que llevas cinco meses sin hacerlo, pese a tener pareja, cuando los demás alardean de conquista tras conquista». Hasta que un día empezó a hablar de ello. Con naturalidad y sin darle mayor importancia, porque para él ahí está la clave de todo.
«Nos vemos poco durante el día y, sinceramente, hay muchas otras cosas que preferimos hacer al meternos en la cama que tener sexo», David (38 años).
«No es que no me guste el sexo. Me gusta, mucho más con mi mujer de lo que me gustaba el esporádico antes de conocerla, porque sabemos lo que nos gusta a cada uno y es satisfactorio cuando ocurre. Pero no es una prioridad para mí. También me gusta jugar al tenis y a lo mejor en dos semanas en verano juego cinco partidos, pero en todo el invierno ni uno», confiesa.
Por suerte, en su caso, su mujer tiene unas ideas parecidas y la ausencia de sexo no ha afectado a la relación. «Cuando llevábamos poco tiempo lo hacíamos más, quizá porque aún no convivíamos y cuando teníamos oportunidad... pues pasaba. Incluso tal vez un poco obligados. Pero ahora nos gusta meternos en la cama y hablar, leer, ver una peli... Nos vemos poco durante el día y, sinceramente, hay muchas otras cosas que preferimos hacer que tener sexo. Por eso pasa pocas veces».
Qué dicen los expertos sobre el deseo masculino
Aproximadamente uno de cada cinco hombres tiene un deseo sexual bajo. No lo decimos nosotros, sino que son declaraciones de Irwing Goldstein, director del Journal of Sexual Medicine. Y no solo eso. También afirma que el 30% de las mujeres consideran que tienen más ganas de sexo que sus parejas. Nos lo comenta Mamen Jiménez, psicóloga clínica y sexóloga, que lo confirma en base a lo que suele ver en su consulta y en los talleres que imparte.
«El deseo ha de ser alimentado; si no, languidece y se pone a hibernar», explica. «El deseo se alimenta de pensamientos acerca del sexo, de tenerlo presente, pero también de lo que hacemos. Y claro, si lo que hacemos no nos termina de encantar... es complicado que queramos repetir con mucha asiduidad. Sin embargo, de lo que nos gusta... sí que queremos dos platos, ¿verdad?».
Aceptación, frustración, masturbación y rumores: así lo viven ellas
Patricia y Sole son dos mujeres que sufren el hecho de que sus parejas, ambos hombres, no quieran tener sexo nunca o casi nunca. Aunque sufrir solo es el verbo adecuado en el caso de Sole, de 27 años y con una relación de nueve a la espalda. Se ha acostado con su pareja tres veces en los últimos dos años y cree que la relación acabará por terminarse si las cosas no cambian.
«Me duele pensarlo, pero es así. No solo porque a mí me apetezca muchas veces y a él nunca, sino porque acaba afectando a otras muchas cuestiones. Por ejemplo, yo no puedo hablar de ello con mis amigas. Las veces que lo he comentado, la respuesta siempre ha sido algo así como que, si no quiere, será que lo está buscando en otra parte. Y aunque confío en él... la desconfianza se siembra con esos rumores».
«Nos metemos en la cama ya casi dormidos y es más fácil que acabemos repasando la lista de la compra que haciendo el amor», Sole (27 años).
Patricia (41 años, siete con su pareja), en cambio, lo ha asumido con normalidad. Hace más de un año que no tienen sexo y no lo echa de menos. De hecho, le molesta que se considere un problema lo que les ocurre a ellos: «A mí me apetece más a menudo que a él, aunque tampoco demasiado. Tal vez yo lo haría una vez al mes, mientras a él le llega con una vez al año. Esas veces que me apetece, me masturbo porque sí, las mujeres también hacemos eso, y santas pascuas. Nuestra relación tiene demasiadas cosas maravillosas como para que la ausencia de sexo acabe con ella».
Les preguntamos a ambas cómo llegaron a la situación actual, si fue algo progresivo, si lo hablan... y también en esto sus respuestas son muy diferentes.
«Al principio eran todo fuegos artificiales. Nos conocimos al empezar la universidad y en aquellos años vivíamos pendientes de que uno de los dos tuviera la casa libre para poder hacerlo. Y si no había casa... coche. Cuando empezamos a trabajar y a convivir, hace cuatro años, la cosa se fue apagando, hasta que ahora nos metemos en la cama ya casi dormidos y es más fácil que acabemos repasando la lista de la compra que haciendo el amor», reconoce Sole.
En el caso de Patricia ha sido diferente: «Hemos sido poco pasionales desde el comienzo. Recuerdo cuando empezábamos a quedar, que muchas noches nos daban las cinco de la mañana hablando sobre cualquier cosa y nos quedábamos dormidos sin habernos tocado. Recuerdo que un día le pregunté a mi pareja si el problema era que no se sentía atraído por mí y me respondió que todo lo contrario, pero que le gustaba más compartir otras cosas conmigo que solo sexo. Y me di cuenta de que yo pensaba igual, que me gusta más una buena conversación que un orgasmo».
Hombres a los que no les apetece sexo: ¿el último gran tabú?
