Hace algunos años, un amigo me contó una anécdota que se me quedó grabada: en un viaje por Alemania, había tenido un par de noches de sexo ocasional. Al despertar por la mañana, en casa de esas (casi) desconocidas, ambas lo despacharon con una taza de café desechable. Él no opuso resistencia, en parte porque tampoco esperaba que aquellos encuentros fueran a más, y en parte porque estaba deseando salir corriendo a contarnos por teléfono que, allá por el norte de Europa, habían inventado la solución definitiva a eso que tantos dolores de cabeza nos da a veces: dejarle claro a un rollo de una noche que... la noche ya acabó. La taza es para llevar, llévatela, vete. La taza es de un solo uso, lo que ha ocurrido aquí... también.
Bien entendido: la sinceridad sería la solución ideal. «Buenos días, ha sido un placer (nunca mejor dicho), pero yo no busco más que esto que hemos tenido, así que la puerta de la calle es la tercera de la derecha». Mmmmmm, la idea es buena, pero... Rara vez lo hacemos, ¿verdad? Y, por no hacerlo, nos hemos encontrado muchas veces en la dramática situación de entrar en la nada apetecible conversación matutina.
¿La solución? El kit de finalización por la vía rápida de una noche que ha sido estupenda (esperemos) y que sería una pena estropear con una mañana incómoda. A ningún emprendedor se le ha ocurrido todavía comercializarlo (incomprensible, lo sabemos), pero vamos a daros ideas para crearlo en casa:
La taza de café desechable
Ok, pongámonos en situación. Domingo por la mañana. Abrimos los ojos, con un leve (o no tan leve) rastro de resaca, y nos encontramos con que no estamos solos. La noche de sábado fue bien, pero no estamos buscando al amor de nuestra vida y... y es domingo, vaya, que es un día en el que no nos apetece demasiado compartir tiempo y espacio. Comienza la operación «sal de mi casa, por favor». Pero con indirectas, que lo de la sinceridad ya lo hemos descartado. Ahí es donde entra en juego la taza de café desechable. Gracias, Starbucks, por traerlas a nuestras vidas.
La clave está en ese momento en que su taza es desechable y la nuestra, no. Nos servimos el café en nuestra taza de Mr Wonderful y al rollo saliente en una de cartón. Lo tiene que pillar. En serio. Se tiene que dar cuenta de que, si nuestra taza dice que «hoy va a ser un gran día» es precisamente porque tú, cariño, te vas a beber tu café de camino a la parada de taxis. Podemos comprar un pack de cien tazas desechables por solo 14,95 euros y, así, tener previsión para unas cuantas mañanas incómodas.
El planner previsor
Vale, quizá no esté demasiado despierto y no lo pille a la primera. No pasa nada, por eso esto es un kit, porque hay opciones. La segunda posibilidad también juega con el mundo de la indirecta. Necesitamos un planner visible, a poder ser junto a la cama. Y que en él quede bien claro que el domingo por la mañana tenemos un plan inaplazable (¡y poco apetecible!, no vaya a ser peor el remedio que la enfermedad y lo tengamos acoplado todo el día): «Domingo. 12.00: Catequesis», «Domingo. 12.00: Limpieza general». El límite solo lo pone la imaginación.
Esta estrategia requiere de planificación: antes de salir el sábado tenemos que dejarlo bien pensado. No hagamos la cutrez de escribir el mensaje justo cuando el rollo saliente está abriendo los ojos. Todavía estamos en el campo de las indirectas, así que vamos a ser elegantes. Podemos encontrar planners como este por poco más de 11 euros (y, como extra, a lo mejor hasta conseguimos planificarnos bien la semana de trabajo).
La tarjeta de Teletaxi
Pasamos a indirectas de nivel 2. Si no han funcionado las anteriores, tendremos que facilitarle la salida. Una tarjeta de Teletaxi, nuestra cuenta de Cabify, de Uber, nuestro abono de transporte... Pongamos todos los medios a su disposición. Si disponemos de un jet privado, nos vale también. Si hay que hacer el esfuerzo y llevarlo a casa... también. Que no nos mienta la DGT, esto sí es la verdadera «operación salida».
