Parece el guión de una comedia romántica, pero Cristina Farina, una italiana nacida en Florencia, lo vivió en primera persona. Estaba viajando a Londres a pasar tres meses aprendiendo inglés cuando en el avión conoció a un chico. Ella tenía 18 años, era el 26 de agosto de 1984 y después de una animada conversación en el avión, él se atrevió a pedirle una cita. Quedaron al día siguiente en Trafalgar Square, a las 11, para tomar algo.
No se dieron los teléfonos. En aquel momento hablar por whatsapp no era una opción como lo hubiera sido en 2024, así que Cristina se presentó en la famosa plaza londinense al día siguiente para tomar un café con el crush del avión. Él no se presentó.
De perder una cita a encontrar al amor de su vida
En la que sigue siendo una de las plazas de Londres más abarrotadas a diario había mucha gente, pero ni rastro del tipo del avión. Otro joven le llamó la atención sentado entre los leones. Pelo largo, aspecto hippie, guapo. Estaba leyendo ‘Romeo y Julieta’. Cristina se acercó y le dijo “hola”. Él se quitó los cascos de su walkman y contestó otro hola que invitó a la italiana a sentarse al lado. No se conocían, pero él sonrío al ver como ella se sentaba a su lado.
Matt Reinecke, así se llamaba este universitario californiano de 20 años que estaba de vacaciones en Londres con su familia. También se había fijado en ella y ahora la joven estaba sentada a su lado, preguntándole que estaba escuchando. Grateful Dead. Matt le preguntó a Cristina que hacía allí y aunque sabía que en dos días volvería a Estados Unidos, no pudo evitar emocionarse.
Cristina le contó que pasaría tres meses aprendiendo bien el idioma. Y como ocurriría con cualquier comedia romántica, ambos se gustaron. Tanto que pasaron las siguientes dos horas hablando y Matt sacó su cámara de fotos para hacerle una foto a Cristina. Quedaron después, cerca de Claridge's, el lujoso hotel de Mayfair en el que Matt se hospedaba con su familia. Esta vez sí hubo cita. Y beso. A él solo le quedaba un día en Londres, pero al día siguiente volvieron a verse y pasaron el día en Hyde Park, entre charlas y besos. Y esta vez fue Cristina quien sacó una foto de Matt. Aquí están las dos fotos:
"No la abras hasta que llegues a casa", le dijo Matt a Cristina dándole una nota cuando se tuvieron que despedir para que él fuera al aeropuerto. Al llegar a la casa de su familia de acogida la abrió. “No puedo soportar la idea de no volver a verte", se leía con la letra de Matt. Cristina se quedó destrozada, tanto que terminó confesándole a la mujer de la casa en la que vivía lo que había pasado. Los dos días maravillosos que había pasado conociendo a Matt.
Cristina tenía la dirección de su universidad escrita en un papel y finalmente le escribió una carta, aunque sabía que seguía de vacaciones por Europa con sus padres. Pasaron semanas y no recibía respuesta. ¿Le estaba haciendo ghosting? Tal vez se había equivocado al apuntar los datos, así que fue hasta el hotel donde sabía que se habían alojado en Londres y aunque no podían darle la dirección de sus padres, sí le hicieron una promesa: “Envíanos la carta y se la haremos llegar”.
Muchas cartas y algunos encuentros
Matt no había recibido esas primeras cartas de Cristina. En la universidad, al cambiar de habitación, no le mandaron las cartas. Las que Cristina enviaba a casa de sus padres, sí le llegaban. Matt respondió. Cuatro folios cuidadosamente doblados. Cristina estaba tan emocionada que aún lo recuerda. "Me encerré en mi habitación y la leí despacio una y otra vez", asegura a la CNN.
Siguieron hablando durante unos dos años, en parte por la insistencia de Cristina que encontraba romántica esa comunicación epistolar. Alguna llamada también se produjo, pero recordemos que estamos en los años 80 y los precios de las llamadas internacionales eran elevadísimos. las cartas se volvieron más personales, más detalladas. Aún con la distancia y el tiempo corriendo en su contra, ambos sabían que se volverían a ver.