En lo que sí coinciden Sole, Patricia y David es en que es un tema difícil de hablar. «Yo ni siquiera puedo hablarlo con él», confiesa Sole. «No le gusta hablar del asunto, se siente raro y pone excusas, generalmente que está cansado, para ni hacerlo ni hablar de por qué no lo hacemos. Con el resto del mundo... mejor ni tratar el tema».
Patricia cree que la clave está en algunos pensamientos patriarcales de los que no acabamos de deshacernos: «Siempre se ha asumido que a nosotras nos apetece menos. Que los maridos tienen que insistir. Y que muchas veces lo hacemos sin ganas, por cumplir. Y nadie ve eso terrible; forma parte de chistes, refranes y mil escenas que nos tragamos en la ficción. Pero cuando es al revés... tiene que haber un problema porque no es normal».
«Cuando es el hombre el que tiene menos apetito sexual, la gente considera que tiene que haber un problema porque 'no es normal'», Patricia (41 años).
David dice que ha escuchado incluso que puede estar reprimiendo una homosexualidad latente: «Me parece increíble que, en esta sociedad que ha sido tan homófoba hasta hace poco tiempo, sea más sencillo para mis amigos asumir que soy gay pero no me he dado cuenta que el hecho de que pase del sexo, o al menos de practicarlo como si fuera una carrera de fondo a ver quién lo hace más».
Y también coinciden en algo que constata la sexóloga Mamen Jiménez: que hay muchos más casos de los que parece porque es un gran tabú. «A veces creo que es el último gran tabú sexual», nos dice David. «He escuchado a mis amigos contar cosas muy sórdidas y nadie se sorprende demasiado. Yo digo que llevo medio año sin acostarme con mi mujer y les da un mareo del susto. O de la risa. Nunca acabaré de entenderlo».
La sexóloga Mamen Jiménez también culpa al mito que está asentado en la mentalidad de la sociedad: «La realidad no se parece en nada al modelo canónico que nos llevan vendiendo todos estos años: sí, hay hombres que solo piensan en ello desde que se levantan hasta que se acuestan, pero también hay otros que desean solo a veces, poco o casi nada. Del lado de las mujeres sucede lo mismo: depende de cada mujer, no hay un patrón común. Desterremos de una vez por todas, por favor, eso de que “lo normal es que los chicos quieran más que las chicas”, porque no es cierto».
Tres puntos clave para entender y valorar el deseo sexual... y una solución al problema
Mamen nos resume en tres puntos clave lo que debemos comprender sobre el deseo sexual masculino (y también el femenino) para valorar si en nuestra pareja hay un problema y para entender cómo funcionamos en el sexo:
1) El deseo femenino está más condicionado por las hormonas que el masculino: «Las mujeres pasamos por un carrusel hormonal mensualmente, uno grandecito, pero es que, además, si hay embarazo, postparto, etc., el carrusel es de órdago. La menopausia es la guinda del pastel para la feria hormonal. Así que no es de extrañar que en algunas mujeres el deseo suba y baje; es decir, que no sea tan constante como el de algunos hombres, pero esto no quiere decir que sea más bajo ad eternum».
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2) El deseo sexual es algo vivo que ha de ser alimentado: «No es algo aislado que se tiene o no se tiene. El deseo ha de ser alimentado. ¿Cómo? Pensando en sexo y teniendo sexo. Durante generaciones se nos ha vendido que los hombres desean a todas horas, de manera que han visto licitado el hecho de pensar en sexo cuando les plazca. Esto ha generado una profecía autocumplida: "Nos han dicho que somos los que más deseamos y por tanto somos los que más pensamos en ello; como pensamos en ello mucho, somos los que más deseamos"».
«En el caso de las mujeres ha ocurrido todo lo contrario: no nos estaba permitido pensar en sexo, de manera que hemos visto languidecer nuestro deseo a base de no mimarlo, de no poder exteriorizarlo y darle rienda suelta. En el momento en el que esto se ha visto posibilitado, ¿sabes qué ha ocurrido? Que tenemos a un montón de mujeres viviendo su sexualidad como les da la gana... y con muchas ganas».
3) Los seres humanos somos algo más que hormonas: «Hay quienes alegan que "todo esto es una cuestión puramente biológica", pero hay algo que debemos tener en cuenta: los seres humanos, afortunadamente, somos mucho más que mera biología; tenemos la razón, que nos ha hecho evolucionar más allá de los instintos. Es decir, el cuerpo predispone, pero la mente dispone. No somos presas de la hormona».
Conocemos los datos, los puntos clave, el testimonio de personas que lo viven desde diferentes perspectivas, pero... ¿hay solución? Nuestra sexóloga tiene claro que, antes, debemos identificar si hay o no un problema: «La falta de deseo sexual se puede convertir en un problema, pero solo cuando el nivel de deseo (sea por exceso o por defecto) genera malestar a la propia persona. Sin embargo, en numerosas ocasiones nos encontramos con personas que están pasándolo mal por el deseo... pero porque no se ajusta al de su pareja. Cuando hay diferencias grandes en la cantidad de sexo que queremos o en cómo lo queremos, la pareja puede llegar a resentirse mucho. La buena noticia es que es posible encontrar un espacio común, un punto en el que ambos estén a gusto, aunque para eso hace falta trabajar, por supuesto. Y ese trabajo suele dar buen resultado, creedme».
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