El libro aterrador
Si nuestra casa parece un lugar divertido, la gente querrá quedarse. Eso es así. Levantarnos por la mañana y encender Netflix mientras servimos el café en la taza desechable... es una mala idea. Si le damos la contraseña de la WiFi, nos estamos condenando. La clave es que pasar el domingo con nosotros parezca un infierno. Y seguro que tenemos un libro en casa que ayude a dar esa imagen. El Ulises de Joyce o las Orientaciones fundamentales del fomento de la economía nacional de la URSS para los años 1976-1980 nos parecen opciones ganadoras.
El pijama de franela
Si nos quedamos dormidos desnudos y amanecemos de la misma manera... la estamos liando. Ojo, que si nos apetece una despedida por todo lo alto, fenomenal. Pero, si el domingo por la mañana ya solo nos apetece un poco de comida (basura) y tele (basura) en la soledad de nuestros hogares, la clave no está en ponernos sexies. Seguro que en algún oscuro rincón de nuestro armario guardamos un pijama de franela, de esos que solo usamos los días de frío extremo y soledad.
Es muy posible que cuando rollo saliente se despierte, quiera huir solo con echarnos un vistazo. Para ello, podemos recurrir a este modelo de tan sexy de AliExpress, por poco más de 15 euros.
La app salvadora
Que no se diga que la tecnología no nos facilita la vida. Si no hemos pactado con algún amigo que nos haga a media mañana una llamada de rescate (mal hecho), hay apps que pueden ayudarnos en la tarea. Un ring ring, un «oh, Dios mío, tengo una urgencia familiar terrorífica» y asunto solucionado. Fake Call Free para iPhone o Fake Call para Android se pueden convertir en nuestros mejores amigos. Y gratis, además.
La foto familiar
Vale, hay que sacar la artillería. Si nos despertamos por la mañana y a nuestro rollo de una noche no le han dado pistas ni la taza de café desechable ni las opciones de transporte, ni lo ha disuadido el hecho de que vayamos a leer a Joyce envueltos en un pijama de franela mientras solucionamos una crisis familiar... hay que tirar de lo más potente que tengamos a mano. Esa foto con nuestros cinco primos pequeños en el pueblo puede tener una utilidad que nunca le habíamos visto. «Sí, son mis cinco hijos, siempre quise ser madre joven de familia numerosa». Si con esa frase no huye, lo sentimos. Ya solo quedará la sinceridad. O activar una alarma de incendios. O-lo-que-sea. Una copia de una foto la podemos conseguir en un montón de lugares por poco más de 10 céntimos de euro.
Extra: el número falso
Vale, lo tenemos. Estamos en la puerta. Despedida. Y... ese incómodo silencio. Ese que nos empeñamos en llenar con un «te llamo un día de estos». Si ambos asentimos, pese a saber que no hemos intercambiado teléfonos, será un momento precioso y elegante. Si a rollo saliente se le ocurre recordar que no tiene nuestro número, es el momento de recurrir a un número falso. Eso sí, apréndetelo de memoria, por favor, que a lo mejor él se sabe el truco de pedir que lo repitas y... no queremos pasar por eso justo cuando tenemos la victoria (y la tarde de Netflix y sofá) al alcance de la mano.
Una tarjeta de visita con un número falso puede parecer una inversión absurda (y probablemente lo sea), pero todo esfuerzo es válido para lograr nuestro objetivo. Podemos hacernos con un pack de cien tarjetas por menos de 10 euros.
Precio total del kit: aproximadamente 60 euros, con validez para unos cien usos.
Rendimiento: Ilimitado. Y agradecido.
Imágenes | Dime con cuantos, Mamá a la fuerza, Giphy y Amazon.
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