En 1986 ocurrió de nuevo la magia. Ese verano, Matt volvería a Europa. Aunque su destino era Grecia, planeaba hacer una parada en Florencia, donde Cristina vivía con sus padres. Ella conoció a los padres de él en Londres y, si finalmente se veían, él conocería a los suyos en su ciudad natal.
Y así pasó. Matt apareció y consiguió meterse a sus padres en el bolsillo a pesar del escepticismo de estos. "Fue una buena influencia para mi familia: era divertido, hacía reír a la gente. No hablaba ni una palabra de italiano. Pero empezó a hablar poco a poco, aprendiendo poco a poco, escuchando a mis padres y a mi hermano". De Grecia ni hablamos, porque Matt pasó los tres meses con Cristina en Florencia, viviendo un amor de verano que esta vez, no terminaría.
Desde ese momento los encuentros eran cada vez más habituales. Cuando Matt regresó a los Estados Unidos para terminar la universidad, Cristina lo visitó en California. En el verano de 1987, Matt se graduó en la universidad y se fue a Italia. Lo que iba a ser temporal termino convertido en algo más permanente porque Matt encontró un trabajo como profesor de inglés en Florencia, y se quedó 18 meses. Eran jóvenes, y a pesar de los 21 años de Cristina, ella estaba segura de que Matt era el amor de su vida. Su primer amor.
Como a Cristina le gustó California y Matt solo veía su trabajo de profesor en Italia como un leve paréntesis en su carrera profesional, vivir en Estados Unidos se convirtió en su objetivo como pareja. Matt regresó a principios de 1989 y Cristina le siguió en 1990 a pesar de la preocupación de sus padres.
La carta que no esperaban
A pesar de pertenecer a ambientes diferentes e incluso a clases distintas (ella de clase media y él de la clase alta de San Francisco), terminaron encontrando un piso y viviendo solos. Su relación era más fuerte que nunca y a pesar de que eran felices, casarse no entraba en los planes. Sin embargo, el gobierno estadounidense forzó lo que hubiera pasado antes o después. En 1991, Cristina recibió una carta de inmigración. Tenía dos semanas para abandonar el país.
El 12 de abril de 1991 Matt y Cristina se casaron en una ceremonia con la madre de Matt y unos pocos amigos. Aunque la gran boda fue meses más tarde, en la iglesia de Sant'Agostino en Prato, Toscana. "Fue una boda preciosa", asegura Matt.
La vida de Matt y Cristina por el mundo
En el verano de 1993, Matt y Cristina dejaron sus trabajos en Estados Unidos y pasaron medio año visitando Tailandia, Malasia, Singapur, Indonesia y Australia. No volvieron a California, donde habían estado viviendo, sino que se trasladaron a Italia, a Milán. Allí nació Davide en 1997, su primer hijo. Francesca nació en 2003 en Turín, donde se trasladaron por el trabajo de Matt.
A mediados de los años noventa, Matt y Cristina se trasladaron a la Toscana donde compraron una casa del siglo XVII que restauraron. Desde 2008 Matt y Cristina tuvieron una panadería en Florencia llamada Mama's Bakery que mantuvieron hasta 2019. Ahora están jubilados y tienen la vida que desean, ya sin hijos y disfrutando de su Casa Belvedere en la Toscana. Son una pareja DINK en toda regla. Y por si te lo preguntas, sí, siguen juntos y felices, son los dos del centro:
La vida es una auténtica caja de sorpresas. Al leer la historia de Matt y Cristina desde luego lo parece. Hazle caso cuando dice que "puedes encontrar la felicidad en el lugar más extraño si lo miras bien". Quién sabe lo que mañana te estará esperando ahí fuera.
Fotos | News Headlines, Instagram @elexpedito
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